“A pesar de los cuantiosos recursos invertidos por el Estado y del desvelo de los médicos y científicos por vencer al Coronavirus en nuestro país, si no tenemos conciencia del real peligro de esta enfermedad, y acatamos las orientaciones establecidas, no podremos erradicarla. Pasan los meses y aumentan las pérdidas a nuestra economía y el stress entre las gentes aumenta. Todos podemos contribuir a ganar esta batalla por la existencia humana”.
De tal manera se expresó el Premio Nacional de Teatro 2005, y connotado dramaturgo y escritor cubano, Eugenio Hernández Espinosa (El Cerro, La Habana, 1936), quien aseguró: “Es lamentable que debido a intolerantes indisciplinas de unos cuantos, esta pandemia no haya podido controlarse totalmente en La Habana, el principal foco de contagio que hoy existe. Si no acatamos las medidas orientadas por las autoridades sanitarias nunca saldremos de este desagradable percance que en todo el mundo ha costado ya casi medio millón de vidas humanas”.
Director fundador del prestigioso grupo de Teatro Caribeño, este artífice y los integrantes de esa compañía, se han mantenido “inmersos en el estudio y en la preparación física individual, para cuando concluya esta pesadilla volcarnos a la actividad plena del teatro”.
En ocasión del aniversario 59 de la creación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, el 22 de agosto de 1961, afirma que “esta organización vino a ocupar un espacio muy importante y necesario en la vida de los artistas cubanos, pues los estimula y defiende en el desarrollo de sus procesos creativos”.
El Negro Grande del Teatro Cubano, como lo bautizó el también dramaturgo Alberto Curbelo, precisó que la Uneac es asimismo “un espacio para analizar y discutir los problemas relacionados con la cultura, entre ellos nuestras dudas y discrepancias. Por eso, al arribar al aniversario 59 de su creación por el Poeta Nacional Nicolás Guillén, reverenciamos sus logros y le deseamos larga y fructífera existencia en defensa de los derechos de los artistas y escritores.”
“Puedo decirte que, sin el apoyo de la Uneac, sin sus recurrentes iniciativas en sostén de los artistas, ciertamente estaríamos huérfanos”, enfatizó el miembro del Consejo nacional de esta organización.
“Ahora mismo, personas vulnerables al contagio del Coronavirus, como yo y mi esposa, hemos recibido el aliento y la preocupación de la Uneac por mantenernos en nuestros hogares, para así evitar que nos enfermemos”, dijo el autor de cerca de 25 obras publicadas y decenas de representaciones escénicas de sus textos en varias latitudes del mundo, quien se siente satisfecho por su “legado a la cultura cubana”.
Ganador en el año 1977 del Premio Casa de las Américas con su obra La Simona (1973), Hernández Espinosa apuntó que “no ha existido un solo asunto que tenga que ver con los creadores y sus quehaceres artísticos, por menor o mayor que haya sido, en el que la Uneac no haya tenido una actitud firme, consecuente y crítica”.
Miembro del Tribunal nacional de evaluación artística y del Grupo de expertos del Consejo Nacional de las Artes Escénicas (1989), el autor de una de las obras más emblemáticas de las tablas insulares: María Antonia —escrita en 1964 y estrenada por el Taller Dramático y el Conjunto Folklórico Nacional de Cuba en 1967, bajo la dirección artística de Roberto Blanco— aseguró que la Uneac es un orgullo para todos los artistas y escritores de Cuba”.
Figura esencial de la dramaturgia iberoamericana, Eugenio es autor, además, de exitosas representaciones escénicas, entre ellas Calixta Comité (1969), dirigida por su autor con Teatro Arte Popular y estrenada en 1980 en el Festival Internacional de Teatro de La Habana; y Mi socio Manolo (1971), cuya premier se realizó en el año1986 por el Teatro Nacional de Cuba, y llevada al cine en 1989, producida por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica Icaic. Ese mismo año se grabó para el espacio Teatro de la Televisión Cubana.
Su extensa producción dramatúrgica igualmente incluye otras notables obras concebidas dentro de la misma cuerda de introspección en la cultura popular y en la marginalidad social como Oshun y las cotorras (1980), Premio Santiago Pita en el Octavo Festival de Teatro de Camagüey, Lagarto Pisabonito (1996), acreedora de los premios al mejor texto y a la mejor actuación masculina en el Primer Festival Internacional del Monólogo efectuado en la University Park Campus (Werttheim Performing Arts Center) de Miami, Florida.
Hernández Espinosa además ha representado a Cuba en importantes festivales internacionales de teatro. Su obra, por su temática, puede clasificarse en dos grupos: las que recrean asuntos relacionados con lo popular, tomando como premisa la marginalidad insular, y las que están inspiradas en la cultura Yoruba, a partir de patakines y relatos tomados de esa mitología, como Obba y Changó (1980) y Obba Yurú (1988). Otras, como EL Venerable (1980), Emelina Cundiamor (1987), Alto Riesgo (1988) y El Elegido (1995), fusionan en sus guiones ambos aspectos, así como el sincretismo entre las religiones católica y Yoruba, como igualmente puede apreciarse en María Antonia y Calixta Comité, entre otras.
Igualmente formó parte del grupo de noveles creadores reunidos por la editorial El Puente (1961), entre ellos, además, Rogelio Martínez Furé, Nancy Morejón y Lina de Feria; en tanto su permanencia en el grupo de Teatro Guernica, como jefe de escena, asesor y asistente de dirección, así como su paso por los conjuntos Folklórico y Dramático nacionales, respectivamente, le posibilitaron consolidar su estirpe de gran dramaturgo y estudioso de las fibras más sólidas de nuestra cubanidad.
Eugenio asimismo trasciende por su labor como director artístico, escritor y por sus vínculos con el cine y la televisión, principalmente como guionista, al tiempo que ha dejado su huella en el trabajo docente en los talleres de guión en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.
El igualmente jurado, en distintas ocasiones, del Premio literario Casa de las Américas, de los festivales de Teatro de Camagüey; Caracol, de cine, radio y televisión; del Monólogo; y del Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, al inicio de la pandemia, cuando se orientó el distanciamiento social y el Ministerio de Cultura decidió cerrar sus instituciones, entre ellas los teatros, se encontraba sumido en los preparativos para la reapertura de la sala que acoge a Teatro Caribeño (City Hall, en Ayestarán y San Pablo, Cerro), “a la que solamente le faltan por instalar algunos ventiladores para reiniciar una amplia programación artística y cultural que incluirá, además del teatro, espacios destinados a la música, el cine y las artes plásticas”.
Artista Emérito de la UNEAC e Hijo Ilustre de La Habana, este gran dramaturgo recuerda con emoción, entre todas sus puestas en escena las realizadas con Teatro Caribeño, su primera producción con ese grupo: El León y la Joya (1991), del nigeriano Wole Soyinka, Premio Nobel de Literatura, la cual representó a Cuba en los festivales Iberoamericano de Teatro, de Cádiz —donde fue premiada— y en el de Otoño, de Madrid, y resultó elegida entre las mejores puestas en escena de ese año en Cuba.
A Eugenio y a Ana A. Cairo Ballester (La Habana, 1949-2019). Premio Nacional de Ciencias Sociales y Doctora en Ciencias Filosóficas, ensayista, investigadora, historiadora y profesora universitaria, repentinamente fallecida el pasado año, estuvo dedicada ola última edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana.
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