Armas rumbo a la Sierra (II)


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De ahí que, de momento, contar con más armas se erigía en un propósito de absoluta prioridad. Ya se conocía la posibilidad de conseguir un importante cargamento de armas en Venezuela. En la reunión del Alto de Mompié, Luis Buch lo reiteraba nuevamente de acuerdo con la impresión que había recibido al respecto durante su visita a Caracas en el mes de febrero. En relación con lo tratado acerca de este asunto, de esa reunión el Che dejó escrito:                               

En el exterior había muchos problemas (...) Se resolvió que Fidel enviara una carta a los emigrados y exiliados reconociendo como único organismo oficial al comité del exilio del Movimiento 26 de Julio, se analizaron todas las posibilidades que brindaba el gobierno de Venezuela, presidido por Wolfgang Larrazábal en aquel momento, que había prometido apoyar al Movimiento y que de hecho lo hizo (...) Se tomaron otros acuerdos en la reunión, además de Haydée Santamaría, que debía ir a Miami, Luis Buch debía trasladarse a Caracas con instrucciones precisas acerca de Urrutia. A Carlos Franqui se le ordenaba llegar a la Sierra (1) para hacerse cargo de la dirección de Radio Rebelde. (2) Los contactos se harían por radio a través de Venezuela mediante unas claves confeccionadas por Luis Buch que funcionaron hasta el final de la guerra. (3)

Las actividades fundamentales realizadas por Luis Buch se concentraron hasta finales de junio en la reorganización del Comité del Exilio, en cumplimiento de las orientaciones impartidas por Fidel, aunque algunas de las dificultades no quedarían superadas sino hasta el mes de agosto con la sustitución de Mario Llerena. (4) En la capital venezolana la atención debió concentrarse en los trajines que se concretarían finalmente en el denominado Pacto de Caracas, firmado el 20 de julio por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, el Movimiento de Resistencia Cívica, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, una de las tres tendencias de la Federación Estudiantil Universitaria, la Organización Auténtica, el Grupo Montecristi, el Grupo 4 de Abril, y las fracciones insurreccionales del Partido Revolucionario Cubano (Auténticos), Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos) y Partido Demócrata. (5)

La situación interna en Venezuela, mientras tanto, no era la más propicia para la gestión del armamento. Varias conspiraciones se habían sucedido unas a otras, lo que obligó a efectuar varias restructuraciones dentro del alto mando del  ejército y la aviación, principalmente. De ahí que con frecuencia cundiera la alarma dentro de ese país, que alcanzaba también a los revolucionarios cubanos vinculados a la Junta de Gobierno encabezada por Larrazábal.

A todo esto se agregaba la puja de otras organizaciones del exilio cubano en el sentido de reclamar una participación en la entrega de las armas prometidas, lo que obligaba a constantes discusiones y cabildeos.

Por eso Fidel me autorizó a viajar hacia allá, diría Luis Orlando Rodríguez muchos años después. (6) Yo me había puesto a pensar en el asunto. Había oído lo que pasaba en Venezuela con un cargamento, que se había embotellado, que había problemas, que así era imposible convencer a los venezolanos para sacarlo. Y entonces me decido a pedir autorización para ir a Sudamérica a fin de ayudar a que se consigan y traer esas armas. Pensaba que si iba un hombre de la Sierra, que era sobradamente conocido allí, sobre todo por la radio, por Radio Rebelde (7), y se le replanteaba al gobierno el asunto, las dudas se iban a despejar completamente y el gobierno de ese país iba a confiar en el éxito y la seriedad de nuestra lucha, y nos entregaría las armas.

No le fue fácil a Luis Orlando obtener esa autorización. Y no sería por falta de confianza en su firmeza revolucionaria ni en su capacidad para esa empresa. Le preocupaba a Fidel enviarlo a una misión que implicaba riesgos enormes para una muerte probable. No era solo eludir los varios anillos del cerco que ya se había cerrado en torno a la zona rebelde en la Sierra Maestra, bajar a las ciudades, recorrer la isla hacia el occidente, salir al extranjero y regresar con las armas.

El problema era que a quien se le encomendaba hacerlo era una de las personas más conocidas en el ámbito político nacional y, por tanto, podría ser fácilmente descubierto por el enemigo. Veintiocho años de ininterrumpida presencia en la vida revolucionaria y política del país, desde que se inició en las luchas estudiantiles de La Habana contra Machado, junto a Mariano González Rubiera y Félix Ernesto Alpízar, habían llevado a Luis Orlando a ser una figura de gran popularidad y, en consecuencia, muy conocida por los agentes de todos los aparatos represivos.

No le fue fácil. Pero al fin pudo salir con esa misión... y una granada de mano, que siempre conservó y mostraría con orgullo hasta el último día de su vida. La misma granada que Fidel pidió al Che, a su lado, y se la entregó a él "porque no te pueden coger vivo", le dijo cuando se despedían el 18 de junio de 1958 en el Alto de Mompié, día en el que comenzaba para Luis Orlando esta historia. La historia de cinco meses y medio abundantes en peripecias, que emulan unas con otras en el asombroso plano de lo increíble.

La salida

De La Plata a Santo Domingo. A caballo. Y una campesina que sale al camino y "no siga, no siga, que ahí mismo está Sánchez Mosquera levantando el campamento". Era la ofensiva que empezaba. Y volver grupas. Santo Domingo. La Plata. Avisar. La Plata. Santo Domingo. La Habanita. Y el guía. Y una línea de cerco. Y otra línea. Y cruzar veloz a cien metros entre dos emboscadas. El guía, al lado, el mismo que asesinarían cuando regresara con los cinco mil pesos que habrían de recaudar en Manzanillo.

En Manzanillo, a pie. Dondequiera muchos guardias. Empezar los contactos. Enviar mensajes. Dormir sobre un buró. Carro panel de venta de cigarros. Falso carnet de viajante. Pelo teñido de blanco. Espejuelos negros. Bayamo. Traje de dril. Un sombrero jipi. Auto de lujo. Chofer de uniforme. Hasta Santa Clara. "Y había ocurrido un encuentro, y había habido algunos muertos del ejército y estaban que mordían, registraban todo, paraban a todo el mundo". Y el primer contacto: "Vete, vete, que me casé y mi mujer es hermana de un teniente batistiano, figúrate". Y el segundo: “Se dio tal turbada que cuando le toqué a la puerta como a la una de la madrugada, y abrió y me vio, se le olvidó cómo estaba vestido y salió a la acera así mismo para que yo no entrara, y yo ‘pero ¿y esto? ¿Qué es lo que tú quieres, que nos coja la policía por estar tú en la calle en calzoncillos?’ Y él: ‘No, no, que mi mujer, que se muere, que nos matan, que mis hijos...’ Y yo: ‘Estate tranquilo, vete a dormir’ y lo empujé para adentro y le di la espalda”.

Y ya sin máquina. Y unos pocos pesos. Y otro contacto que "Oye, Luis Orlando, esto está terrible. Y a esta hora. Bueno, no hay más que una solución". Y a un bar de meseras. Y un hotelucho. Y un recado al amigo de infancia. Y al día siguiente, una máquina. Otro chofer. Dinero. Y La Habana.

Y el proyecto de avión a secuestrar que falla. Y el proyecto de pesquería por Matanzas que falla. Y ver pasar los días. Y una casa. Y no dormir. Y vigilar. Y aquel joven tiroteado por la policía "junto a la ventana desde la que yo miraba para la calle, entre las persianas". Y salir. Y contactar. Y otra casa "que estaba pegada a la Autopista del Mediodía, que da la casualidad que cuando yo iba regresando a ella un día, la mujer del dictador que venía con una escolta de tres carros y se me atraviesan y tengo que frenar y dejarlos pasar por delante, sin pestañear, solo atento para ripostar si algún esbirro de aquellos me reconocía". Y un tercer lugar. Por Malecón. A un costado del Parque Maceo. Frente al Torreón. Un quinto piso. La casa donde más tiempo estuvo "y de la que tuve que salir jugándome la vida, porque por casualidad parece que estaban buscando a alguien por esa zona, y empezaron a llegar policías y gentes sin uniforme, armadas, y a ocupar las azoteas de las casas colindantes y a situarse en las esquinas, y yo mirando desde allá arriba y diciéndome ¡aquí vienen a buscarme a mí!, y cogiendo la pistola y montándola, y pegándomela debajo de una axila, debajo de un saco de esos anchos, y bajando las escaleras con una mano en el gatillo y la otra palpando la granada de la que nunca me separaba, y encorvándome un poco y cojeando, como un anciano; y parece que lo creyeron porque me miraron y me dejaron seguir".

Y de nuevo, Las Villas. Y en Las Villas, Caibarién. Y en Caibarién, el mar. Y la noche. Y un bote. Y remar. Remar solo, rumbo a aquella sombra en el agua. Un lanchón. ¿Una celada? Cinco horas de espera. Solo, de noche, en una barcaza solitaria, en medio del puerto, en espera de un hombre desconocido. Y las dos y media de la madrugada. Y un ruido. Y un bote de motor. Un pescador. Ninguna contraseña. El trasbordo. Una pistola. La granada. Mar afuera. Sin brújula. Sin nada. Solo la oscura línea de la costa a la derecha, a lo lejos. Que amanece. Que el sol. Que el calor. Que atrás Las Villas. Que anochece. Que Camagüey. Y muchos pájaros. Y la luz de un faro. Y un arrecife. Y anclar, que hay que esperar a que cierre la noche "para que no puedan vernos con los anteojos porque nos caen atrás y nos cogen seguro, seguro". Y otra vez la noche en el mar. Y un cayo. Y otro cayo. Otro amanecer. Y otro día, tres días. Cuatro noches. Y, al fin, Andros, en Las Bahamas. ¿Al fin?

Cuando llegamos frente a las costas de la isla Andros me pasé para la lancha de uno que estaba pescando allí, al que le di cinco dólares para que me llevara a la orilla, y le entregué al pescador los 200 convenidos. Él me dijo: “Muchas gracias. Que tenga suerte, que la va a necesitar”. Y yo me dije: “¡Coño!, ¿después de todo lo que me ha pasado, este me dice que voy a necesitar más suerte?”

¿Y sabes quién era ese pescador que me llevó hasta Andros desde Caibarién? Cuando te lo diga te vas a caer para atrás. Uno que después de mi viaje se sospechó que había asesinado a dos jóvenes del Directorio Revolucionario en una travesía similar, y que también se cree que después tuvo que ver con la muerte de “Tony” Santiago, y que al servicio de la CIA ha atacado a los pescadores cubanos. El famoso “Antoñico”. Ese fue el hombre. (8)

Dos meses y medio de riesgos debió correr Luis Orlando para poder salir de Cuba. El 29 de agosto, cuando desde Andros llegó a Nassau en una avioneta comercial, después de una noche más de vigilia sin soltar la pistola, sentado en el dintel de una deshabitada choza de pescadores, habían transcurrido 73 días desde el inicio de su salida de La Plata. (9)

En esos momentos, ya se había completado la derrota militar de la tiranía en la Sierra Maestra. “El enemigo sufrió más de mil bajas, de ellas más de 300 muertos y 443 prisioneros, y unidades completas de sus fuerzas fueron aniquiladas o desarticuladas. Quedaban en poder de los rebeldes 507 armas, incluidas dos tanquetas, 10 morteros y 12 ametralladoras calibre 30.” (10)

Con esta perspectiva del precipitado viraje en el curso de la guerra, en el que la disposición de una mayor cuantía y calidad de las armas incrementaría aún más la frecuencia y fuerza de los golpes al régimen, cabe imaginar la ansiedad de Luis Orlando cuando al llegar el 3 de septiembre a Jamaica y solicitar la visa al Cónsul venezolano en Kingston, se enteró de que estaban cerradas las entradas al país desde finales del anterior mes, debido a otro intento de putsch contra la junta de gobierno encabezada por Larrazábal, lo que provocó la remoción de varios altos oficiales del ejército de ese país. Empezaba así otro mes de desesperantes gestiones viviendo en un modesto albergue de marinos en Jamaica, para no tocar un solo centavo de los 20 000 dólares que llevaba al salir de Las Villas con el fin de adquirir armas en el extranjero.

De Jamaica decidió partir hacia Miami, riesgosa escala para llegar a México. El riesgo se superó debido al cambio de nombre en su pasaporte. De haber sido identificado por el Departamento de Inmigración de Estados Unidos, muy probablemente lo hubiesen detenido y extraditado a Cuba. Lo cierto es que Luis Orlando tenía prohibida la entrada a ese país desde que en su época de parlamentario ortodoxo logró que la Cámara de Representantes nombrara una comisión, que él encabezó, para trasladarse a Puerto Rico a brindarle apoyo y protección a Pedro Albizu Campos, en la ocasión en que el gran dirigente independentista borinqueño fue cercado y su casa baleada prolongadamente por la policía colonialista con la intención de asesinarlo. (11) Detenido en esa oportunidad en el aeropuerto de Miami, a Luis Orlando se le impidió continuar el viaje. Pero, aunque debió regresar a Cuba sin cumplir aquel propósito, y fue desaprobada por la cámara su inmediata moción de condena al gobierno estadounidense por la detención ilegal de congresistas cubanos, ambos gestos conservan el brillo de la excepción en la historia de aquella república del bochorno.

En México, Gustavo Arcos había alistado una operación de envío de armas. Coincidentemente, el Movimiento 26 de Julio adelantaba 75 000 dólares por el derecho a la compra de un avión de gran porte en Estados Unidos. Fuerte discusión se había desatado dentro de la organización en el exilio. En contra de la opinión de algunos que consideraban que la aeronave debía ir hacia Venezuela para poder llevar a Cuba las armas que allí se consiguieran, que en todo caso se consideraba habría de ser una cantidad mucho mayor que la de México, el entonces Delegado Bélico en Estados Unidos, Ricardo Lorié, y Pedro Luis Díaz Lanz impusieron de facto la decisión de llevar el avión a México.

En el momento en que Luis Orlando llega a México avanzaba ya el mes de octubre de 1958. Las  indagaciones que hizo lo llevaron a la conclusión de que esa operación terminaría en un fracaso ya que, conocedor del ámbito mexicano y de los antecedentes dudosos de ciertos personajes que por allá se movían, desconfiaba de algunas personas que tenían conocimiento del plan. Le dio su parecer a los que dirigían la operación y salió con destino final a Venezuela. Lamentablemente, no le hicieron caso; a los pocos días se produjo una delación, casi todos los involucrados quedaron detenidos en Morelia y las armas y el avión fueron incautados.

Tras un rápido periplo por Honduras, Costa Rica y Colombia, siempre en busca de armas, Luis Orlando arribó finalmente a Caracas el 19 de octubre de 1958.

NOTAS:

  1. Desde el 30 de octubre de 1957, fecha en la que en carta dirigida a Mario Llerena Rodríguez, Fidel oficializó el Comité del Exilio, Carlos Franqui Mesa integraba su ejecutivo en el que desempeñaba la función de Organizador. Periodista de la revista Carteles, Franqui había sido editor del primer periódico clandestino del MR-26-7, Aldabonazo, en mayo-junio de 1956; fundador también del periódico Revolución en La Habana después del inicio de la guerra, era ya responsable nacional de Propaganda del Movimiento cuando cayó preso el 7 de marzo de 1957;  una vez liberado, obtuvo asilo en la Embajada de Honduras y viajó el 5  de septiembre de 1957 a Costa Rica, país del que pasó a Estados Unidos.
  2. Con la orientación general del Che, desde su salida al aire el 24 de febrero de 1958, Luis Orlando Rodríguez había sido el primero en dirigir Radio Rebelde, así como el periódico El Cubano Libre, editado e impreso en la Sierra Maestra también bajo la responsabilidad del Che. Para desarrollar las funciones de Luis Orlando en Radio Rebelde y El Cubano Libre, Franqui llegaría a un lugar cercano a La Plata, en la Sierra Maestra, el 29 de mayo de 1958. El avión en el que hizo el viaje procedente de Miami, tripulado por Pedro Luis Díaz Lanz, trajo 30 cabinas italianas con su parque, un fusil Garand, 20 000 proyectiles 30-06 y una caja de fulminantes eléctricos para uso en las minas. Era el primer cargamento que se recibía directamente en la Sierra desde el extranjero, después del que llegó el 30 de marzo procedente de Costa Rica.     
  3. Ernesto Che Guevara: "Una reunión decisiva", revista Verde Olivo, La Habana, Año 5, Nº 7, 28 de agosto de 1964, pp. 19-22. Reproducido en  Ernesto Che Guevara, Obras1957-1967, Tomo I, pp. 392-398, Colección Nuestra América, Editorial Casa de Las Américas, La Habana, 1970, y en Ernesto Che Guevara: escritos y discursos, Tomo 2, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1972, Instituto Cubano del Libro. Las claves elaboradas por Buch a las que se refiere el Che, llegaron a la Sierra Maestra vía Miami-Santiago de Cuba a fines del mes de julio. Una amplia reseña acerca de la técnica empleada para estas claves y el uso de las mismas puede verse en Luis Buch, Más allá de los códigos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995.
  4. El Comité del Exilio, órgano que atendería todo el trabajo del Movimiento fuera del país, después de su restructuración quedaría finalmente integrado por Luis Buch, Coordinador; José Llanusa Gobel, Responsable de Organización; Raúl Chibás Ribas, Responsable de Finanzas; Antonio Buch Santos, Responsable de Propaganda; Delegada de la Dirección Nacional y en representación de Fidel, Haydée Santamaría Cuadrado. A excepción de Luis Buch, los demás miembros del Comité del Exilio radicaban permanente en Estados Unidos. El 16 de septiembre de 1958, Haydée sería designada Financiera por Fidel ?en lugar de Chibás?, y Buch, además de Coordinador, sería su Responsable de Relaciones Públicas. En la práctica se establecieron tres zonas delimitadas para el trabajo del exilio: Estados Unidos, bajo la dirección de José Llanusa; México, atendido por Gustavo Arcos Bergnes; y el resto de América —incluido el Caribe— y Europa, dirigido por Luis Buch. 
  5. Posteriormente, también se adscribió al pacto una organización denominada Unidad Obrera; e, individualmente, los dirigentes obreros Pascasio Lineras, Lauro Blanco, José María de la Aguilera y Ángel Cofiño.
  6. La mayor parte de la información relacionada con Luis Orlando Rodríguez Rodríguez fue ofrecida por este al autor en las entrevistas referidas en la primera entrega de este artículo.
  7. Ya en el mes de marzo de 1958, poco después de constituirse como Sección Venezuela del Movimiento 26 de Julio, los revolucionarios cubanos allí residentes instalaron una planta radiotrasmisora-receptora con la que después establecerían comunicación directa con Radio Rebelde en la Sierra Maestra. A esta planta, situada en Caracas, se le nombró Un Indio Azul. Un Indio Azul devendría, además, la base para el establecimiento de lo que se denominaría La Cadena de la Libertad, mediante la cual se irían enlazando varias plantas de radio en América del Sur y Centro América, incluso comerciales, que retrasmitirían la programación de Radio Rebelde. Aparte de las 50 radioemisoras comerciales que llegaron a reproducir la programación de Radio Rebelde en Venezuela, también lo llegaron a hacer otras 28 importantes emisoras  desde Argentina hasta Estados Unidos. Para las comunicaciones directas en clave del Movimiento 26 de Julio con la Sierra Maestra y los demás frentes guerrilleros —en la medida en que estos se fueron integrando— a Un Indio Azul seguirían Dos Indios Verdes, también de Venezuela; Un Indio Apache, México; Un Indio Negro, Haití.
  8. Antonio “Tony” Santiago García (Placetas, Las Villas, 19 de septiembre de 1923), emigra por motivos económicos a Estados Unidos. A los 18 años de edad se incorpora voluntario al Ejército norteamericano y pelea en el frente del Pacífico. Terminada la Segunda Guerra Mundial, regresa a Cuba, desempeña varias ocupaciones y vuelve al norte en 1952. Radica en Miami, donde a partir de 1956 se vincula al Directorio Revolucionario. En enero de 1958 retorna a Cuba por La Habana, y al siguiente mes se incorpora a los expedicionarios del yate Scapade que arriban al país. Se  integra con parte de ellos al Frente Escambray del Directorio Revolucionario 13 de Marzo en Las Villas, en el que obtiene los grados de comandante, después de haber ocupado la responsabilidad de Coordinador del DR-13-M en esa provincia tras la caída de Ramón Pando Ferrer. Al triunfo de la insurrección se encontraba en Miami donde cumplía una nueva encomienda. Oficial de la Seguridad, simula ser desafecto a la Revolución y se infiltra en los grupos contrarrevolucionarios. Se le asigna una misión a desarrollar en Estados Unidos, y en su cumplimiento pierde la vida a bordo del pesquero El Pensativo, sin que en aquel momento se conociera la forma en que ocurrió. En 1964, otro agente cubano también infiltrado conoció del propio “Antoñico” ,un asesino a sueldo de las bandas enemigas, lo ocurrido: "(...) me comuniqué con la avioneta y entonces le disparé al barco con un cañón de 30 milímetros y lo partí en dos. Los tres pescadores a flote y gritaron ¡Patria o Muerte! Comencé a dispararles con la calibre 30 hasta que ninguno de los tres salieron a flote".
  9. Seis días antes había arribado a Cienaguilla, Sierra Maestra, una avioneta piloteada por Pedro Luis Díaz Lanz. Procedente de Estados Unidos, traía una planta de radio de onda larga, para hacer llegar directamente las trasmisiones de Radio Rebelde a todo el territorio nacional, y dos plantas eléctricas con sus correspondientes aditamentos, y motores de gasolina, así como bombillos y cables eléctricos para la iluminación de las improvisadas pistas de aterrizaje. El 29 de agosto la misma avioneta con igual piloto aterrizaba en la pista de Cayo Espino, próxima a Cienaguilla, a unos 30 kilómetros de Manzanillo; en ella llegaron Raúl Chibás y el dirigente obrero del MR-26-7 habanero José Pellón Jaén. En esta ocasión traía varios fusiles M-1 y 30 000 proyectiles 30-06.
  10. Pedro Álvarez Tabío: "La Guerra Revolucionaria", en Historia de Cuba, Tomo IV, capítulo 11, Instituto de Historia de Cuba, La Habana, inédito.
  11. El 30 de octubre de 1950 se produjo en Puerto Rico la denominada Rebelión de Jayuya, el alzamiento armado revolucionario independentista más importante que se registraría hasta aquel momento en ese país contra la dominación colonialista yanqui. En la estela represiva que siguió al revés de las fuerzas patrióticas, el 2 de noviembre fue asaltada la casa de Albizu Campos, quien tras tenaz resistencia, fue apresado de nuevo y otra vez condenado, en esta oportunidad a 79 años de prisión.

 

 


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