Aniversario 113 de la muerte de Leonor Pérez, la madre de Martí


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Un día como hoy de 1907, Doña Leonor Pérez, la madre de José Martí, falleció en la calle Consulado en La Habana a la edad de 78 años.

Vivía en ese momento con su hija Amelia, quien la amparó a su viudez; estaba casi ciega. Doña Leonor y arrastraba el dolor de haber perdido a su esposo, tres de sus hijas, su querido Pepe, y por la pérdida de la soberanía soñada por su hijo, convertido en un héroe de la Patria.

Leonor Antonia de la Concepción Micaela Pérez Cabrera, había nacido el 17 de diciembre de 1828, en Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias españolas.

A los 15 años llegó a Cuba con su familia, a La Habana específicamente; al paso del tiempo conoció al sargento de artillería Mariano Martí y Navarro, con el que se desposó en febrero de 1852 y fueron a vivir a los altos de la actual Casa Natal de José Martí, en la calle de Paula No. 41, calle que hoy lleva en su honor su nombre.

Luego del nacimiento del primogénito José Julián el 28 de febrero de 1953, le siguieron los de sus hermanas Leonor, Mariana Matilde, María del Carmen, María del Pilar, Rita Amelia, Antonia Bruna y Dolores Eustaquia.

Siempre la relación de Martí con su madre fue especial; ella, como buena madre española veía por los ojos de su único hijo varón, por demás dotado de grandes cualidades y virtudes; fue la influencia mayor para que el poeta creciera rodeado de mucho amor, el que luego multiplicaría para entregar a todos y en especial a la Patria con su vida.

Con tan solo 15 años, José Martí escribe su poema épico dramático «Abdala». La noche del 22 de enero de 1969, mientras el Cuerpo de Voluntarios arremetía contra el pueblo habanero en lo que se conoce como los sangrientos sucesos del Teatro Villanueva, el joven Pepe, que había aprovechada la Ley de Libertad de Reunión y de Imprenta decretada por el Gobierno colonial para publicar su periódico La Patria Libre, preparaba la única edición del mismo, en cuyas páginas apareció «Abdala».

Es esta su primera pieza dramática, y constituye una declaración de fe, y consagración a la Patria, para la que dice haberla escrito especialmente.

Además es un ejemplo de la preeminencia de Leonor Pérez en la vida de su hijo,  y de cómo este con tan pocos años vislumbraba las contradicciones que surgirían entre los sentimientos de su madre y su entrega al amor a la Patria; para algunos es también, una especie de premonición de lo que sería su vida.

En la escena 4 de «Abdala», tiene lugar un conmovedor diálogo entre la madre, Espirta, y su hijo Abdala, en el que ante la posibilidad de que este muera en la guerra ella trata de detenerlo, a lo que él responde:

«¿Yo detenerme, madre? ¿No contemplas/el ejército ansioso que me aguarda?/ ¿No ves que de mi brazo espera Nubia/la libertad que un bárbaro amenaza?/ ¿No ves cómo se aprestan los guerreros?/ ¿No miras como brillan nuestras lanzas?/Detenerme no puedo, ¡oh, madre mía!/¡Al campo voy a defender mi patria».

Muchos años más tarde, en 1891, Martí publica en Nueva York, su cuaderno Versos sencillos, que es como dice su autor: «la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras» y en el que incluye un poema autobiográfico, «El enemigo brutal» que evoca los sucesos de la cruenta y triste noche del 22 de enero de 1969, y en el que Martí se refriere a Doña Leonor reconociendo una de sus fundamentales características:

«Llama una mano a la puerta/En lo negro de la noche/ No hay bala que no taladre/El portón: y la mujer/Que llama, me ha dado el ser:/Me viene a buscar mi madre. /A la boca de la muerte, /Los valientes habaneros/Se quitaron los sombreros/Ante la matrona fuerte».

Y muy fuerte tuvo que ser Doña Leonor para soportar con su amor profundo, el tiempo en que su hijo Pepe permaneció en la cárcel y sentir como suyo cada uno de los dolores físicos y espirituales del joven preso.

Martí es condenado el 4 de marzo de 1870 a seis años de prisión, acusado de infidente, por una carta dirigida a Carlos de Castro, ex compañero del colegio de Mendive que se había alistado en la fuerza de Voluntarios, y en la cual él y su amigo Fermín Valdés Domínguez, le preguntaban si conocía la pena que daban los antiguos a los «apóstatas", que no era otra que la ejecución.

Desde la cárcel, Martí escribe para su madre el 28 de agosto de ese año, esos versos eternos en los que comprende la pena de su madre y de alguna manera le pide perdón.

Los versos estaban escritos en el reverso de la conocida foto del joven Martí con el traje de preso, las cadenas y el grillete en el pie, que lo marcó de por vida.

«Mírame madre, y por tu amor no llores, /si esclavo de mi edad y mis doctrinas/tu mártir corazón llené de espinas, / piensa que nacen entre espinas flores».

Doña Leonor, dominando el miedo a perderlo, secundó siempre a Martí en su amor a la Patria y en la monumental obra humana que organizó y desarrolló hasta su muerte, a la que quizás se comprometió en su poema Abdala al confesar: «¡Oh, que dulce es morir cuando se muere / Luchando audaz por defender la patria!».

La madre del Héroe Nacional cubano, murió pobre; nunca recibió ayuda alguna de la República; sin embargo por su fallecimiento se decretó duelo oficial y el Ayuntamiento de La Habana sufragó los gastos del entierro de la madre del Apóstol de la que aprendió bondad, ternura, amor, civismo y moral. 


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