Chucho Valdés y Gonzalito Rubalcaba: una alianza invencible


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Una de las noticias del candelero musical del momento es la alianza entre Chucho Valdés y Gonzalito Rubalcaba, dos de los pianistas más prominentes en la actualidad. La noticia la conocimos el 30 de abril 2017, en las actividades del Día Internacional del Jazz dedicado a La Habana, donde ambos pianistas cubanos tocaron juntos.

En una de las conferencias del Día Internacional del jazz, en el Hotel Nacional conversé con ambos pianistas. Chucho comienza el diálogo: “Desde 1983, yo siempre le seguí los pasos al aventajado pianista Gonzalito Rubalcaba, cuando el Festival de Jazz Plaza se convierte de nacional en internacional, en ese año, Gonzalito funda el grupo Proyecto (septeto, después quinteto). Es en 1985 cuando viene a Cuba Dizzy Gillespie y dijo de Gonzalito: “Es el mejor pianista que he escuchado desde hace muchos años”. Después de ese apoyo del Dizzy ya conocemos la historia”.

Gonzalito por su parte, acota: “Nosotros los estudiantes de piano, siempre vimos a Chucho Valdés como el paladín de la pianística del jazz latino. Chucho ha sido un gran maestro de los músicos cubanos, ahora nos vemos a menudo en mi casa, nos visitamos asiduamente y nos divertimos de lo lindo. En definitiva: somos cubanos”.

Con relación a los proyectos de trabajo entre ambos, Chucho asevera: “los ensayos son agotadores, buscamos una armonía y un resultado. Estamos tanteando al público de Europa y los Estados Unidos y, por el camino iremos ajustando los conciertos. Después haremos los discos que tendrán un resultado estupendo”.

Como antecedente de esta alianza, Chucho y Gonzalito habían hecho un encargo musical dedicado al venerado pianista y compositor cubano Ernesto Lecuona. Fue un propósito entre Chucho Valdés, Michel Camilo y el percusionista Giovanni Hidalgo. De esa experiencia surge la idea del disco Volcán. Entonces nos dijimos, si nosotros somos cubanos ¿por qué no asumimos este proyecto? Por esta razón decidimos emprender juntos un proyecto disquero de más envergadura”.

En los hogares de Chucho y de Gonzalito, Ernesto Lecuona estuvo muy presente, es uno de los paladines del piano y la composición musical. “En mi casa se escucha de todo —afirma Gonzalito—, Lecuona nos interconecta, aprendimos a entender sus códigos, su época”. “Lecuona visitaba a mi padre, Bebo, en el barrio Santa Amalia, donde vivíamos”, asevera Chucho.

La trayectoria musical entre ambos pianistas de Cuba es asombrosa, la cantidad de nominaciones y premios Grammy, los conciertos, clases magistrales, colaboraciones, asesorías, discos, proyectos y presentaciones entre ambos es enorme, muy difícil de registrar.

¿Cómo es la vida diaria de estos dos colosos de la música cubana?

Acerca de los trabajos que vienen realizando juntos ambos pianistas, Chucho dice: “Mi entrenamiento musical ha sido una entrega total, eso me dio el oficio y la creatividad. El rigor del estudio siempre fue una costumbre desde niño, impuesta desde mis primeros años, a través de mis padres y los maestros. Esa marca la llevé al grupo Irakere, lo cual constituyó una escuela de maestros, hoy verdaderas luminarias de la cultura cubana. He vivido casi toda mi vida frente al piano, ese ha sido mi compañero de siempre. Realizo caminatas, me gusta la comida española, aunque en los últimos tiempos soy muy frugal, muy cuidadoso, los años pasan y hay que mantener la forma física, mental e intelectual. No paro de trabajar, los compromisos son muchos y los proyectos no dejan de aparecer constantemente. He vivido muchos años en la carretera, los músicos viven para la música y no paran de trabajar. El entrenamiento va unido a la creatividad, todo se funde”.

Gonzalito dice: “Vivo algo aislado, pero lo disfruto con goce. Practico una especie de disciplina jesuita. Me levanto a las 8 de la mañana, desayuno, hago una caminata, ensayo siete horas diarias, de 9 de la mañana hasta la 1 de la tarde practico uno de los ensayos. Por la tarde, de 2 a 3, compongo, escribo, reviso trabajos, escucho música, leo. De 6 a 7, en la caída de la tarde, practico deporte, corro treinta a cuarenta minutos, en esa carrera aclaro todo en mi mente, ideo proyectos, experimentos. No soy un prisionero de estereotipos. Me preparo física y mentalmente, eso es un largo entrenamiento. Siento terror, complejo de culpa cuando no estudio. Después lo que más disfruto es la comida en el hogar, todo un ritual, hago como un resumen del día. Mi esposa es guitarrista, conoce y comprende el mundo de la música. Después me conecto con el mundo, en ese momento hago las planificaciones. Creo en la disciplina, eso me da la conciencia, responsabilidad y energía. Me decía el músico Carlos Fariñas: ´Existe la musa, pero conectado con el trabajo sistemático´, tenemos que poner la mente a funcionar. Creo en la constancia, la preparación. Mi concepto se apoya en las bases populares de mi cultura, de la que soy parte. Busco la calidad del sonido, el uso integral del instrumento, hago una síntesis de las tendencias estéticas. Siempre pienso en el resultado, he tenido como ejemplo los grandes de la música cubana, no me estimulan las competencias, no lucho por ser más grande, sino por el mejoramiento espiritual”.

Este es el encuentro de dos grandes de la música que ya están inscritos en la memoria musical de Cuba.


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