Ama(t) al tres en todos los caminos


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Pancho Amat

El primer tresero del que se tuvo noticias se nombró Nené Manfugas y se cuenta que está entre los probados introductores del son oriental en La Habana; corría la primera década del finado siglo XX y se afirma que ostentaba en grado de cabo segundo del Ejército Permanente, todo un éxito social para este negro santiaguero antes correo mambí. Hay quienes afirman que la expansión del tres, como instrumento, más allá del oriente de Cuba se debe a los soldados de la tropa de Antonio Maceo; los negros en lo fundamental, que lo llevaban para tras los combates en sus ratos de ocio contar las hazañas de su jefe y otras historias; muchos de los cuales después regresaron como emigrantes al occidente, en especial a La Habana donde se perdieron en la memoria. Estas son solo suposiciones y noticias convertidas en leyendas contadas desde siempre y que hasta el presente se han respetado.

Se cuenta también, que es gracias al trovador santiaguero Evaristo Sánchez que el tres como instrumento adquiere su forma hoy conocida y se remite tal hazaña al año de gracia de 1907. Lo cierto es que el son oriental como género es directamente proporcional al tres; se diría que no pueden existir el uno sin el otro.

Treseros hay y ha habido los suficientes como para hacer una gran enciclopedia; unos más conocidos que otros. Algunos con aportes inimaginables no solo como instrumentistas. Así se puede hablar de Alfredo Boloña que fundó y dirigió un sexteto imprescindible en la historia del son; lo mismo que Ricardo Martínez Martínez quien funda el más antiguo de los sextetos cubanos El Habanero; esta relación debe incluir, por méritos propios a Valentín Cané fundador y directos de lo que hoy conocemos como Sonora Matancera; Arsenio Rodríguez “el inventor del conjunto sonero”; Reinaldo Hierrezuelo; y propongo que cerremos esta primera relación nominal con Andrés Hechevarría o simplemente “El niño Rivera”, quien definió para la posteridad parte del sonido orquestal del Feeling .

Sin embargo el tres necesitaba un método de estudio y aprendizaje y se ha demostrado que fue el tresero Félix Lucas Guerrero Reyna quien dedicó energías al primer método para aprender el instrumento allá por los años treinta; método que validaba el empirismo y la tradición y que fue la base sobre la que se alzarían los posteriores estudios que sobre este instrumento, fundamental en la música popular cubana, se establecerían.

Pero la tradición es superior a la academia y ha sido pauta que en materia de música popular cubana la academia ha marchado más que rezagada por su carácter escolástico en lo referente a programas de estudios sobre estas manifestaciones que la propia dinámica musical; lo que no resta méritos al esfuerzo de un músico como Efraín Amador que durante años se ha empeñado en hacer del tres y del laúd parte de la familia académica cubana.

Así llegamos a los nombres necesarios del instrumentos que nunca abandonaron Guantánamo como Chito Latamblé, Herminio Wilson y otros que depositaron sus experiencias e impronta en Francisco, “Pancho” Amat y quien se ha convertido en nuestro “tresero oficial o el primo tresero abssoluto”; sin que ello opaque otros nombres. Pancho Amat, como todos le conocen, en gesto de agradecimiento de quienes es deudor ha producido el CD/DVD Mis caminos del tres, junto al sello BIS MUSIC, que se inserta dentro de lo que la compañía discográfica considera su catálogo educativo y sobre el cual ha venido trabajando con rigor.

Aunque el DVD didáctico está diseñado para ejecutantes y guitarristas profesionales, o de aprendizaje avanzado del instrumento; no está reñido con el interés de quienes descubren el sonido de este cordófono; para los neófitos recomiendo voluntad y un poco de esfuerzo.

En cuarenta y cinco minutos aproximadamente, se aprende el ABC y el D de cómo entender, afinar y lograr extraer algunas notas al instrumento cual si fuera un juego de esos que hoy nos propone la industria del entretenimiento informático —salvando las consabidas distancias—; lo que a diferencia de estos los niveles y grados de dificultad están en función de la disponibilidad de tiempo de cada estudiante. Por ello no debe sorprender que en unas pocas lecciones (digamos horas estudio de este material) se logre rasgar al más puro estilo changüicero o se pueda acompañar a un son interpretado por un sexteto o septeto sonero y hasta se avance en una discreta improvisación.

Pancho trasmite algunos de sus secretos —tips le llaman en estos tiempos—; y deja entrever alguna que otra maña para hacer la música cubana y así llegamos al CD complementario de este material. Orgánicamente hace la transición del maestro al ejecutante.

Si en sus clases previas había mostrado el abanico de posibilidades sonoras instrumento en los diez surcos del CD hace gala de cuán importante es además de la técnica el sentimiento —en un tiempo le llamarón la bomba, o la cuchara, o simplemente el chequendengue— a la hora de ejecutar; tanto que se puede ser un buen ejecutante del tres; o se puede ser un ejecutante del que el bailador esté pendiente a la espera de ese solo o ese momento en que derrocha toda su energía.

Personalmente disfruto dos temas en los que la fusión se hace presente —y aquí asumo fusión en serio y no del modo festinado en que cada día la escuchamos cuando se habla de cosas inteligibles musicalmente o se asume este concepto como una excusa para esconder la mediocridad creativa o lo que “ni dios sabe que es”; pues se trata de hacer interactuar dos formas de hacer música para lograr un resultado coherente desde el punto de vista sonoro—y se trata en primer orden de Monte adentro y Monte afuera; un son de estos tiempos con grandes derroches de elementos del Be bop en los que tal maridaje es digno de resaltar. Y es que nadie debe olvidar que esa forma de entender el jazz tiene mucho de cubano en su aspecto percutido (cierto, eh Chano).

Otro tema digno de ser reseñado es el titulado Una Vasca en Camagüey, donde se demuestra hasta qué punto el jazz y la música cubana funcionan de maravillas en estos tiempos y el tres bien puede entrar de una vez por todas donde piano, saxofones, trompetas y bajos han primado por más de un siglo.

La apoteosis está reservada para el final en el tema Tresero de manigua, obra de Ramón Cabrera en la que más que lucir sus dotes como tresero (en una orquesta sería el concertino de su cuerda) Pancho Amat tributa honores a quienes le antecedieron y los conocedores entonces verán los fantasmas de los Oviedo, de los Latamblé, de Arsenio y de otros tantos treseros que abrieron la ruta y que trasmitieron sus secretos sobre el instrumento sin celos ni falsa modestia.

Dicen que en la política de Aristóteles se narran los posibles caminos que debía seguir un iniciado para acceder a una curul en la antigua Grecia si quería ascender socialmente; tal vez este CD/DVD sea la versión cubana de esa obra de la antigüedad en lo que a música se refiere. Esperemos su trascendencia y los treseros que llegaran tras conocerle.


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