Si de temas populares se trata, a la feria Arte en la Rampa habría que darle un primer lugar.
Compitiendo con los comentarios sobre las altas temperaturas y el transporte, la XLIII edición de ese evento se halla en el top de los debates domésticos y hasta mediáticos, y, como suele suceder cada año, son nuevamente los precios de las ofertas el centro de las discusiones.
Pero no lanzaremos otra flecha sobre esa diana. Nuestro punto será sencillo: Arte en la Rampa, como su nombre lo indica, trata de mostrar la obra que pintores, músicos, escultores, sastres, zapateros, orfebres… realizan a lo largo de la Isla. Es un evento que, en solo dos meses, trata de cubrir las más diversas manifestaciones del arte en Cuba mostrando tanto a sus cultores consagrados, como a los noveles.
Cierto es que en medio de su sede, el capitalino Pabellón Cuba, nos asalta una suerte de deja vu al reconocer en los stands piezas semejantes a las de años anteriores, y que —definitivamente— son pocos los expositores si se les compara con la riqueza cultural que posee el país. Habría que preguntarse, sin embargo, a qué responden esos patrones.
Desde el año 2000, en que se realizó por primera vez, los coordinadores del evento tienen la misión de reflejar, en un breve lapso y espacio físico, buena parte de las novedades y tendencias del arte cubano. El Fondo Cubano de Bienes Culturales, la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem) y Artex S.A., como principales gestores, convocan a la sede proyectos institucionales e individuales que respondan al buen gusto estético y, sobre todo, a los valores de nuestra idiosincrasia.
Para suerte del público, repiten anualmente representaciones de Casa de las Américas, la Oficina del Historiador, Génesis Galería, Quitrín, el Instituto Cubano del Libro, entre otros; y sobra decir que, si de aceptación hablamos, entonces vale la “redundancia”.
Habría, además, que girar la vista a otros sitios de la misma sede y notar que no son solo los stands donde se puede apreciar el arte cubano. Como también se ha hecho en ediciones pasadas, Arte en la Rampa cuenta con una programación cultural de primer nivel que incluye desde presentaciones de discos, debates con artistas y conferencias de prensa en el Salón de Mayo de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), hasta conciertos de solistas y agrupaciones como Alain Pérez, Luna Manzanares, Cucurucho Valdés, Ivette Cepeda, William Vivanco o Gerardo Alfonso.
Habría que tener en cuenta que, a poco más de un mes de su inauguración, suman 115 mil sus visitantes y un millón 239 mil 514 pesos (moneda total) lo recaudado en las ventas. Que espacios como Encuentro con…, conducido por la periodista Magda Resik, se hacen pequeños al contar con invitados como Isabel Santos, Fernando Echeverría, Eduardo Sosa y Bobby Carcassés. Que cada martes deviene punto de encuentro con los nuevos trovadores cubanos en Trovarte, peña que realiza la AHS con la revista El Caimán Barbudo. Que permite conocer a los realizadores del mundo audiovisual cubano y sus protagonistas a través de actividades como A escena, conducida por Renecito de la Cruz y “aderezada” con agrupaciones de pequeño formato que trabajan la música fusión. Que lleva, en efecto, 17 años funcionando —aún con sus deficiencias—; y que logra reunir más de 60 expositores en cada una de sus citas.
Como cualquier otro evento, Arte en la Rampa no escapa a la economía nacional, de la cual es eco; tampoco a las inconformidades que, amén de sus causas en problemas relacionados directamente con la cita, siempre tendrán que ver con los gustos y expectativas de cada cual.
“Hacer lo mejor que se puede” no es consuelo ni excusa. Sin lugar a duda, “lo mejor” estará por encima de lo que se hizo, aunque clasifique como bueno. Que exista debate, opiniones encontradas, insatisfacciones es, precisamente, lo que impulsa el desarrollo y es, además, una expresión de la importancia de cualquier tema a nivel social. Y este, sin discusión, lo es.
ARTÍCULO RELACIONADO:
Deje un comentario