Escribo bajo la impresión de esta mañana de emocionados afectos, recuerdos y compromisos cuando en la habanera sede de la Unión de Periodistas de Cuba, en El Vedado, nos reunimos probablemente más de doscientas personas para homenajear a Antonio Moltó Martorell, el reciente fallecido presidente de esa organización.
Muchos de los que compartieron los trajines del periodismo escrito y radial junto a Moltó narraron anécdotas y evaluaron sus cualidades en el ejercicio de la profesión. Otros se refirieron a sus cualidades aglutinadoras, a su condición de revolucionario puro y limpio, a su empuje para mover a sus compañeros hacia el periodismo que el país necesita. Todos coincidieron en su entrega, su dedicación, su tenacidad, su entusiasmo contagioso, su capacidad para el ejercicio de la crítica ante los problemas y obstáculos para construir el socialismo.
Si alguien allí no conocía a Moltó estoy seguro que comprendió por qué a este hombre se le reconoció un verdadero liderazgo entre sus colegas, sus compañeros y sus amigos; el verdadero liderazgo, el que se crea de manera natural, sin imposiciones por cargos o poderes.
Por eso la cultura cubana toda, no solo el periodismo, se halla de luto. Moltó fue persona de la cultura nacional, justamente por esas capacidades que se le reconocieron.
¿Acaso Haciendo radio, bajo su conducción, no fue un aporte singular a la cultura nacional? ¿Levantar el empaque y el sentido informativo de un periódico como Tribuna de La Habana no fue un hecho cultural? ¿Hablando claro no ha sido un espacio que ha marcado el periodismo del país y que ha hecho mucho por ello para la cultura revolucionaria? ¿Impulsar desde la UPEC la formación y la actualización técnica de los periodistas no era una necesidad de la cultura cubana? ¿Conducir a la organización de los periodistas hacia el periodismo de hoy, el del socialismo que hay que edificar como creación heroica, original y propia, no es parte de la tarea imprescindible y urgente de abrir paso cada vez más a otra cultura que no puede ni debe ser la del capitalismo?
Para mí, que siempre he pensado que la práctica del periodismo es parte y a la vez expresión de la llamada cultura artística y literaria, la vida de Antonio Moltó Martorell se entregó a plenitud a la cultura cubana, es decir, al alma y la conciencia de la patria. Esa fue su pasión, la que ha de seguir conduciendo, cada vez más, a la UPEC y a los periodistas cubanos. El ejemplo de Moltó así lo reclama.
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