Ciertas Palabras… de Marta y de Haydée


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Ciertas Palabras… de Marta y de Haydée

He oído hablar de Marta Valdés desde que tengo uso de razón. He disfrutado muchas de sus canciones y hasta me han servido para sortear una situación de la vida cotidiana, sea adversa o favorable. Con el pasar de los años creo haber cruzado con ella no más de diez palabras,  aunque tengo amigas que gozan de su amistad.

Le recuerdo con su guitarra cruzando alguna calle de La Habana sumida en sus propias cavilaciones y dueña de una modesta timidez, mientras me abría a la vida y a los desencuentros amorosos y en el baúl de mis recuerdos prístinos no aparece en mis noches en el Pico Blanco. Debe ser porque no coincidimos, eso suele pasar.

Sin embargo, en el gusto y el recuerdo de mis padres ella siempre estuvo. Aún duermen, empolvadas por el no uso, aquellas  placas discográficas de “alta definición de 33 rpm”, hechas de vinilo (sonido analógico por entonces y que parecer retornar como la sed de amar del trovador) que cada domingo eran de obligada escucha en las mañanas, muchas de ellas con excelentes versiones de sus canciones.

II

Las canciones de Marta Valdés tienen ese no sé qué, que cautivan y es por eso que cada cierto tiempo regresan como los vientos de cuaresma, siempre renovadas y con mayores bríos; los que sin importar el credo personal son bien recibidas.

En mi trayectoria vital he disfrutado al menos de tres importantes momentos en los que la música de Marta Valdés  ha llegado y, por qué no decirlo, marcado la brújula musical de algunos (en los sesenta fue de una generación), y que ha involucrado a consagrados y a otros por consagrar.

En los años setenta fue Elena Burke —nadie ha cuestionado que Elena es a la canción cubana, lo que “o rey Pele” es para el futbol— y su desenfado. Le recuerdo combinando las canciones de Marta con las de Frank Domínguez, dotándolas de una personalidad única; tanto que para los que descubríamos las canciones de la Nueva Trova podíamos identificarnos con ellas y hasta asumirlas; de ahí que temas antológicos de Pablo Milanés o de Mike Pourcell respiren esa mezcla de placer/dolor o alegría/tristeza (y hasta cierta ironía diría Sergio Vitier) que a veces está presente en las canciones de Marta; una mezcla que responde al estado de ánimo de quien la escucha y hasta de la persona que le acompañe.

Pero junto a Elena había otros nombres de intérpretes que asumieron las canciones de Marta Valdés y pienso en Boby Jiménez y que según fueron pasando los setenta —aunque la “martamanía” había comenzado en los sesenta— ganó adeptos.

Llegados los años ochenta regresaba nuevamente el gusto por las canciones de Marta Valdés, ahora con la voz de Miriam Ramos, más pausada y menos temperamental que la irreverencia de Elena; entre ambas cantantes había como nexo común, por momentos, la figura del guitarrista acompañante. Elena estallaba, Miriam era más conservadora y propia de ambientes algo más refinados, por no decir elitistas.

Pero ahí estaba nuevamente la influencia de la Valdés (han notado que casi todos los Valdés dentro de la música cubana del siglo XX han sido muy talentosos y trascendentes, alguien tendrá que hacer un estudio, y por demás son familias distintas); abierta a otra generación de cubanos con intereses musicales distintos.

Y aunque estaba fresca la marca Elena en sus canciones, las versiones de Miriam demostraban un respeto y una complicidad con la autora fuera de toda duda. No eran interpretaciones para complacer a mayorías, se trataba de mantener el “feeling” desde una perspectiva de vanguardia.

Pasó cerca de un cuarto de siglo para que las canciones de Marta Valdés volvieran nuevamente a marcar una generación. Esta vez la causante es Haydée Milanés, con la única diferencia de que musicalmente ella se ha esforzado por traernos una Marta a la altura de los tiempos de las nuevas tecnologías y desde una perspectiva que rompe con las anteriores “Marta” y a la vez continúa con ella. Digital se pudiera decir.

III

Este disco pudo haber tenido cualquier nombre a saber —Canciones de Marta Valdés, Haydée canta a Marta Valdés, Tu no sospechas, y así cuantas combinaciones nominales se le hubiera podido ocurrir a los productores— sin embargo, coincido en la economía verbal, por lo que haberle titulado simplemente Palabras fue lo más acertado y a la vez resume el pensamiento musical de quien puede ser considerada la madre putativa de la nueva canción cubana, y ello incluye a la Nueva Trova.

Generacionalmente Marta Valdés y Haydée Milanés son distantes, más de medio siglo las separa; pero hacer, vivir y emocionarse con la buena música está por encima de épocas, modismos y tendencias mercantiles. Pero en este caso existe el referente de la influencia familiar (libre de dudas) que ha marcado la carrera profesional de la menor de las Milanés.

Palabras es un disco contentivo de catorce temas de alta factura lírica, en los cuales están recogidas las emociones, vivencias y, por qué no, los fracasos que han acompañado a la autora a lo largo de su vida; en los que la intérprete ha tratado de atrapar el concepto vital de una forma de hacer canciones, que aunque no está de moda, resulta insuperable.

Son temas de difícil interpretación en los que el desdoble vocal de Haydée la coloca a la altura de las grandes voces cubanas del siglo XX; y no se trata de adulación barata para ganar gracia o favores; ocurre que el equilibrio vocal mostrado en el CD permite disfrutar de un panorama de toda la música que se ha vivido; ora ensambles vocales, ora la canción “filinisca”, ora el cruce por el jazz; ora simplemente la canción como un todo.

Palabras es un disco de culto, no solo por el contenido, sino también por la nómina musical que se incluye que reúne a consagrados menos conocidos, pero todos capaces de discursar con una música que ha sido hecha para trascender en el tiempo.

BIS MUSIC ha apostado por un producto de alta factura musical y que puede andar más allá de las presentaciones en teatros o en aquellos espacios —ojala los hubiera—donde la complicidad entre música, sentimientos y placeres mundanos coincidan.

Para Marta Valdés ha vuelto a sonar la hora de la música, esta vez desde una perspectiva diferente, hecha por los que alguien llamó “los no huérfanos musicales de la contemporaneidad”; y no le faltaba razón… al menos quedan una canción y sabias Palabras.


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