Alex Hernández: razón y pasión


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Durante los meses de noviembre y diciembre, Alex Hernández presenta en Galería Habana (Línea, e/ E y F, en El Vedado), su exposición Estado natural. Ingenioso juego de palabras, aunque no lo parezca. Un artista en estado natural sería aquel que se muestra tal cual es, lo cual es cierto en este caso.

Pero no es toda la verdad, porque la obra de este creador a muchos pudiera parecerle artificialmente construida e intelectualmente compleja. A fin de cuentas, el estado natural de Alex es la experimentación, la inducción reflexiva, la indagación de esos otros estados en que el arte de estos tiempos también se hace posible y necesario.

Como anécdota diré que ante las referencias publicitarias al mundo particular de las abejas que avizora el público, en la misma entrada de la galería, donde se presenta con título tomado del enciclopedista J. J. Rousseau, un enviroment que resulta importante parte de la muestra, una persona que por allí pasaba inquirió ¿es una exposición de apicultura?; lo correcto hubiera sido responder sí y no. Porque el artista parte de una metáfora, pero no termina en ella. Explora en el ADN, los enlaces químico-orgánicos de una verdad científica, pero persigue la verdad del arte: la indagación, la interrogación, el cuestionamiento, el despeje de los enigmas de una realidad tan evidente como para dejar muchas pautas por descifrar.

Arte conceptual. Si alguien asume con rigor el riesgo de sumergirse en esa tan dilatada y difusa zona de la creación contemporánea es Alex Hernández.

Se juega todo por la credibilidad de lo que realiza, aunque sacrifique la posibilidad de una lectura lineal de sus obras. Apela al intelecto, en detrimento del goce sensorial. Arma estructuras racionales, composiciones estrictas, códigos estructurales; desafía la pronta comprensión de lo que proyecta, pero se afilia consecuentemente a la especulación que se halla en el mismo centro de su credo visual.

¿Cómo opera el artista? Si analizamos la obra Movimiento involuntario, nos dice: «Esta instalación presenta el efecto no predecible de la primera experiencia realizada con las colmenas de abeja —Estado natural—). (…) Los objetos de la experimentación extra-artísticos —panal y colmena— adquieren entonces dentro de la galería valores inusitados, al tiempo que dotan de credibilidad la ocurrencia en paralelo de un proceso… El completamiento de la instalación viene dado por la sobredimensionalidad que adquieren las transformaciones de estas tramas y las celdillas de ceras, en un dibujo a gran escala, realizado en grafito sobre la pared».

Si nos atenemos a su explicación sobre la obra Estéril, nos llega la siguiente formulación: «Durante años, la tierra y la producción de sus diferentes cultivos han sido un renglón económico vital de nuestro país. Disímiles plagas han afectado sus siembras dejando, en algunas ocasiones, espacios completamente estériles e improductivos. En otras, han potenciado el desarrollo de compuestos químicos (bactericidas, herbicidas, insecticidas…) para combatirlos y que se han tornado fuente de colaboración y de exportación. La pieza se compone de una loma (artificial) formada con tierra no fértil y previamente fumigada donde no pueda gestarse vida alguna. Estéril por completo. Este promontorio es acompañado de un muestrario de diferentes tonalidades de tierra, extraída de disímiles locaciones. Las mismas conforman una especie de abstracción matérica, como expresión más acabada de la geometrización de los referentes naturales».

¿Ecologismo? ¿Ambientalismo? Puede ser. ¿Conceptualismo? ¿Hermenéutica? Está bien. Pero al espectador estas definiciones le van o no le van. Lo que aprecia la pupila se presta a diversas interpretaciones. Como se expresa en las palabras del catálogo: Cada obra deviene en sí misma en un laboratorio sin resultante final. En una voluntad de trazar nuevos caminos e interrogantes, se reducen los contenidos a las estructuras bases. Se abstrae el referente, se llega al estado natural de las cosas…

Así, Alex propone en cada una de las piezas que en su totalidad constituyen una gran pieza, y el ojo avizor del espectador dispone. Esa es la riqueza de un arte que no tiene la última palabra. Esa es la verdad de un artista que en estado natural despliega cerebro y corazón —razón y pasión— a partes iguales.


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