O como David Álvarez paga sus Deudas y las mías
Qué tienen en común David Álvarez, Eduardo Sosa y Paulo F.G., musicalmente hablando, que hace que funcione en este disco homenaje a uno de los compositores de boleros más importantes de la segunda mitad del pasado siglo. Es realmente este un disco de boleros que debe ser tenido en cuenta. Qué aporta, musicalmente y a la cultura cubana retomar una música que para nada identifica al universo sonoro de hoy.
Realmente interesará a mis compatriotas deleitarse como han disfrutado otros discos de boleros (todos anteriores a quien esto escribe y a los involucrados en el CD) provenientes de otras tierras y otras productoras. Tendrá, pongamos como ejemplo, el mismo impacto entre melómanos como lo tuvo uno producido hace años por el cantante Charlie Zaá y que saturaba las tardes en algunos barrios habaneros y en centros nocturnos de la ciudad; u otros tantos que harían interminable cualquier relación. Todo ello sin caer en comparaciones estériles o de otro carácter.
Son algunas de las tantas preguntas que se agolparon en mi mente —que no penas que a mí me matan — en la medida que comencé a escuchar y a disfrutar sobremanera el fonograma Deuda: Homenaje a Luis Marquetti; que produce BIS MUSIC y del que no he tenido otra referencia profesional y social que no sea (casi es costumbre) de algún amigo u otro músico.
Comencemos respondiendo por el orden que mejor se nos dé. En común tienen que son parte de los que se pueden llamar los hijos de la novena (1), y haber recibido de alguna manera la influencia de la música de este compositor y haber escuchado hasta el cansancio en la radio (y por qué no en sus hogares) a una gran parte de sus intérpretes más notorios, desde Vicentico Valdés hasta llegar a María Elena Pena; durante una parte importante de sus vidas.
Acotemos que literariamente la obra de Marquetti no tiene grandes pretensiones poéticas pero cuentan una historia humana y real; por lo que es de fácil comprensión para oyentes de diversos niveles culturales. Y ese contar una historia se puede decir a modo recitativo o bien asumiendo las poses culteranas que alguna vez juzgaron al bolero. Este género musical es por naturaleza el abuelo de lo que hoy llaman “crónica urbana” y que incluye en si la música urbana. Volvamos pues.
Si miramos los antecedentes musicales de estos tres intérpretes se podrá encontrar en común su bis sonera; más acentuada en David Álvarez y en Eduardo Sosa por su procedencia del oriente de la república; mientras que Paulo está más cerca de la variante influenciada por el jazz y la rumba entre otras formas musicales cubanas, lo que lo ubica en el universo de la timba; que a fin de cuentas es una relectura del son en estos tiempos. Y del son al bolero solo hay un paso: escribirlo, cantarlo y vivirlo.
Cuando era niño escuche más de una vez decir que de los cobardes no se ha escrito nada. Entonces me sumo al acto de valentía de David Álvarez de subordinar su talento y creatividad para orquestar una música que no por ser no escuchada estaba condenada al olvido; y afirmo que para nada hay visos de oportunismo musical en esta producción; se trata —pienso— de pagar una Deuda o satisfacer el deseo de mostrar cuán grande es la música cubana que le precedió.
Musicalmente Deuda recorre toda la música cubana que estuvo presente en el bolero por casi un siglo. Hay danzones, sones, Cha cha chá, formato de tríos y conjuntos y hasta reminiscencias de valses peruanos en algún que otro tema. Una escucha detenida por momentos nos permite imaginar a David Álvarez acompañado por algún conjunto de los cincuenta y sesenta; aunque la primera impresión es el de Roberto Faz; ora la Sonora Matancera.
Sin embargo, el dúo Sosa-Paulo en Plazos traicioneros merece atención aparte. No se trata de una versión a dos voces donde lo importante es el tema, no las cualidades vocales de los cantantes. Otro acto de valentía al mostrar como dos formas de decir en la música cubana son y pueden ser compatibles y los egos pasan a un segundo plano.
Mención aparte el solo de Pancho Amat, dignificando el papel del tres en el bolero como instrumento fundacional de este género musical. Es hora de que se imponga por una vez la cordura sonora y regresemos a cierta disciplina musical, sin desestimar otras corrientes.
Una última interrogante, de las tantas que pudieran existir, pero que está en el encabezado de estas notas; tiene que ver con la necesidad o no de un disco de boleros en estos tiempos y su posibles aportes a la música cubana hoy, e incluso su función social. La respuesta es bien sencilla. Es necesario y me atrevo a decir que hasta se convierte en una cuestión de principios; pues representa un punto de ruptura y continuidad en la larga carrera por la trascendencia de una tradición que en más de una ocasión ha sido condenada; por decreto de demiurgos y advenedizos, a una muerte clínica fatua.
Boleros hay en todo el trabajo de quienes representan la MAC en Cuba —me reservo el placer de nombrar—; pero son contados quienes le llaman por su nombre original; no importa que se sustenten musicalmente en ritmos como el blues, o el funky. Son simple y llanamente boleros; si duda de mis observaciones escuche el al martilleo del bongó y al desgarramiento de las voces que por momentos se refugian en el desgarro del aguardiente y el dolor.
Este es un disco en que está presente casi toda la música cubana y que deberá navegar con mejor suerte que otros con propuestas parecidas que le precedieron; propongo que se les haga una copia a los taxistas y que lo asuman como parte de su orgullo profesional. En muchas ciudades del mundo son los miembros de este gremio quienes imponen las modas musicales, validan a un artista y hasta encabezan los exportadores secretos de la música de ese país junto a la radio.
Para nuestro mal nuestros taxistas aún no funcionan así.
Espero, lo quisiera vivir, que mis hijos tuvieran de cabecera los boleros de David Torrens, de Decemer Bueno y de otros que hoy también escriben sus cuitas. No quisiera que heredaran la barbarie sonora con que crecen.
Me duelen mis boleros; es una deuda que tengo que pagar; por lo pronto, David Álvarez es la avanzada de mi próximo dolor. Por ahora, me deleito con Luis Marquetti, Piloto y Vera y la voz de Vicentico Valdés.
Sírvame, cantinero, otro trago y deje ese bolero, guárdeme el disco para otra tarde que lo volveré a escuchar si entre espumas esta mi dolor…
Nota
(1) Hijos de la novena: nombre con el que se comienza a definir a los cubanos nacidos entre 1962 y 1980; que aunque abarcan al menos tres generaciones tuvieron como espacio común vivir y crecer en los años anteriores al Periodo Especial. Son los depositarios del sueño total de aquella etapa de la Revolución.
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