Bendita seas abuela


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En un profundo y desgarrador grito de desesperación ante la vida el poeta español Miguel Hernández atinó a escribir: “… dejadme la esperanza…”, en su poema Canción última. Han pasado más de ochenta años de que tal frase fuese acuñada para bien de la literatura española y la vida misma en general y casi medio desde que fuera cantada por el catalán Joan Manuel Serrat. Han pasado, además, muchas generaciones, algunas guerras, otros poetas mayores o menores y se ha escrito mucha música. Sin embargo, solo hay un ser humano —común a todos los mortales— que  deposita la esperanza y alimenta los sueños de los hombres desde siempre, y en quién pienso mientras escribo estas notas. Se trata de la abuela; o las abuelas para ser más exacto; pues por simple lógica humana nos corresponde tenerlas de a dos.

Alguien podrá preguntarse; a qué viene esta melopea nostálgica del redactor, en tiempos que las abuelas pasan más horas pendientes de accesorios de modas, reescribiendo la historia de sus vidas y hasta conviviendo con las consultas del cirujano plástico para detener el paso del tiempo; en vez de repensar las historias que desde tiempos inmemoriales han contado a sus nietos y que se han trasmitido primero por vía oral y después por obra y gracia de la literatura.

Sencillo. Hace horas que escucho extasiado el CD Las canciones de Cri Cri; editado por el sello Bis Music y producido por José Manuel García (este es Suárez) y Eddy Cardoza y que  mereciera el premio en la categoría de Música infantil en la pasada edición del CUBADISCO; y que me permite afirmar que no todos los sueños han sido secuestrado por la modernidad (incluida su hija la post), la globalización y alguna que otra locura banal que nos rodea.

Así lo afirmo. Se trata de que en estos tiempos los sueños infantiles han sido secuestrado; y de alguna manera la sociedad y hasta los mismos padres son (debo decir somos) cómplices del plagio. Observemos nuestra cotidianidad y los ejemplos son más elocuentes.

Cumpleaños infantiles en los que el cumpleañero más que disfrutar es un puro y total mamarracho, pues ha sido vestido (a) y/o maquillado (a) al gusto y preferencia de los mayores que ven en la ostentación el único asidero para hacerle resaltar. Y qué decir entonces del elemento musical del que dizque alguien prefieren escuchar los niños. Ora canciones de siempre pero en las versiones que se importan, o aquellas que para nada nos son cercanas; hasta llegar a la imposición y satisfacción del gusto de los adultos; momento ese en que circo adquiere su paroxismo definitivo y total.

Y como broche de oro la presencia del payaso y/o mago; algunos con más tino que otro, que a fin de cuentas están más pendientes de complacer adultos que de estimular sueños e imaginación infantil; y aquí demuestran ser herederos de aquel verso de Quevedo que no quisiera recordar...

De eso se trata. Matar el sueño de la infancia… con ayuda de las abuelas, llegado el caso si fuera necesario. Entonces vale la pena recurrir a Miguel Hernández desesperadamente y pedir que nos dejen la esperanza.

Años ha ya que las casas discográficas cubanas dedican energías y talento a producir discos dirigidos a los públicos infantiles. No quisiera hacer una relación para no ser excluyente; pero es justo afirmar que algunos han navegado con mejor o mayor fortuna en cuanto a su realización social y es que las urgencias de la vida hace que olvidemos que los niños también consumen música; lo lamentables es que les induzcamos a saturarse de la nuestra y no la de ellos.

Esta vez se nos presenta un disco destinado a los niños, y por qué no a sus padres, desde la visión de una abuela que responde al nombre de Omara Portuondo. Las canciones de Cri Cri, es tal vez el testamento musical de esta gran artista cubana a los niños de estos tiempos y de los que vendrán.

Omara, indiscutiblemente es Omara; así que su solo nombre es los créditos es garantía; pero un palo no hace monte, según reza el refranero popular y es aquí donde radica la gran virtud de este disco en la capacidad de combinar talentos, armonía y sobre todo sentido común.

Eddy Cardoza es el responsable de las orquestaciones y coparticipe de la producción del CD y por el resultado final me atrevo a afirmar que al igual que muchos está dispuesto a enfrentar el plagio y la desesperanza de nuestros niños y a rescatar, siempre que se pueda, el espacio que alguna vez tuvieron las abuelas en nuestras vidas a la hora de los sueños.

Son 14 surcos o simplemente treinta minutos de placer sonoro que trascurren sin que lo notemos donde se combinan estilos y escuelas musicales disímiles (alguien dirá eclecticismo como definición, yo prefiero llamarle educación musical) pero todas en función de que el oyente, y ese niño que aún sobrevive en padres y otros, se sienta pleno y a la vez imagine cada situación dramática que plantean las canciones.

Son treinta minutos. Tiempo más que suficiente para regresar a la infancia de muchos que crecieron con las canciones de Enriqueta Almanza —algunas cantadas por la misma Omara— y el grupo musical infantil Los Yoyos; de Ileana Vázquez; de Teresita Fernández y otros autores que han caído en desuso.

Omara Portuondo regresa a nuestras vidas, esta vez con los temas escritos por Francisco Gabilondo Soler, y lo hace desde una dinámica distinta; más que alarde de cualidades vocales es todo un alarde de ternura —infinita diría yo— de esa que una vez fuera la novia del Feeling y hoy es la abuela de muchos.

La puerta a la esperanza está abierta; Miguel Hernández gana esta partida… es la hora de las abuelas.


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