Antonio Bachiller y Morales, un fundador


antonio-bachiller-y-morales-un-fundador

Cualquier persona que alcance el reconocimiento de fundador de una actividad, tendencia, expresión o entidad en la historia o cultura de una nación, merece respeto. Ser un precursor exige entrega, sacrificio, talento, carácter y voluntad poco comunes.

En el caso de Antonio Bachiller y Morales, reconocido sin discusión como el padre de la bibliografía cubana y una de las grandes personalidades de nuestra cultura en el siglo XIX, se trata de un hecho singular, pues se convirtió en un adelantado y un roturador de caminos de una actividad intelectual en un medio particularmente adverso, la sociedad colonial cubana decimonónica. Fue tal su impronta y legado, solamente en el campo bibliográfico, que desde 1950 se adoptó la fecha de su nacimiento, 7 de junio de 1812, como Día del Bibliotecario Cubano.

Nacer en un hogar con solvencia económica le permitió al joven Bachiller y Morales cultivar su intelecto y graduarse en los estudios medios y superiores, en 1837, en Leyes y más tarde en Cánones, y vencer la Licenciatura en Derecho Canónico, un año después, en la Real Audiencia de Puerto Príncipe, en la que recibió el título de abogado. A partir de ese instante, Bachiller y Morales puso todo su esfuerzo e inteligencia en bregar por la cultura insular en diversos campos del conocimiento en los que trabajó con tesón. Fue un americanista profundo y en tal propósito estudió a fondo las culturas precolombinas. Su obra intelectual, docente y práctica trascendió su tiempo y fue fuente de estímulo para incontables continuadores en escenarios más proclives a la cultura y las ciencias.

No sería ocioso recordar que, en el mismo año de su nacimiento, 1812, se promulgó, con la Constitución de Cadiz, la primera (efímera) libertad de imprenta para Cuba. Un adelanto relativo, pues lo que se publicó por aquellos años mayoritariamente en la Isla fueron textos políticos retrógrados y de poca importancia cultural para los cubanos. Tendrían que pasar ocho años para que se emitiera una segunda libertad de imprenta en Cuba, debida a la toma del poder en la Península por los liberales. Ahora fue diferente, ya que hubo publicaciones que contenían defensas a la causa separatista e ideas americanas emergidas al calor de las batallas emancipadoras en el sur del continente. Igualmente, no duró mucho ese oasis cultural, pues en 1825 se establecieron las facultades omnímodas para las colonias y una férrea censura cubrió las ediciones en los territorios dominados por España. Dentro de ese páramo tuvo que batallar Bachiller y Morales para comenzar a hacer su obra cultural.

Bachiller publicó entonces textos sobre agricultura, leyes y educación, temas que sabía eran muy necesarios para el desarrollo de la sociedad cubana y materias que estaban ciertamente en pañales. Su intensa actividad en la Sociedad Económica Amigos del País y de Síndico en el Ayuntamiento de La Habana le fueron creando espacio y prestigio social. En 1842 participó activamente en la reforma universitaria y poco después fue designado catedrático de Derecho Natural y de Fundamentos de la Religión en la Universidad de La Habana. Más tardeocuparía la cátedra de Filosofía y Derecho y, en 1862, cuando ya la sociedad insular se abocaba a los prolegómenos de una revolución, ocupó el decanato de la faculta de Filosofía. En ese tiempo, Bachiller fue un atento protector y desarrollador de la biblioteca de dicha facultad.

Cuando estalla la revolución cespedista, en 1868, se vio envuelto en los turbulentos sucesos del Teatro Villanueva y del Café del Louvre, por lo que se convirtió en sospechoso para las autoridades españolas. Además, suscribió un documento en el que reclamó una amplia autonomía para Cuba como solución al conflicto bélico. Esto le granjeó la inmediata repulsa del Cuerpo de Voluntarios, quienes asaltaron y saquearon su residencia. Tuvo que emigrar. En la guerra independentista murió uno de sus hijos, el que, herido en combate, y estando recuperándose en un hospital mambí, fue macheteado alevosamente por soldados españoles. Fue una terrible noticia para él. 

Regresó Bachiller a Cuba después de la conclusión de la guerra. De inmediato, se entregó de nuevo a su labor de impulsor de la cultura y las ciencias bibliográficas (que aún no recibían esa dignidad). Comenzó a relacionarse con lo más granado e ilustre de la cultura de entonces: Tomás Romay, José Agustín Caballero, Enrique José Varona y finalmente José Martí.Bachiller fue socio y miembro de prestigiosas entidades científicas cubanas e internacionales.

De su amplia obra escritural destacan sus Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública de la isla de Cuba, publicada en La Habana entre 1859 y 1861, una obra fundacional en cuanto a valorar la incipiente cultura insular y la que determinó, con total justicia, que se le comenzara a llamar, póstumamente, como el padre de nuestra bibliografía. En el segundo tomo de ese libro, apareció el título “Publicaciones Periódicas-Catálogo razonado y cronológico hasta 1840 inclusive”, que es considerada la primera obra referencial publicada en el país. En el volumen tercero de sus Apuntes…, bajo el título de “Catálogo de libros y folletos publicados en Cuba desde la introducción de la imprenta hasta 1840” dio continuidad al anterior aparato bibliográfico. Según nuestra principal bibliógrafa viva, Araceli García Carranza, “Esta obra fundadora del erudito Antonio Bachiller y Morales no solo desbordaba su época, sino que es también auténtica y perdurable, porque trascendió a sus contemporáneos”. Ese fue el comienzo. 

Después, otros bibliógrafos eminentes como Eusebio Valdés Domínguez, Francisco Jimeno, Domingo del Monte, Manuel Pérez Beato, Fermín Peraza, Domingo Figarola Caneda, Francisco de Paula Coronado, Juan Manuel Dihigo y, sobre todo, Carlos Manuel Trelles y Govín, el más sobresaliente de todos, dieron continuidad y desarrollo a la bibliografía cubana, hasta ponerla en un sitial de avanzada en el continente y darle la jerarquía de ciencia.

No quisiera concluir esta sencilla evocación sin detenerme un instante en el respeto y admiración que sintió José Martí por Bachiller y Morales, pues le dedicó, en su muerte, un texto que algunos estudiosos consideran una de sus más hermosas piezas de arte biográfico publicadas por el Maestro, debido a su evidente inspiración y que sobresale entre todo lo que escribió Martí en su afán por ponderar vidas ilustres (como se sabe, publicó numerosos textos de ese tenor).  Dijo entonces sobre Bachiller:

“Americano apasionado, cronista ejemplar, filólogo experto, arqueólogo famoso, filósofo asiduo, abogado justo, maestro amable, literato diligente, era orgullo de Cuba Bachiller y Morales y ornato de su raza”.

Para algunos especialistas en la obra martiana, este aprovechó sus textos sobre cubanos sobresalientes para deslizar en ellos sus concepciones sobre el independentismo, la autenticidad cultural americana (y cubana desde luego) y propiciar y demandar el respeto por nuestras culturas autóctonas, tema para el cual la vida y obra de Bachiller se prestaba como ninguna. Martí, de alguna manera, se sintió un seguidor del legado del gran erudito al dar continuidad a la Galería de Cubanos Ilustres, iniciada por aquel en sus célebres Apuntes…. Es evidente la admiración que sintió el Maestro por su figura.

De manera que el Día del Bibliotecario Cubano no puede tener una fecha más justa para su evocación y conmemoración. A partir de 1959, con los espacios abiertos por la Revolución en el ámbito de la cultura y el libro, se crearon las mejores condiciones para desarrollar y continuar al máximo el trabajo de los precursores. La Biblioteca Nacional José Martí se convirtió en el epicentro de la potenciación de la bibliografía nacional. Nuevos bibliógrafos trabajaron en aumentar ese patrimonio cultural. La vida y obra de Antonio Bachiller y Morales siguió y sigue inspirando la ciencia bibliográfica cubana.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte