"Los nombres pasan, dejando una estela de su propia luz, pero las instituciones perduran en la vida de los pueblos, como una constancia perenne de los ideales más firmes".
Esteban Valderrama (director en varias oportunidades de la Academia San Alejandro y destacado artista cubano)
Si un nombre no podía faltar en el jolgorio que celebramos hoy, en ocasión del 205 aniversario de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, fundada el 12 de enero de 1881, es el de José Martí, nuestro Héroe Nacional. Con su fugaz paso por la escuela dejó la luz de su existencia, la huella eterna de un hombre que es Patria, Arte, Cultura y todas las palabras que puedan esculpir lo grande. Él junto a otros, muchos, nombres indispensables, son cimientos que muestran, a la altura de dos siglos, una sólida obra levantada con amor, que es, sin ninguna duda también, ALMA de la identidad cubana.
Rastreando en los archivos de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, otrora Escuela Gratuita de Dibujo y Pintura de La Habana, nombre con que se bautizó en sus inicios allá por el 1818, podemos encontrar la materia prima, un valioso material de memorias y recuerdos, para una larga y hermosa novela de la historia, de la cultura, el arte, la política y la vida social de nuestro país en casi dos siglos. Junto con la Universidad de La Habana (295 años) son las dos únicas instituciones bicentenarias y, forjadoras, pues, de nuestra idiosincrasia.
En la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro sigue creciendo el arte en todas sus dimensiones. Esta escuela sigue manteniendo la tradición, pero de la mano de una brújula que siempre la ha acompañado dirigiendo su mirada hacia el futuro.
Cada año se incorporan al claustro —junto con destacados maestros y artistas que dedican su tiempo a dejar en las nuevas generaciones sus enseñanzas/experiencias—, graduados de la Academia. No por azar ha alcanzado el Bicentenario, y así seguirá cumpliendo años porque ha asumido siempre la necesidad de transformarse, ajustarse a las necesidades de su tiempo para ir cambiando a su ritmo.
UN ARCHIVO PATRIMONIAL CUBANO
Cual máquina del tiempo, una simple mirada a los antiguos materiales nos regala emociones sin par. En el registro de alumnos, libro primero (309), y con el expediente 167 se observa una inscripción: D. José Martí Pérez, natural de La Habana, de 14 años de edad. Ingresó en la clase de Dibujo Elemental en 15 de septiembre de 1867... En el curso académico de 1922 a 1923, con el número de orden 160, otro nombre grande: Pablo de la Torriente y Brau, natural de San Juan, provincia de Puerto Rico, de 20 años de edad, vecino de la calle de San Rafael número 151 en esta capital, solicita matricularse en las asignaturas que a continuación se expresan: Dibujo Elemental, Habana, 22 de septiembre de 1922. También aparece en ese tesoro de papel el Comandante Camilo Cienfuegos... Muchos son los nombres sobresalientes, en cualquier esfera de la vida cubana, que pasaron alguna vez por sus aulas. Es la historia del arte académico, pero también de la vida política, social y cultural cubana de una época inmensa. Allí respiran otros valiosos documentos, como testimonios de hombres que lucharon en los ejércitos independentistas que fueron expulsados de las aulas, y otros contra la tiranía batistiana, en nuestra más cercana gesta revolucionaria. Porque aquí, entre el arte y el estudio, siempre se mantuvo viva la llama libertaria. Es menester, pues, lograr que, por derecho propio, la Academia San Alejandro constituya ya Patrimonio Nacional de nuestra Isla.
Hoy, la Academia de San Alejandro está situada en uno de los edificios que circundan el obelisco dedicado a la memoria de Carlos J. Finlay, en Marianao, a la entrada de la Ciudad Escolar Libertad, adonde fue trasladada en los primeros años de la Revolución (1962). Atrás, en los recuerdos, está aquel 12 de enero de 1818 cuando en el Convento de San Agustín (Teniente Rey y Aguiar, Habana Vieja) se abría la Escuela Gratuita de Dibujo y Pintura de La Habana, de la que se hizo cargo la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Desde ese año, y durante tres lustros, fue su director el artista francés Jean Baptiste Vermay (1748-1825), quien se había formado en el taller de Jean Jacques David, figura cimera del neoclasicismo francés. Él fue recomendado por el famoso Francisco de Goya y el Duque de Orleans. A Vermay se le reconoce por ser el iniciador de los estudios académicos de las artes plásticas y del aprendizaje mediante talleres para la enseñanza en Cuba. Además de que fue el creador del primer curso nocturno o de trabajadores, algo que se mantuvo ininterrumpido hasta hace pocos años.
Como homenaje al director de la Real Sociedad Económica, Alejandro Ramírez, también Intendente General de Hacienda, quien junto con el obispo habanero Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa habían fundado la Escuela, desde el año 1832 lleva el nombre de su principal mecenas. En 1856 pasa a ocupar los espacios de la casa de Dragones 308. Durante años, la vieja casona ve el desfile de directores franceses, españoles e italianos, entre otros, hasta que en 1878 toma las riendas Miguel Melero y Rodríguez, convirtiéndose en el primer director cubano. A partir de entonces —y hasta nuestra fecha— todos los directores han sido cubanos. Melero renovó con sus métodos la enseñanza artística, y entre otras medidas, se le reconoce por abrir los estudios al sexo femenino que estuvo siempre relegado de la enseñanza oficial del arte, encontrando un lugar donde desarrollar su necesidad de expresión. Se le debe a él, el hecho de introducir en los cursos el color, como un elemento de cubanía.
Por décadas fue la única institución de su tipo en la Isla, y tanto durante la época de la Colonia como de la República vio acrecentar su prestigio, pues se comprueba que un gran número de personalidades del arte se forma en sus aulas, algunos de ellos fueron después profesores y directores de la Academia. Entre otros se pueden nombrar: Joseph Leclerc (inició clases de modelado en 1848); Federico Mialhe (paisajista y científico italiano) ocupó la dirección en 1850, siendo quien reafirmó el tema del paisaje en la pintura cubana del XIX; Leopoldo Romañach y Armando Menocal, acercaron nuevos conceptos en la enseñanza en los albores del XX, Esteban Valderrama —retratista y pedagogo—, Enrique Caravia, Florencio Gelabert, y Carmelo González, quien hacia 1957 fundó allí la Asociación de Grabadores de Cuba, amén de ampliar la enseñanza al incorporar la xilografía (grabado en madera) y la calcografía (grabado en metal) en los cursos.
UN CENTRO RENOVADOR Y REVOLUCIONARIO
Revisando los documentos que cuenta su historia, la Academia San Alejandro ha sido desde siempre un lugar donde han surgido movimientos renovadores. Por aulas y talleres han dejado su impronta a lo largo de estos doscientos cinco años de vida, figuras cimeras de las artes plásticas, pero también de otras ramas del arte, la política y la vida social cubana, desde el Apóstol pasando por Carlos Baliño, Fermín Valdés Domínguez, Renée Méndez Capote, Eduardo Chivás, Flavio Grobart, Vicente Revuelta, Abel Prieto y Silvio Rodríguez, entre muchos otros. Firmas claves de la pintura cubana de todas las épocas pasaron por San Alejandro. La lista sería interminable.
Generaciones de artistas y movimientos han visto la luz a lo largo de este tiempo. Entre otros, podemos mencionar que en el siglo XIX se inicia la Escuela de Paisajismo llevada de la mano por artistas de la talla de Esteban Chartrand, Valentín Sanz Carta y Eduardo Collazo, que después continuarían en el XX, Armando García Menocal, Leopoldo Romañach y Domingo Ramos, entre otros. El modernismo escultórico tuvo su cuna en San Alejandro, con figuras como José Sicre, Agustín Cárdenas, Teodoro Ramos Blanco, Rita Longa y Florencio Gelabert.
Por los archivos, se observa la composición del alumnado que fue siempre predominantemente obrera y humilde. De ahí que San Alejandro fuera un lugar de luchas. Aunque en el estallido de la Guerra de Independencia, la escuela no tomó partido directo, ya que como institución le era imposible suscribirse a las ideas de libertad, ello no impidió que muchos alumnos y profesores tomaran el camino de la manigua o la emigración para dar respuesta a las contradicciones existentes. En sus aulas vibró el fermento revolucionario. Hubo luchas por transformar también la enseñanza y los estrechos moldes académicos impuestos, relacionándose este combate con la renovación de las artes, y la idea de modernidad y cultura nacional.
Después de 1959, y en la nueva edificación que la acoge, la Academia de Bellas Artes de San Alejandro se acerca más a la vida cultural y social de nuestro país, reafirmando sus vínculos con la comunidad, revisando los planes de estudio y participando de lleno en todas las tareas de la Revolución Cubana. Se transforma en Centro Metodológico Nacional, y es referencia para la ejecución/renovación de nuevos planes de estudio de la enseñanza de las artes plásticas. Se desarrollan allí nuevos conceptos artísticos, algo que impulsa una mayor presencia del estudiantado en el ámbito cultural. Entre otros, se crearon en San Alejandro los grupos Arte Calle y Puré.
La Escuela ha trabajado mancomunadamente en proyectos sociales de la ciudad, en la confección de murales, carteles y afiches para la tribuna antiimperialista, la Escuela de Instructores de Arte y otros actos de masas, y deja su impronta en otras instituciones culturales, así como en proyectos como la Bienal de La Habana, Ferias Internacionales del Libro de Guadalajara (México) y La Habana, jornadas de Diseño de la Casa de las Américas y Salones de Arte Digital... Ha sido subsede de encuentros como el Salón de Invierno, Académica, salones cubanos de arte contemporáneo, y tiene un fuerte trabajo de extensión cultural, como proyectos de intercambio con escuelas de Estocolmo, Londres, e Italia, además de funcionar como sede de la Cátedra Latinoamericana de Artes Plásticas.
SAN ALEJANDRO EN BIENAL
Las más recientes Bienales de La Habana (2012, 2015, 2019 y 2022) cobraron especial aliento en la Academia. En sus aulas, los colores siguen ocupando posiciones sobre el lienzo/cartulina, se graban planchas, piedras, las figuras de los modelos cobran vida sobre el yeso, y rostros de hombres y mujeres son contorneados por los creyones en jóvenes manos. En San Alejandro, el arte crece en todas sus dimensiones, pero también en la mente de los artistas... y sus obras siguen el curso del tiempo, exhibiendo la contemporaneidad.
Así es, la Academia se renueva ante cada curso con la experiencia de los profesores-artistas y de los alumnos también creadores que van forjándose el camino en el difícil campo artístico. San Alejandro no dejará nunca de ser ese laboratorio donde el profesor recuerda al estudiante, el alumno deviene maestro, y donde el ARTISTA está siempre despierto al arte que le rodea... Aquí se abren exposiciones de todas las cátedras y manifestaciones artísticas que se hacen eco en la Escuela: Grabado, Pintura, Dibujo, Arte Digital, Fotografía..., y en la que se dan la mano artistas, egresados, estudiantes y profesores, de diferentes generaciones que están vinculados a la Academia. Es un diálogo que se entabla constantemente entre el creador y la obra, la obra con el público, el alumno y el profesor, el joven y el ya establecido. Un encuentro del universo interno con el externo, un encuentro con todos frente a nosotros mismos. Pero que por esos días de magia, se multiplican, también, en creaciones. Son muestras deliberadamente híbridas: no sólo reúne maestros y gente adelantada que aún no ha alcanzado un magisterio en la producción artística cubana, sino que también se vale de otros recursos de obras, que de alguna manera se identifican por poseer tonos sensoriales vinculados a la geografía caribeña y cubana —interna/externa— apoyados en soportes/técnicas tradicionales con mucha originalidad y talento.
La Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro mantiene su aliento renovador, siendo una de las instituciones más antiguas y prestigiosas de nuestra área geográfica. Ha vivido ya 205 años, y vivirá muchos. Porque sus bases, paredes, ladrillos, fueron construidos, en este largo tiempo, con los sentimientos y el amor de los hombres que la han guiado, por los que allí han dejado sus huellas. ¡Qué mejor cimiento! En San Alejandro se respira, vibra la historia de Cuba.
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