¡Bernarda, No!: buen hacer ante el peso inexorable de la tragedia.


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¡Bernarda, No!: buen hacer ante el peso inexorable de la tragedia.

Hace apenas unos días la coreógrafa Ana Rosa Meneses, líder de la compañía Flamenca Ecos convocaba al inicio de los talleres vocacionales que ofrece la agrupación que dirige, y lo hacía desde un  flashmob multi-generacional en las calles de la Habana Vieja. La artista, quien integra la nómina de mujeres creativas y emprendedoras que desde las artes escénicas cubanas vienen signando un hacer constante y de gran impacto social sobre las comunidades de la ciudad, no detiene sus búsquedas y exploraciones entre danza, música y audiovisual. Tal como lograra resumirlo en su creación más reciente: ¡Bernarda, No! Pieza que bajo su concepción coreográfica recién regresara al escenario del Teatro Martí, después de la aplaudida temporada de estreno en 2022, con buen acompañamiento de los públicos y la crítica.

Con ¡Bernarda, No!  Flamenca Ecos, ratifica su carácter de compañía en franco crecimiento. Pieza llena de referencialidades, de resguardos con la voz de los personajes y sus lamentos, también con sus deseos velados y aquella pátina de presencias cargada de ausencias; con el luto en la mirada, en el gesto, en la pose, en el canto y los toques, pero también como contracorriente que aspira a una libertad expresiva fuera del compás y su “jondura”.

Parece que Ana Rosa Meneses quisiera derivar la crudeza poética del texto de Lorca en La casa de Bernarda Alba, para re-escribir esta Bernarda “otra”, a la que anexa al título un ¡No!, cual new-infausta condición reafirmante de la trágica saga. La puesta de Ecos está impregnada de cabo a rabo de mucho Lorca. Tal vez como él, Ana Rosa reencarna/dialoga con los personajes mientras escribe la coreografía; recordemos que La casa de Bernarda Alba será la última historia del poeta antes de ser fusilado en 1936. Tanto en la una como en la otra, en el retumbar de sus tareas, el escritor granadino y la coreógrafa cubana, van identificándose con la ardiente Adela, hecho que potencia el sentimiento de confrontación con la vigilante  Bernarda. Modo hábil para que en las líneas del entramado de hechos, cobren fuerzas y retornen trasparentes e imperiosas, a medida que avanza el relato, el carácter de los personajes y el acontecer de las situaciones.

Otra tragedia brota de la tragedia en La Casa de Bernarda Alba, la escritura del texto lorquiano se convierte en preámbulo del final de Federico: la muerte del propio poeta. Y así, en ¡Bernarda, No!, en los trece cuadros que soportan la estructura coreográfica, todo va exponiéndose de modo causal, ya sea por las acciones evidentes como por la fábula que gravita y se configura en el imaginario memoria del lector-espectador. Pareciera que el continuum proceso de la vida misma (el letargo de mujeres encerradas), con ciclos y esquemas que se repiten como espiral ascendente, jugara con el entramado visual, musical/sonoro y coreográfico que Ana Rosa y Ecos se han ideado para volver al “ideal Adela” a sabiendas del “error trágico” del personaje/icono.

Hay en esta proposición la intención especulativa de ir y volver sobre las relacionalidades entre danza y literatura, pero desde la presunta autonomía que genera la danza flamenca en la pluralidad de sus estilos musicales y de bailes. De ahí que Ana Rosa no se hace presa de un marcado purismo literario ni estilístico dentro de la proyección espectacular que comúnmente se suele buscar en Ecos. Ni tradicionales extremistas ni contemporáneos esnobistas; sabe Ecos tejer el sentido de la presencia efectiva para dejarnos entender dentro de sus modos bailantes cómo determinada progresión armónica repercute en el esquema rítmico y por tanto, en la generación de distintos matices en el compás, en el acento, el tono, el gesto funcional y, detenidamente dentro de esta obra, en la caracterización de los personajes. Desde una María Josefa actoral a una motil Martirio danzarina.

                                                 

Y es ahí, en ese hilo fino entre lo aparentemente teatral que genera el teatro y lo moviente que propicia el accionar corporal desde el baile mismo, donde en ¡Bernarda, No! se apuesta por coreografiar lo invisible. Invisible que es visible en la medida que la danza flamenca ha salido de aquel sitial relegado, de espacio sombrío o festinado dentro de las narrativas de la danza, para volverse hoy por hoy seducción de las audiencias. En esta Bernarda (obra y  personaje), pende mucho de otras de aquí y foráneas, al igual que tantas Adela en la historia de la danza han burlado la condición de femme fatale para volverse desbordamiento hacia el tratamiento del personaje femenino y de la mujer en la escena contemporánea. Por ello, siento que aún la potencia creativa de Ana Rosa (mujer, intérprete, coreógrafa) nos debe el poder disfrutarla más en solitario, tal como han hecho grandes bailaoras flamencas (algunas con las que Ana ha compartido aprendizajes directos e indirectos. Seguro que desde esa experiencia, nuestra creadora podrá insuflarle a los personajes de su ¡Bernarda, No! un plus situado más allá de lo creativo, osado, auténtico y libre de etiquetas que podría identificarse la libertad de un baile distinto.

Si bien ante ¡Bernarda, No!, a través de la conjunción entre baile, canto, sonoridad, actuación, espacialidad, proyecciones audiovisuales y asociaciones temáticas, nos deja atravesar tiempos y territorios, referencias e inferencias, me interesaría que otros cuestionamientos se hicieran más expeditos (quizás aquellos que Lorca presentara, pero que no pudo vivir ante la fractura de su existencia); para repensar nociones como identidad, cuerpo, movimiento, gesto, rol, mujer, etc., Sin embargo, siento que en la escritura coreográfica de ¡Bernarda, No! y particularmente dentro del género, la voz coreográfica y su noción de puesta en escena, logra cierta autonomía sobre “lo musical” icónico del flamenco; en la coreografía se trasciende los supuestos históricos de principalía entre los universos musicales o danzarios. Al “coreografiar lo invisible”, en el acto coreográfico que Ana Rosa y Ecos nos permiten asistir, se excede el movimiento de los cuerpos para componer una atmósfera grupal, una especie de pensamiento coral que nos invita, de igual modo, a movilizar nuevas formas de entender las relaciones individuo/sociedad, cuerpo individual/corporeidad grupal, música/danza, Adela/Pepe, y hasta más allá.

Pues, hay en La casa de Bernarda Alba, pieza que cierra el ciclo de dramas donde Federico recrea de manera genial el ambiente rural iniciado y continuado por Bodas de sangre y Yerma, como en la ¡Bernarda, No! de Ana Rosa, la transpiración de idéntica opresión y desventura de un “algo” situado más allá de los muros y puerta cerrada de la casa pueblerina. Tal vez, el sesgo más oscuro, tradicional e inmovilista del carácter español de la llamada España profunda sedujera los modos que Ecos usó para transponer en música y danza la historia original. La historia de Bernarda y sus cinco vírgenes hijas, encerradas, deseosas, anhelantes. Supo Ana Rosa con Ecos, construir un ritmo y tensión donde todos sabíamos que algo latía y que algo terminaría definitivamente mal en la historia, y sin embargo aun así, sensaciones y emociones dejan que sea la acción el posible detonador en mi lectura (y deseo) para el tratamiento de temas hoy medulares y casi inéditos en la danza escénica cubana; asuntos como la violencia de género, la represión sexual, el rol de la mujer como transformadora de contextos ante el peso inexorable de la tragedia, vendrían como anillo al dedo en la posible rescritura de ¡Bernarda, No!, siendo ansias de libertad, de amor y muerte ante el peso inexorable de la tragedia.


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