Los Festivales Internacionales de Ballet de La Habana constituyen un alto momento desde donde se puede divisar, sentados en las butacas de los teatros, la diversidad creadora de lo que se hace en estos tiempos en cuestiones de danza, pero también, como en un potente lente se abarca mucho de lo que ha quedado en el camino en años de tradiciones, amén que se rescatan ¿del olvido? Y hasta desempolvan las memorias del movimiento, para que los espectadores conozcan y otros vuelvan a vivirlos… Por otra parte, se alcanzan compañías, intérpretes y creaciones de muchas latitudes que nos hacen ver la inmensidad del universo y su creatividad. De estos últimos días se rescatan recuerdos, efímeros, de lo que ha acontecido en las distintas salas habaneras, para que el lector pueda tener, aunque sea, un mínimo de información (comentada) acerca de este foro, que resulta un encuentro único y original
El Teatro Mella, la sala Covarrubias, la de El Ciervo Encantado y la García Lorca del GTH Alicia Alonso fueron testigos de esta acumulación de luminosidades atrapadas en el movimiento que constituyen esas coreografías que se entrelazan en los cuerpos, para decir sentimientos, sueños y realidades al compás de la música, más allá de los idiomas y latitudes, porque todas vienen traducidas en ese lenguaje universal que es tan antiguo como el Hombre sobre la Tierra. La Habana es el catalizador de esas historias que llenan los 10 días de movimiento y arte. Entre tanto visto y disfrutado se entregan aquí, algunos instantes, aquellos que, son posibles de alcanzar, pues, todos quisiéramos en estas jornadas tener el don de la ubicuidad, algo imposible, para atraparlo todo con la mirada y el corazón.
Las Giselle de Alicia/Anette
Un día de junio de 1967, el célebre crítico inglés Arnold Haskell, al ver aquella willi-bailarina que cruzaba el escenario casi sin tocarlo con sus suaves zapatillas, preguntaba: ¿Cómo puedes bailar Giselle, si Giselle eres tú? Y luego escribía: “Fue algo tan pleno en cuerpo y espíritu, un éxtasis de felicidad, sufrimiento y perfecto amor, que no puede describirse con palabras. Yo, no pude aplaudir. Lloré en los dos actos por el drama que se convirtió en sufrimiento nuestro: y también porque creí, no obstante la ciencia, que transcurrías deslizándote más allá del suelo, y emergías flotando desde los brazos de tu compañero...”.
Aquella danzante de los sueños de Haskell, un dos de noviembre del año 1943, cambiaba su nombre sin darse cuenta, al sustituir a Alicia Márkova durante una temporada del Ballet Theater de Nueva York. Sobre la escena del Metropolitan Opera House, primero fue una ingenua y tierna campesina, después, un espíritu que se esfumaba ante la emoción. Al despertar de aquella función, amaneció otra. Ya no era Alicia Alonso. Era Giselle... Desde entonces, ha elevado el personaje sobre el largo camino recorrido por la obra, resumiendo generaciones completas de artistas, desde que la Grisi la estrenara, el 28 de junio de 1841, y aportándole nuevos perfiles.
El dos de noviembre es el día de Giselle/Alicia, aunque 73 años la separen de aquella fecha memorable. Por eso, y en coincidencia con el aniversario 175 del estreno de la obra cumbre del Romanticismo que se celebra este año, el 25to. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, le dedicó esa noche. Los roles principales estuvieron a cargo de dos figuras excepcionales del BNC: Anette Delgado (Giselle) y Dani Hernández (Albrecht), quienes bailaron a plenitud para celebrar tan importantes onomásticos. Bravura técnica, lirismo, fraseo armonioso, fuerza e inteligencia… se conjugaron en una excelente función que será largamente recordada. Ella, como de costumbre, se entregó en cuerpo y alma. Más que interpretar con excelencia un papel ya clásico en nuestra compañía, la posibilidad de crear. Vencer las escabrosas técnicas, no concluir en la proeza de determinados pasos, sino llegar a escribir la poesía de la unión de la danza con la música. El, en el duque de Silesia, en una alta presentación, demostró su clase/elegancia, y brilló en los giros y saltos, perfeccionando la técnica, al unísono con su impecable labor como partenaire. En la actuación salpicó al personaje con matices de melancolía, dramatismo y bravura, que junto a su porte, fue un Albrecht muy rayano en la perfección.
Una bailarina que viene haciendo historia ya en este 25to. Festival: Ginett Moncho vistió la Myrtha, reina de las willis, en esa jornada memorable. Segura, vibrante técnicamente, en la interpretación dejó sus mejores huellas, bordando el difícil personaje con una fuerte personalidad, manteniendo el rostro hierático siempre, motivando la acción del resto de las willis, para vivir otro importante momento en este encuentro. El Hilarión de Ernesto Díaz es creíble/enérgico subrayando siempre la acción; Aymara Vasallo como Berthe, la madre de Giselle, hizo un loable esfuerzo para poner el drama en juego, aunque debe matizar un poco más su interpretación, mientras que la Bathilde de Yiliam Pacheco es elegante. Coherencia y homogeneidad se desprendieron de las dos willis (Ivis Díaz/Glenda García en su baile de tempo preciso. El príncipe de Courtland, de Félix Rodríguez alcanzó matices diferentes, aportando a la acción de la historia como nos tiene acostumbrados en cuanto personaje acomete. El cuerpo de baile, perfecto en el segundo acto, dejó hermosos recuerdos, fue, sin dudas, protagonista de la historia, desatando fuertes ovaciones, al igual que el pas de dix del primer acto, por la entrega virtuosa. Todo ello fue alentador, como ver los esfuerzos por mejorar, de la Orquesta Sinfónica del GTH Alicia Alonso, que bajo la batuta del maestro Giovanni Duarte, cruza también con noveles valores que se necesitan para enriquecer, sonoramente, las puestas. Ellos aportaron otro grano de arena a la noche, con la buena entrega de la música de Adam.
El final reservaba sorpresas. Alicia-Giselle, quien observaba desde el palco la función recibió también, a la hora del aplauso final, un ramo de flores. Un haz de luz apuntó a la bailarina y directora del BNC, quien celebra, desde 1943, dos cumpleaños, el de Giselle, en noviembre y el de Alicia, en diciembre. Aquel indiscutible éxito de la temporada otoñal del Ballet Theater fue también la justa recompensa a un talento, a una vocación y a un coraje decidido a no dejarse vencer por la más cruel adversidad. Alicia, junto a Fernando Alonso fundó, cinco años después de aquel debut, en 1948, el Ballet Alicia Alonso, devenido, luego del triunfo revolucionario, en el Ballet Nacional de Cuba que desanda hoy por el mundo mostrando los cauces de la Escuela Cubana de Ballet. Por sus filas han pasado varias generaciones que llevan la marca de su “progenitora”, como símbolo que la semilla sembrada germinó. Aquella noche de 1943 Alicia cambió su nombre por el de Giselle, y le aportó su alma, su criolla nacionalidad. Desde entonces, es también cubana, como ella y su descendencia.
Multiplicidad estilística en concierto
Por la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso, quedaron imágenes bien grabadas, en programas concierto donde la variedad estilística marcó el camino. Las sílfides, con montaje de Alicia Alonso, sobre la original de Fokin llenó una de las noches, y transmitió el nivel que siempre ha mantenido en nuestra compañía como exponente del estilo neorromántico. Gretel Morejón, demostró la coherencia de su desarrollo artístico, y tejió, a manera de una filigrana, hasta el último detalle la Mazurka y el pas de deux, que compartió con el joven Francois Llorente (Poeta) quien, en su debut en el difícil papel realizó una loable labor y, sobre todo, un enorme esfuerzo para encauzarse por el estilo fokiniano que es digno de subrayar. Aymara Vasallo –bordó su actuación en el Preludio para convencer con creces, así como Mercedes Piedra, Claudia García –una bailarina que hay que seguir de cerca- y Maureen Gil. Esa noche pasó también Black Milk, de Odah Naharin y música de Paul Smadbeck, por miembros de Les Grands Ballets Canadiens. Con un vocabulario expresivo de alto nivel: imaginación, energía máxima y creatividad en un lenguaje que echa manos de los gestos más simples y de las más elaboradas actitudes, el autor todo lo toca con la interiorización de un mensaje estético traducido por intérpretes idóneos.
La jornada del sábado, quizá una de las más variadas del 25to. Festival en esta sala, brilló particularmente por el intenso pas de deux Diana y Acteón, que reunió nuevamente en la escena a la magistral Viengsay Valdés y el fuera de serie Osiel Gouneo, quienes con su quehacer de alto nivel técnico desataron una de las más fuertes ovaciones del encuentro. Tecnología, lirismo, música, luces e ideas rectoras se unieron en el Cigne (estreno en Cuba) de Daniel Proietto, para seducir a los espectadores en esta nueva versión de La muerte del cisne, que recuerda a la Pavlova, indaga por los vericuetos creativos del célebre Fokin y habla sobre la vida y la muerte. Protagonizado por Daniela Gómez (cisne) y el niño Ernesto Acevedo de la Escuela Nacional de Ballet Fernando Alonso. Un fragmento del estreno mundial Línea recta, de la conocida coreógrafa Annabelle López Ochoa llenó la escena con miembros del Ballet Hispánico de Nueva York (Mario Espinosa, Melissa Fernández y Lyvan Verdecia), en una original coreografía que utiliza el flamenco y sus atributos/música para diseñar espacios actuales con la pasión del baile de ese género. Javier Torres y Lucía Solari (Northern Ballet) acercaron el estreno en Cuba de Little monsters, coreografía de Demis Volpi. Al compás de la música de Elvis Presley, sus cuerpos (dúctiles al máximo) se amoldaron a la perfección con sus movimientos para seducir al auditorio que coronó con fuertes ovaciones una entrega diferente y actual. Se sumó en la noche también Presto, por el Ballet West de Estados Unidos. Cerró el programa Dido abandonada, con Sadaise Arencibia (exquisita en el rol protagónico), y secundada por un joven elenco, así como la Orquesta Sinfónica del GTH Alicia Alonso conducida por el maestro Giovanni Duarte, que convocó nuevamente las memorias.
Estos días marcados por la danza dejaron muchas alegrías en los amantes de la antigua manifestación que pudieron acercarse a novedosas “ventanas” del quehacer actual, por algunos lugares del mundo, con compañías y solistas de otras latitudes que mostraron sus formas de bailar, aunque no con la intensidad/variedad de encuentros anteriores. Sin embargo, fueron evidentes las ausencias de importantes compañías cubanas como el Ballet de Camagüey, el Ballet Español de Cuba, Danza Contemporánea de Cuba, el Conjunto Folclórico Nacional y muchas otras, que mucho hubieran podido enriquecer algunos programas y llenar vacíos en otras salas. Pero si es necesario reconocer el esfuerzo del BNC y su directora/fundadora Alicia Alonso, siempre presente en las funciones y otras actividades, y especialmente de esos bailarines, todos, desde las primeras figuras hasta el último del cuerpo de baile, y en particular los más jóvenes, quienes dieron todo de sí para integrar, muchas veces hasta en tres funciones diarias!! diversas obras para que el Festival saliera adelante. Por supuesto, enaltecer la labor, muchas veces obviada en los comentarios, de quienes construyen y hacen posible también las obras: maîtres, ensayadores, profesores…, quienes mantienen viva la llama de la Escuela Cubana de Ballet con mucho sacrificio, y otros también importantes: técnicos, jefes de escena, vestuaristas, maquillistas…, sin olvidar a ese grupo de profesionales del Consultorio médico del BNC que dirige la doctora Miriam Suárez, así como el grupo de apoyo del Festival: el SIUM provincial de La Habana, equipo multidisciplinario (especialistas, fisioterapeutas, masajistas...) encargado de velar/atender las lesiones y otras necesidades de los artistas, y hasta de críticos que por estos días tampoco han estado exentos de lastimaduras, con mucha pasión y entrega a su necesaria labor. Hubo mucho más, en piezas rescatadas del tiempo y otros pas de deux que hicieron soñar.
Un instante singular de pura danza
El teatro Mella ha anidado, en su escenario, el quehacer de importantes agrupaciones y solistas que cruzan con una carga de originalidad, dejando estelas de muy buen gusto, excelente quehacer danzario, y, sobre todo ganas de seguir disfrutando por parte del auditorio de lo que allí acontece. Como el caso de una de las más relevantes compañías de danza moderna en el mundo: la Martha Graham Dance Company, fundada en 1929 por la destacada bailarina/coreógrafa estadounidense Martha Graham, cuya célebre escuela Denis-Shawm constituyó el corazón de la danza moderna en estados Unidos y fuente de referencia donde bebieron coreógrafos/danzantes de todos los países. Esta agrupación actuó por vez primera en nuestro país hacia 1941, y ahora regresó con los aires del 25to. Festival para entregar en dos funciones parte de su repertorio al público cubano.
Dark meadow suite, Errand into the maze, Woodland, Variations, Diversions of Angels…, entre otras, tradujeron a la perfección la “personalidad” creadora de la Martha Graham Dance Company, y con total éxito se presentaron en dos ocasiones, en este teatro. Estas obras fueron suficientes para quedar “atrapados” en las redes artísticas que lanzan al espectador. Con ellas evidenció una manera particular de enfrentar el movimiento y traducirlo al arte, en el que esboza un saber plantear ideas mediante el cuerpo, con la formulación de las dinámicas y los fraseos pertinentes para sacudir al auditorio, compulsionándolo a sentir con el pensamiento también. Explota el sentido dramático de los movimientos y gestos que siembra en los bailarines donde se confirma una preparación física extrema que los nutre.
Broche de oro en la clausura
Cada dos años, entre finales del décimo mes y principios del onceno La Habana DANZA. Este 2016 no fue excepción. A medida que corrieron los días del 25to. Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, las cuatro salas habaneras de tres teatros, donde brilló el encuentro, se fueron colmando de espectadores, y de altas temperaturas que marcaron desde la escena, la calidad de muchos intérpretes en clásicos y otras atractivas coreografías y seductores pas de deux que, al final, se transformaron en cerradas ovaciones. Gratitud de un pueblo danzante y conocedor de un arte mayor, que en Cuba ya tiene miles y miles de seguidores. Algo muy extraño por estas latitudes, y, solo posible, por aquella semilla sembrada por sus fundadores hacia 1948, amén del fértil terreno encontrado aquí para desarrollarse después de 1959.
En la sala García Lorca del GTH Alicia Alonso se puso broche final a esta 25ta. edición que marcó, con creces, la pujanza de los bailarines cubanos, y el esfuerzo de todos y cada uno de los que conforman el BNC –en cualquier puesto-, para realizar por lo alto esta fiesta de la danza mundial. La Gala de Clausura –que estuvo presidida por Abel Prieto, ministro de Cultura, y Gisela González, presidenta del Consejo Nacional de las Artes Escénicas-, convocó a algunas de las compañías extranjeras aun presentes aquí y solistas del Buenos Aires Ballet, Ballet Nacional de Noruega, Balleteatro de Puerto Rico, Northern Ballet, Universal Ballet de Corea del Sur y Ballet West (Estados Unidos)…, quienes, conjuntamente con las estrellas cubanas, integraron diversos pas de deux y solos, algunos de estreno mundial como La Danza comienza con tus pasos, coreografía de Vladimir Issaev (dedicada a Alicia Alonso), con música de Jorge Garciaporrúa, tema Alicia Alonso, y texto de Francisco Garzón Céspedes, interpretado por Argelia Fragoso, e interpretada por Carmen Catoya (Art Ballet Theatre of Florida); la hermosa coreografía Alas, de María Rovira, interpretada por una radiante Viengsay Valdés en el protagónico, así como Invierno, firmado por Ely Regina Hernández, pequeña joya del movimiento, que irradió una magia particular con Anette Delgado/ Dani Hernández. Se sumaron otros trabajos de estreno en Cuba, y piezas emblemáticas, que colorearon de manera singular esa noche, demostrando que la danza se reúne, toda, en La Habana cada dos años, traída por celebridades del universo danzario internacional que se conjugan con las figuras cubanas para motivar los sentimientos. De esta manera se dijo adiós, hasta el próximo 26to. Festival, con Alicia, su descendencia y los amigos de otras latitudes aquí presentes.
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