Compilar en un solo libro los testimonios de cineastas, promotores, críticos e investigadores del cine siempre es un auténtico y necesario desafío. Hacerlo desde el dialogo vital, indagador, comprometido con el séptimo arte, es parte de una lógica esencial: construir recuentos, siempre incompletos, edificar narraciones e historias, algunas de ellas parciales que en futuras (otras) lecturas podemos redescubrir en todo su esplendor. Estas son parte de las claves de un volumen de entrevistas, relatadas desde personales visiones que alumbran cimientos e interrogantes para el nicho de una antología, que podría ser, o más bien es, el punto de partida de re-visitaciones, cuya esencia es la cinematografía panameña. Estas son parte de los anagramas de un texto que no superan las trescientas cuartillas.
Conversaciones del cine panameño. Antes de la ley de cine, de Alfredo Castillero Hoyos y Édgar Soberón Torchia, publicado por la Fundación Cultural Centro de Imagen y Sonido, Panamá, 2018, se traduce en rigor y logrado equilibrio de los temas, anclados por un puzle de argumentos que afloran atizados por cuestionarios que indagan, delinean pasados, profundizan en tópicos medulares afanosos del recuento, armados por ejes perceptibles o piezas de su arquitectura.
Es notorio, también aplaudible, el empeño de los autores por construir la memoria del cine panameño, por dejar registrado en letra impresa hechos, anécdotas o esenciales procesos de esta cinematografía apelando a coloquiales escrituras que dibujan a los más significativos del siglo XX en esa nación americana. En sus páginas se alumbran las singularidades del cine istmeño, que entronca en sus problemáticas y retrocesos con retos y contradicciones claramente comunes en las cinematografías de los países de la región.
El texto, tejido con lenguaje de acusado periodismo cinematográfico, cartografía las muchas zonas conflictuales que particularizan a esta nación, donde el séptimo arte materializó resultados, sostenidos por la voluntad protagónica de sus cineastas, defensores y promotores de las esencias de un arte vital para el desarrollo humano y espiritual de sus compatriotas.
¿Qué abordajes habitan en Conversaciones del cine panameño? ¿Hacia dónde nos conducen los autores de este libro y los más de veinte entrevistados de esta pieza de obligada lectura? Son varios los temas que habitan en sus sobrias páginas, algunos recurrentes, que dibujan la ecuación del cine de ese país.
La entrada desigual del cine estadounidense, que copa el mercado nacional y constituye un fenómeno global, la ausencia de políticas públicas que protejan y apoyen al cine nacional, la carencia de un cualificado sistema de enseñanza artística y cultural que potencie la formación de los cineastas, la transformación o pérdida de las tradicionales salas de cine convertidas en espacios comerciales o de otra naturaleza social, achicando el número de salas en esta nación, esencial en la geografía continental. Son estos algunos de los puntos convergentes en el presente texto que apuntan hacia la necesidad de recomponer el cine panameño.
En las rutas de este libro se subraya un tema repetido en las cinematografías de América Latina: la pérdida de filmes realizados por cineastas del país y otras coproducciones destruidas por el paso del tiempo. El deterioro de obras en celuloide y otros soportes más contemporáneos, así como la ausencia de infraestructura y tecnología que revierta estas generalizadas verdades se jerarquizan en este libro.
Los retos de hacer cine en Panamá, ante la ausencia de recursos materiales y financieros, las soluciones creativas y de producción que han caracterizado al cine nacional, la confluencia de generaciones como articulación de vivencias, de procesos de aprendizajes, son parte de los tópicos de este volumen, que nos invita a indagar, a tomar nota de sus urgencias e identificar las singularidades de un cine, permeado por otras influencias, muchas veces extra artísticas.
Denota en los autores de Conversaciones… un probado sentido de pertenencia con su cultura, con las fortalezas de una cinematografía no socializada del todo en buena parte del continente americano, que constituye su geografía natural, su primer escenario de vida y andares. El deber del cine, como arte que narra la historia, que significa los valores culturales y sociales del país, son parte de los pliegues de este texto edificado también para estimular el estudio del séptimo arte panameño.
Sensibilizar a decisores de gobierno sobre el abanico de verdades que habitan en sus páginas, que urgen solventar, mapeado por los cimientos de sustantivas ideas que impulsan el insustituible debate, están entre los surcos temáticos que atizan el fortalecimiento de una conciencia cultural que entronque con el cine de la nación centroamericana.
Está delineado en sus páginas el reconocimiento de lo que aportó el cine cubano y sus cineastas al desarrollo de la cinematografía panameña. No solo por lo que aportó, y aporta, la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños en la formación de estudiantes y cineastas de ese país; también en la concreción de filmes que no encontraron el requerido respaldo material y financiero en su geografía. ¿No es acaso impostergable retomar estas experiencias entre nuestros países que contribuyen al fortalecimiento de nuestras culturales? ¿No es parte del sueño de la integración latinoamericana el construir bases culturales, económicas y sociales que fortalezcan el cine nacional y el de nuestros países?
Las huellas de estas y otras miradas pernoctan en el volumen, oportunamente narrado, en pequeñas historias de vida, para impulsar otras dimensiones del cine. El libro impulsa un vasto campo de lecturas que se han de forjar en ciclos e inimaginables enfoques de investigaciones, que contribuirán al empoderamiento de nuestras cinematografías. Édgar Soberón Torchia, coautor de este libro, lo ha cristalizado en tres textos: Un siglo de cine (México, 1995); Breve historia del cine panameño (Panamá, 2003) y Los cines de América Latina y el Caribe (Cuba, 2014).
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