Carlos Baliño, del independentismo a las ideas socialistas


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                                                                                        “Bueno es amar a la Patria, pero mejor es amar a los hombres; bueno es amar a la Patria, pero mejor es amar a la libertad y la justicia”

Carlos Baliño

 

La inserción y establecimiento de las ideas socialistas en Cuba fue lenta y gradual. La historiografía considera que dos vías fueron principales o decisivas para que se lograse definitivamente: una, que fue un proceso paralelo al desarrollo de la conciencia de los trabajadores y sus capacidades de organización, ya en la segunda mitad del siglo XIX (aunque se pueden rastrear indicios en sus primeras décadas); otra, en igual período, se asocia al ideario de los anarquistas españoles inmigrantes. Lo cierto es que, en cualquier de los dos casos, o en la comunión de los mismos, se comenzó a hablar en la isla del término socialismo en esa centuria.

Otra verdad comprobada por esos estudios es la existencia de alguna prensa en la isla que difundió temprana y sesgadamente esas ideas llegadas de Europa, desde la primera mitad del siglo XIX, venciendo la férrea censura colonial. Pero para que un ideario se divulgue y se entronice en una sociedad, y con más razón en la colonial cubana decimonónica (dependiente de un caduco sistema de plantaciones, con la retrógrada esclavitud como freno y un gobierno colonial totalmente represor), se requiere de un núcleo de personas que abracen dicho sistema de ideas y lo impulse contra viento y marea.

Carlos Benigno Baliño López perteneció a ese reducido grupo de hombres que recibió, asimiló y desarrolló las ideas socialistas en la Cuba de entre siglos. Nacido en Guanajay un 13 de febrero de 1848, en el seno de una familia humilde, cursó estudios de teneduría y arquitectura que no concluyó. Realizó también estudios en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro de La Habana y muy joven comenzó a colaborar con artículos y poemas en publicaciones como El Fénix, El Alacrán y La Crítica, todas de su pueblo natal. Su padre sostenía ideas independentistas por lo que sufrió acoso y persecución de las autoridades coloniales, exacerbadas a partir del 10 de octubre de 1868, por lo que al año siguiente la familia se vio obligada a emigrar hacia Estados Unidos.

En el país norteño, como trabajador tabaquero, se ligó de inmediato a las luchas políticas y sindicales de ese gremio en las ciudades de Tampa y Cayo Hueso, así como siguió colaborando con publicaciones periódicas, ahora con temas relativos a la denuncia de la explotación de los trabajadores y por la causa independentista cubana.

En 1892 conoció a José Martí y rápidamente crearon una dinámica relación de trabajo, luego devenida amistad. Baliño participó entonces en la creación de clubes y asociaciones de base del Partido Revolucionario Cubano en la emigración, recolección de fondos en su gremio, la agitación política pro independentista y comenzó la asidua colaboración con el periódico Patria. Fue firmante del acta constitutiva del Partido martiano.

Es conocido el reconocimiento de Martí a la personalidad de Baliño, lo cito: “Es un cubano de alma hermosa que padece por las penas de la humanidad y solo podría pecar por la impaciencia de redimirlas”. También, en carta a Ángel Peláez, el autor del Ismaelillo pregunta y solicita a su interlocutor: “¿Y ese gallardo proletario? Quiéreme a Baliño, que es redondo de mente y corazón”. Son, como es evidente, juicios que enaltecen la calidad del ser humano del obrero tabaquero más que cualquier otro rasgo de su ser. Este revolucionario emigrado desarrolló rápidamente un pensamiento antimperialista, el que venía condicionado, naturalmente, por sus ideas independentistas y socialistas.

Una muestra de la forma de pensar de Baliño se encuentra en una carta que le dirige a otro patriota, de octubre de 1894, cuando le escribe: “Yo sé que usted defenderá la República de Cuba, independiente y soberana, y que hará guerra sin cuartel a la idea anexionista, que, si se realizara, pondría a las clases desheredadas de Cuba, los productores, bajo la férrea planta de la plutocracia americana”. Lenguaje clasista, en defensa de los trabajadores y antianexionista, en una poderosa combinación de independentismo, republicanismo e incipiente socialismo. O esta idea, también de su cosecha: “No hay para el obrero modo de salvarse aisladamente. No mejorará su condición sino cuando mejore la de todos. No se emancipará sino cuando se emancipen todos”. En su pensamiento el cambio social radical era imprescindible.

Baliño sufrió el fatal desenlace de la guerra patriótica con la intervención norteamericana y antes lo golpeó la dolorosa muerte de Martí. Regresó a Cuba con el nuevo siglo y continuó activamente su labor de impulso a las ideas socialistas en un país sin españoles colonialistas, pero con la tutela yanqui. Para él, sin embargo, se abrió una nueva etapa en su concepción de la lucha revolucionaria.

En 1903 encabezó el Club de Propaganda Socialista, el que puede considerarse como el primer núcleo divulgador, en la isla, de las ideas de Marx y Engels y de otros autores, a la vez que colaboró en la creación de la primera agrupación obrera, el Partido Obrero, en 1903, el que se transformaría, al año siguiente, en Partido Obrero Socialista de Cuba. En 1906, aparece como uno de los firmantes del documento de constitución del Partido Socialista de Cuba.  Esas dos primeras décadas del siglo XX las ocupó Baliño en el despegue del incipiente movimiento obrero cubano y en divulgar el ideario socialista.

En la década de los años veinte, con el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917, en la Rusia soviética, y el consiguiente impulso a todo el pensamiento socialista y comunista que propulsó la insurrección bolchevique y la descollante figura de Vladimir Ilich Lenin, Carlos Baliño, en medio de su indetenible accionar por los trabajadores cubanos, conoció al joven estudiante Julio Antonio Mella, quien, a pesar de su corta edad, ya manejaba ideas afines. Entre ambos y con la participación de otros iniciadores, constituyeron, en 1925, el primer Partido Comunista de Cuba. Contaba entonces Baliño con setenta y siete años, una edad provecta para aquella época, pero su entusiasmo, vigor físico y resolución política no habían decaído en ningún momento. Ahora el enfrentamiento era contra la tiranía de Gerardo Machado y su servilismo al gobierno de los Estados Unidos. Había que cambiar la sustancia y fisonomía de la República burguesa, se debía seguir batallando en el largo camino hacia el socialismo. Machado extremó la represión contra los comunistas y les hizo la vida muy difícil.

Baliño murió el 18 de junio de 1926, a un año de fundado el partido. Fue un hombre puente entre dos momentos muy caracterizados de las batallas cubanas por una República popular y soberana, primero al lado de José Martí y luego de Julio Antonio Mella, pero siempre, en todo momento de su larga y fecunda existencia, fue un luchador revolucionario, un organizador de partidos, un defensor de los trabajadores.

Las ideas socialistas en Cuba le deben mucho a su energía y determinación. Fue un precursor.


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