Carlos Guzmán, una cartografía del… tiempo


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Puntada a puntada rehago el universo.Carlos Guzmán

Muchos son los calificativos que pudieran añadirse al quehacer de Carlos Guzmán, un imaginativo/creativo pintor de la plástica cubana actual. ¿La razón? Es obvia. Su copioso trabajo se abre por una vertiente donde se entremezclan realidad-irrealidad, pasado-futuro, y en la que el tiempo, de la mano de una magia especial para inventar toda suerte de maquinarias, objetos, y situaciones, transforma las superficies ocupadas, por su talento pictórico, en un campo extraño que atrae como un potente imán…

En la superficie de las piezas de los artistas se refleja su mundo interior. Es, podríamos decir sin equivocación, el espejo del alma. Por ese mapa visual que nos encandila la mirada cruzan  rincones y facetas de su vida, emergen recuerdos, experiencias, sentimientos, deseos, anhelos, sueños y tantas otras cosas. Siguiendo el recorrido de las imágenes, escarbando en ellas surgirán muchas respuestas. Y si se deja llevar por los laberintos artísticos, nunca llegará a perderse, todo lo contrario, se encontrará a sí mismo, con su propia historia. Porque lo que se teje dentro del Hombre es algo común de todos los mortales, la vida, esa que aunque camine por rumbos diferentes e individuales converge siempre en un lugar donde todos somos uno solo: el corazón.

Carlos Guzmán, es un artista hacedor de mundos que cruzan la mirada enarbolando imágenes que aunque reconocibles, semejan estadíos diferentes del hombre, teñidos por una imaginación ilimitada que nos hace viajar por universos donde el presente se viste de pasado y futuro. Amén que nos pasea por otras dimensiones y los más variados puntos cardinales: norte/sur/este/oeste de la vida humana… En este noviembre ancló en la Casa de la Obrapía (La Habana Vieja) con la exposición Puntada a puntada rehago el universo.

La fuerza del enigma

En sus pinturas encontramos la composición definitiva que siempre inaugura posibilidades insólitas y plenas de atractivo visual, amén que el dibujo exquisito se desdobla con carácter caleidoscópico en la precisión final de ciertas formas y rasgos, y en la evaporación de un conjunto que, por sus espejismos, dota a las piezas de la fuerza del enigma.

Al acercarnos a la muestra —compuesta por siete piezas de gran formato realizadas en acrílico/lienzo— emerge, nuevamente, esa capacidad del artista para reunir en un obra la historia del hombre en cualquier lugar de la Tierra. Sus trabajos llevan esa impronta, la de mostrar personajes que regresan “vestidos” de una atemporalidad pasmosa. En esta ocasión, aunque desembocan en sus superficies disímiles objetos, siempre inventados, enfoca en un primer plano la máquina de coser. En ella “siembra” y germina por entre todas las cosas, un sentimiento que late dentro de él desde algunos años: la nostalgia y añoranza de estar nuevamente con su madre. Ella fue costurera, y la máquina de coser resulta el trofeo que queda ante él, de aquellos lejanos recuerdos.

Precisamente, la Casa de la Obrapía, que cumplió este 16 de noviembre, 31 años de vida, subraya como perfil de trabajo los textiles, el vestuario, todo aquello relacionado con esa otra “piel” del hombre. Eso motivó a Carlos Guzmán, a crear especialmente las obras  para esta exposición, en la que pone en juego muchas claves de su creatividad, además que resulta buen pretexto para conjugar diversas temáticas.

Entre otras, la relación existente entre el hombre/naturaleza, y también con el tiempo, protagonista de sus historias. En esta serie, los objetos cotidianos marcados por la originalidad/extrañeza —donde el espectador puede descubrir un sinfín de artefactos que alumbran con luz propia la sensibilidad e imaginación para viajar por muchos lugares—, el artista decidió ubicarlos en pleno contacto con la naturaleza. La casa es sustituida aquí por otra escenografía: el bosque, que al final es el paisaje desnudo de la Tierra, el hogar común de los que en ella habitamos. Todo rodeado de una atmósfera misteriosa donde emergen ¿seres de un mundo paralelo?  —como alguien alguna vez anotó—, delineados con tonalidades opacas, plagados de símbolos que dialogan con esos personajes que son ¿alquimistas? ¿médicos? ¿magos? ¿investigadores?... Ellos deambulan por el espacio cargados de historias silenciosas. Aunque entre tantos sueños e ideas que se arremolinan en las imágenes, emerge una como protagonista principal: el deseo de traer al presente cosas que se nos fueron…

Visiones del paso del tiempo

Figuras de hombres y mujeres ataviados con diseños de cualquier época, animales, carros inventados… emergen de las profundidades de la pintura y los fragmentos de material en la superficie de los cuadros que semejan “petroglifos” y devienen en graffiti del presente. El paso del tiempo, diríamos, se descubre en las sucesivas capas de pigmento, y otras acumulaciones, que funcionan como relieves, tan ricas en las texturas de sus superficies como en su contexto. El creador nunca se contenta con representar la vida desde una perspectiva única o a través de una dimensión técnica. Sus pinturas, objetos y demás proyectos de técnicas múltiples captan una visión dinámica, a veces caótica, de la condición humana, tan existencial como provocativa, y mucho más aún, ocurrente. Detalles precisos e indefinidas visiones del paso del tiempo,  cautivan a la audiencia e invitan a especular sobre el significado de la vida en un mundo desbordado por la tecnología —muchas veces él se inventa la suya—, la información y la velocidad. Una tela pintada por Guzmán cobra vida en virtud del enigmático colorido —elemento que enriquece los trabajos, pues existe en él una sabiduría al colocarlo en el lugar preciso—, los empastes que cruzan muchas veces por el cuadro así como por la acumulación de sustancias extrañas (objetos encontrados y otros materiales forzados a coexistir con la pintura y el dibujo talentoso), pero que en los últimos tiempos no aparecen sobre las superficies como en anteriores series. Por diversos motivos, algunos de ellos extra artísticos, pues utiliza la misma pintura para crear y re-crear el volumen…

Seres solitarios, rodeados de objetos, y fragmentos de tiempo y espacio…, el espíritu humano llega a ser ambivalente e indomable. Y se unifica dentro de un espacio pictórico erosionado en la misma medida que su humanidad reconocible aparece desafiada por el futuro. Para enfatizar esto, el artista crea extrañas perspectivas o panoramas que varían aun dentro del mismo trabajo. Es que llega a existir un deleite visual en la energía alborotada de cada pintura, porque así es la mente-pensamiento del creador. Las imágenes de las piezas de Carlos Guzmán se encuentran en un tenso equilibrio entre fuerzas opuestas creadas por velos de colores y ásperas texturas —en muchas de ellas— y su constante metamorfosis. El método se observa también en sus objetos tridimensionales (no presentes en esta muestra), en los que la perspectiva de sus pinturas se traduce en el desorden de nuevos medios que parece ser un eco de aquél del decurso de la vida. ¿Podría ser ésta la perspectiva que tiene el autor de la existencia-vida, o es la del espectador?

Una característica de su quehacer pictórico lo constituyen esas figuras que ocupan las superficies de una forma que las hace particularmente vulnerables. Se transforman en metáforas de la existencia terrenal descrita a través de la pintura en formas únicas. Más que valores abstractos o figurativos, las exploraciones formales extrañamente vitales y asombrosamente diversas que informan la obra de Carlos Guzmán (La Habana, 1970) toman a la situación humana como su punto de partida. Trazos seguros, lirismo ambiental, desbordante creatividad y una sofisticada aproximación a la construcción de la imagen distinguen a su obra como la evidencia de una visión artística única que ha sido reconocida por medio de originales y atrevidas exposiciones, y aclamación por parte de crítica y público. Carlos Guzmán es también un “vidente” que puede ver los pasajes de la vida a través de los cuales los seres humanos deben navegar repletos de complejidad y contradicción.

En su fantástica imaginación, esa que cruza  por distintos niveles y ambientes que pueden llevar apellidos como místicos, barrocos, espirituales, oníricos, raros, diferentes… que, al final, ensamblan una obra cuajada de arte del bueno, Carlos Guzmán desafía las leyes de la naturaleza, ignora las barreras del tiempo-espacio y concibe todo como un paseo mágico a través del teatro del absurdo, invitando al receptor a participar de ese, su viaje. El atrapa las miradas desde estas evocaciones surrealistas, conformando un mundo sutil, plagado de objetos/artefactos/estructuras que construye a partir de muchas otras, como híbridos de la imaginación que convocan experiencias vividas, toda una suerte de tesoro visual acumulado en los adentros que arma con paciencia. Y que regresan a la realidad pasados por el tamiz de su creatividad/ingenio para regalarnos su mundo. Mostrándose, al final, como esos alquimistas, magos e investigadores que no son más que su sombra, esa que se inmiscuye en las telas con la luz que proyecta desde su interior…


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