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Ciclos estivales que seguirán refrescando / Por: Joel del Río


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Siempre se atribuye al verano, con sus inclementes temperaturas y su predominancia vacacional y carnavalesca, un tipo de cine más cercano a lo popular, al gusto masivo. Y así debe funcionar, siempre y cuando las salas que tenemos gocen de la climatización necesaria como para considerarlas oasis, porque a 33 grados a la sombra es imposible disfrutar de absolutamente nada, mucho menos encerrados en una sala oscura que deviene cámara de tortura. Demos por sentado que nuestros cines pueden ser considerados oasis, y concentrémonos entonces en el modo de hacer más atractivo este Festival Cine de Verano 2017, siempre en lidia con la epifanía veraniega de la gigantesca y variada programación fílmica televisual. De modo que la competencia, si es posible, será en el plano del cómo y nunca del qué.

En primer lugar, si se quiere mayor asistencia del público es preciso incrementar la promoción del Festival, es decir, estimular a las audiencias con lo más incitante. Pero es que nadie ha descubierto todavía cómo se puede divulgar inteligentemente, en escasos minutos de cartelera cultural, decenas y decenas de ciclos, en una totalidad inabarcable de centenares de títulos que suelen proyectarse, además, una sola vez y en una sola sala. Lo más que puede divulgarse en los medios, y se hace mucho, es mencionar los ciclos, por sus títulos genéricos y aludir a algún que otro filme especialmente recomendable. Y debe decirse que las recomendaciones posibles nunca faltaron en este verano, más bien pecaron por exceso: demasiadas películas extraordinarias como para ser promovidas convenientemente.

Para poder ganar en eficacia comunicativa y repercusión, creo que el Festival debe reforzar la sensatez, la coherencia y la intencionalidad. Primero, habría que controlar la tendencia al gigantismo y el desborde: menos películas en los ciclos, mayor predominio de lo nuevo y lo contemporáneo y concebir la promoción sobre todo a partir de estas novedades; desmarcarse del ansia archivera de programar cincuenta clásicos de Cinemateca cuyo repaso le interesa, reconozcámoslo, a solo un puñado de espectadores interesados en las bellas antigüedades. Y tampoco se trata de renunciar a los hitos de la historia del cine, sino de utilizarlos con asertiva clarividencia respecto a los gustos de las mayorías en la década de 2010, gustos muy distintos a los que imperaban en los años sesenta u ochenta del siglo XX.

Si los ciclos fueran menos, y se concibieran todos a partir de un buen tema, de pegada (lejos de generalidades poco atrayentes como “El deporte se va al cine”, “Rostros para no olvidar”, “Sencillamente espectaculares”, “Ayer galanes siempre únicos”, etc. etc.), y se incluyeran mayormente estrenos o filmes nuevos, poco vistos, de diversas nacionalidades y estéticas, y tal selección se “calzara” con dos, tres o cuatro títulos clásicos, incluidos a partir de ganchos promocionales como su restauración, aniversario cerrado, o cualquier otra coartada de interés, estoy seguro que sería más fácil la promoción, y por tanto se pudiera alcanzar mayor validez y mejores resultados en taquilla.

La pauta, o plataforma conceptual, para un cambio que refresque y dinamice estos festivales de verano, queda implícita en la actual programación. Me parecieron excelentes, por lo bien concebidos y abarcadores, los ciclos “Sexo, amor y otros desafueros” (el erotismo, siempre atractivo para casi todos los públicos, pudiera quedarse como un subtema fijo en estos eventos); o “Música y cine: diez joyas”, que muy bien pudo perder la falsa restricción selectiva (Amanece en Edimburgo y El fantasma de la ópera distan de la categoría de joyas) e incluir también los mejores títulos de otros ciclos como “Del rock: 5 bien buenos” (The Freddie Mercury Tribute in Wembley) y “Sencillamente espectaculares” (Carmen). Es formidable la idea de rendir homenaje a nuestras divas, pero por qué a cinco juntas cuando pudo pensarse en un cumpleaños, triunfo reciente, o cualquier coartada que impida la disolución del proyecto en una marea de propuestas.

Tal vez era preferible, si se intenta atraer al público juvenil masivo, pensar en algún ciclo consagrado a las aventuras fantásticas, con superhéroes de diverso talante y alcance, y sortear entradas gratis por radio y televisión, y permitirle al público que sugiera, reclame, participe, porque tal vez sea innecesario concebir una sucesión de filmes de Artes marciales, o de Ciencia Ficción, y repetir películas tan prescindibles como Dragon Master y Guardaespaldas y asesinos, o Turbo Kids y Morgan… En fin, que se precisa programar lo extraordinario que el público desconoce, ponerlo en contacto otra vez con los filmes más populares de ahora mismo, o de décadas recientes, y sobre todo, debe insistirse en las obras que lograron convencer a las mayorías y mantenerse a salvo de las más escandalosas concesiones populistas.

El Festival Cine de Verano es un proyecto hermoso y útil con tan solo dos ediciones realizadas. Le corresponde ahora perfilarse, afinar sus propósitos y buscar su público meta, para que el ICAIC continúe proveyéndole al espectador cubano de cultura, información, arte y valores, sin olvidar, porque es verano, el entretenimiento, la emoción, los géneros más excitantes, las estrellas más centelleantes, y hasta un matiz de la necesaria evasión, que no solo de trabajo, estudio, preocupaciones y rigores vivimos todos.

 

Publicado: Viernes 25 de agosto de 2017


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