El realizador, director de fotografía y camarógrafo de cine, televisión y video, Alejandro Pérez fue entrevistado por el periodista Alexis Triana para su programa “A la hora de Lola” en los estudios del Ministerio de Cultura. Concluido el programa accede con mucho entusiasmo a una entrevista para el Periódico Cubarte.

¿Qué proyectos se encuentra realizando?

Actualmente trabajo en uno de los proyectos más lindos de mi vida: “Vitrola Cuban Mix”. En él se encuentra mi única hija, graduada de diseño gráfico y cantante. Este disco de música cubana resulta novedoso, pues nunca había incursionado en la música como productor general. El CD tiene 13 canciones con arreglos modernos, bajo la producción de dos grandes amigos míos, Frank Jordan González y Alain Pérez. Todo este proceso ha sido una escuela para mí y pronto estaremos haciendo los videoclips.

Por otra parte, están los preparativos de un nuevo video a Enrique Iglesias, una bachata espectacular. A su vez, concluyó la filmación de un video a Paulo FG y le estoy preparando un guion a Alexander Abreu de una canción que vendrá fuerte.

¿Qué sello distintivo nos permite  identificar un video suyo, sin haber leído el nombre del director?

Me cuesta trabajo responder eso, es una pregunta que te debe responder la gente, pues no trabajo marcando un sello. Quizás  inconscientemente lo hago  y me han dicho que - yo sé cuándo este trabajo es tuyo y yo digo ¡qué bien!- pero yo mismo no tengo esa intención. ¿Tú sabes cuándo es un trabajo mío?

Considero que sus videoclips narran una historia bien elaborada, tienen una superproducción que los hacen que parezca una película. Podemos añadirle la psicología del color que utiliza a tono con la temática. Estos pueden ser elementos que lo definan y quizás no es tanto el presupuesto, como lo que logra visualmente transmitir en su composición fotográfica.

Algo muy interesante dijiste, la superproducción puede ser algo que me defina. No siempre uno tiene mucho presupuesto, y como soy fotógrafo trato de concebir la imagen para que me dé el encuadre que busco, es una herramienta que tenemos los fotógrafos a explotar.

¿Creativamente que es lo primero que usted hace cuando le presentan un proyecto?

Esa es la parte más difícil para mí, cuando te dicen “oye la canción y hazme una historia”. El 99.99 por ciento de las historias las hago yo, nunca me la dan, es bien bonito porque confían en ti; pero también es un reto por la confianza depositada.

Hay que buscar una historia que funcione con la canción, que haga química y cuando esto se logra, camina solo, ese es el éxito que uno tiene que encontrar. Me ha sucedido que me dan una canción y prontamente surge la idea, y en otros momentos han pasado 15 o 20 días sin una claridad de qué hacer.

Por ejemplo el videoclip “Guajiro” de Sexto Sentido fue hace unos años atrás, ya tenía todo para grabar y dos días antes de empezar le dije al productor paren todo, esa no es la idea. Seguidamente hablo con el productor ejecutivo, el que pagaba y le sugerí confianza, planteé la propuesta que iba a funcionar mejor; aunque pareciera más sencilla. Y así fue, en aquel momento se convirtió en el número uno e hicieron muy buena crítica.

¿Considera que hay videoclip que deben ser muy intelectuales para un público especifico en su forma de elaborarlo o más sencillo sin perder la profundidad y que les llegue a todos por igual?

Yo no me veo como ese tipo de realizador que puede ser muy intelectual, no quiere decir que no lo sepa hacer, lo que no sé hacer es algo que no le llegue al público. Puedo hacer la mejor obra del mundo, si no llegó a los espectadores, para mí no sirve, tengo que comunicar. Uno trabaja primeramente publicitando a alguien y no quiere decir que no haya intelectualidad en la forma.

El video de Sexto Sentido “Angry Boy” es en blanco y negro, es una historia mucho más profunda. Con este video puedo lograr una enseñanza de vida, que va más allá de una información ligera que tú puedas brindar, es más intelectual, más serio; pero comunicas a full, llega, y de eso es lo que se trata.

Lo que sí siento es la necesidad de comunicar, de comunicarme con el pueblo de una manera inteligente, comercial. Le doy un valor a la palabra comercial, pues no creo que sea algo malo, es necesario, y tu trabajo consiste en vender más ese producto a través del videoclip. Así que debe ser lo más comercial posible, sin perder tu esencia como realizador; pero tienes que vender un producto, ese es el objetivo.

Con la realización audiovisual estás promoviendo a un artista y la canción es tu objetivo fundamental, ella tiene un valor por sí misma y con el video le pones otro valor agregado para un mayor alcance publicitario y por eso es tan importante. Hay artistas que escogen un director porque es quien vende mejor su trabajo.

¿Qué recomendación usted les da a los principiantes en la realización audiovisual?

Yo igual fui un principiante, mi consejo es no dormir; parece una jocosidad, pero no dormía estudiando. Esta es una carrera en la que la experiencia es la que te va enseñar y el trabajar es lo que te va a dar el fogueo necesario.

Cuando digo no dormir, literalmente dormía muy poco; porque es tanto el amor a la profesión, que le dedicaba mucho tiempo, toda la energía a full de tanto que me fascinaba, a tal punto que mi esposa me botó, me dijo: “o el trabajo o yo”

En aquel entonces tenía 23 años y dije “te amo, pero si no entiendes mi trabajo, no creo poder llevar mucho tiempo. Es prioridad en mi vida, que no lo cambio por nada, te amo mucho y no lo dejaré.” Ella a su vez me dijo: “Yo te amo también, pero te voy a botar.”

Y así terminamos - nos cuenta entre risas-  finalizó una relación muy linda. Hoy por hoy, somos grandes amigos. 

La experiencia es trascendental, hay que trabajar mucho, fijarte en todo lo que te rodea, de una manera u otra te puede influir en tu trabajo. Observar todo en la vida es un elemento que en un momento determinado te sirve para tu obra, por eso digo que la observación es clave, hay que analizar y trabajar mucho, eso es lo que te va a dar escuela en eso, resumiendo ¡No dormir!

Fotos de “Vitrola Mix”: Cortesía de la autora