Arte total, a todo corazón / Por: Jorge Fiallo


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Foto: Cortesía del autor.

 

Muy a tono con la proximidad del Día Mundial del Niño y la Niña declarado por la Organización de las Naciones Unidas, y como viva expresión de la salvaguarda de sus derechos por nuestro país, el Teatro de Muñecos Okantomí que dirige el Maestro Pedro Valdés Piña, llevó a la sala de Pediatría del Hospital Oncológico habanero una muestra de su repertorio adecuado al perfil itinerante, sin entablado ni escenografía, a golpe de voluntad y creatividad, pero en tal fusión de expresiones artísticas que si bien resulta consustancial al teatro, para Okantomí lo es en grado superlativo.

El montaje que ofreció, bajo la dirección artística de la Maestra Martha Díaz Farré (Rirri), se inserta en el Proyecto “Luis Brunet in Memoriam” en la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC, y mensualmente les lleva diferentes grupos que coordina Gladys Gil Reyes, actriz titiritera que comparte hoy sus proyectos personales y esta labor que se asume como entrega desinteresada.

El objetivo es claro y tan oportuno como para franquear las dificultades de cualquier tipo que nos acechan: llevarle a los pequeños pacientes, familiares, personal médico y auxiliar, un poco de la fantasía imprescindible para cualquier caso, mucho más si se requiere levantar ánimo y disposición, liberar esa fuerza interior que complementa el efecto de las medicinas.

Se combinan así, entre tantos servicios que presta el arte, la función lúdicra y la coadyuvante de la terapia, fusión que no fue única en lo que Okantomí llevó, pues también incorporaron formas del teatro de muñecos remitiéndose a la literatura —la escrita, magistralmente versionada—, pero también desde los juegos de participación incorporando a pequeños, jóvenes y adultos, pues sus actrices, a partir de pautas escritas, daban forma libre a diálogos interactivos para no dejar a aquellos como espectadores pasivos.

Esto fue medular, y aportó más en el espectáculo-terapia porque, si bien es cierto que toda sanación debe partir de la voluntad o la esperanza de curarse, para ese entorno, y como en ningún otro, se requiere complementar lo dirigido al cuerpo y lo que refuerza el espíritu, la decisión de participar en el proceso, lo cual adquiere su correlato desde la representación con la seguridad proyectada hasta en el modo de dialogar, introducir preguntas y de hacer una intervención para actuar de modo significativo sobre la vida de los demás, lo que en definitiva son de modo global el teatro y el arte.

Resulta muy difícil —y ante esto que trasciende lo específico artístico, tan multifuncional como lo sentimos—, detallar cuánto aporta cada uno, porque colectivamente establecen entre sí una comunidad de intenciones y ponen su granito de arena en el resultado final. Pero hay aspectos que cabe resaltar como la maravilla que proyecta el grupo en su trabajo, que lo despliegan con verdadero arte.

Primeramente, y eso vale como imagen colectiva, está el abordaje interdisciplinario, donde las actrices (hubo un actor, pero no es justa la gramática y busco la mayoría), pues hacen música, se enlazan en sus coreografías…, todos hacen de todo, y mención muy destacada para esa materia medular que es la artesanía, porque la norma en esta vertiente del teatro es la confección de utilería (y escenografía, que aquí no hubo), pero principalmente la de los muñecos, a los que les dan el soplo vital, un rasgo consustancial a la magia de la profesión, los tratan y los ponen a coexistir entre ellos como seres animados, y así es como los relacionan con sus espectadores.

Actrices y actor cantaron, se acompañaron de percusión menor, guitarra o teclado, dieron cuerpo a varias canciones del teatrovero Augusto Blanca —suma de teatrista, trovador y “todero”—, y a las de la propia Rirri. Y tal versatilidad duplica el asombro si consideramos que la membresía de un grupo se va renovando pero también, porque comparten los protagonismos en este o aquel montaje.

Es que los integrantes de Okantomí asumen ese continuo proceso que les ayuda no solo a superar obstáculos, sino incluso a tomarlos como oportunidades para el crecimiento y desarrollo de sus capacidades y potencialidades expresivas artísticas en el más amplio sentido.

Así pensaba viendo y oyendo a Elén Montero, quien va de la manipulación de títeres, la expresión corporal y la puesta de voces a diferentes personajes, incluyendo a un pelícano reguetonero, y vayan las palmas para Rirri por esa raqueta de badmington, ojos y bolsa cargada de peces bajo el pico y mecanismo de abrir y cerrar, amén de una miríada de soluciones semejantes en cuanto a recursos imaginativos y creativos.

Elén fue el sostén de cantos y acompañamientos con la guitarra, que no se limitan al rasgueo: en Regalo, de Augusto Blanca, desgrana la armonía disuelta, incorpora su bajo y puntea la melodía; en Caminito de la playa, del propio Augusto, una digitación fluida para el acompañamiento le da vida al ritmo de esa guajira.

Un toque de magia singular fue el de Gessi Cobas en la versión al cuento Solito, de David García, cantando la canción escrita por René Urquijo, con acompañamiento de Sorangel Solano al teclado, una segura base armónica, y Elén poniendo por momentos armonías en una guitarra que en otros hace igual efecto para transiciones y es secundada por la percusión menor de Luis Yoisel Ramos.

Gessi se desdobla desde un títere en dedo, el pajarito; luego es caguama lenta de torso reclinado y brazos redondeando la forma del carapacho; los mismos brazos sugieren también el pico de un pelícano que abre y cierra…y cuanta cosa personificada le pasa por delante y Solito la llama pensando que es su padre.

Los tres pichones de Onelio Jorge Cardoso estuvieron en las manos, la voz cuadruplicada y el sombrero-bote de Amanda Oropesa, emergente por indisposición de otra actriz, lo cual duplica el valor de su lograda interpretación individual de canto y actuación, así como en la interacción con Elén, que ni la premura se resintió como para romper el encanto.

Al cierre, entre aplausos, música y los diplomas con que la UNEAC reconoció a los artistas, estos obsequiaron libros y otros regalos a sus pequeños espectadores. El verdadero regalo, sin embargo, fue el que significó el edificante muestrario teatral que destacó la batuta maestra de Martha Díaz Farré, quien le da a su orquesta el soplo y la vida en una entrega que llega, como reza en yoruba el vocablo okantomí: “con todo el corazón”.

 

Publicado: 24 de noviembre del 2017.


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