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"Conducta" y "Vestido de novia": la vitalidad de una cinematografía


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Logo del Instituto cubano del arte e industria cinematográficos.

Cuando algo se ha establecido bien, cuando sus fundamentos se han enraizado en una cultura que ha sabido reconocerse, es casi imposible que el paso del tiempo desemboque en la decadencia y que esos fundamentos no establezcan una continuidad.

Mi conocimiento del Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos (ICAIC) que fundó la cinematografía cubana de la Revolución viene desde sus momentos iniciales, desde los días de su fundación. Tanto es así, que en aquellos tempranos sesenta fui cronista de filmes en la Revista Mella, entonces órgano de la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR), y pretendí incluso ser director de cine. Tuve una fructífera amistad con algunos de los que fueron sus fundadores, como Tomás Gutiérrez Alea, Oscar Valdés, Héctor Veitía, Octavio Cortázar, Juan Carlos Tabío y Marío García Joya, para mencionar apenas unos pocos de aquellos iniciadores.

Los más recientes filmes cubanos son ya, obra de una generación diferente, pero me parece que afincada en los valores que aquella oleada de fundadores alentó y animó en sus años de trabajo.

Aquellos años sesenta fueron tiempos en el que esos cineastas  temían el deber —la forma suprema de la obligación— de mostrar los avatares de una Revolución que acababa de nacer y que siempre parecía estar en peligro real de ser extinguida. A la vez, esos artistas buscaban la manera de decir, exploraban la obra de los grandes cineastas que pulularon en esa década donde, en las pantallas de los cines habaneros se proyectaban los filmes de Alain Resnais, Luis Buñuel, Michelangelo Antonioni, Billy Wilder, Akira Kurosawa, Ingmar Bergman, Pietro Germi, François Truffaut. Pero el artista tiene que recorrer esos caminos forjados por los grandes creadores, explorarlos y conocerlos pero, a la vez, buscar —y encontrar— su manera de decir.

Este año me ha causado peculiar satisfacción conocer dos cintas cubanas debidas a dos creadores de esa nueva generación de cineastas cubanos.

Una de ellas es Conducta, de Ernesto Daranas, a quien ya habíamos conocido por su excelente Los dioses rotos, en donde la indagación en el mito republicano del gigoló Alberto Yarini, le sirve al director para explorar nuestra actualidad.

Pero Conducta, justamente multipremiada en el más reciente Festival de Cine de La Habana, ha sido ampliamente comentada entre nosotros. Por ello, estoy escribiendo ahora sobre Vestido de novia, ópera prima de Marilyn Solaya, a quien apenas conocíamos por una leve participación como actriz en ese clásico del cine cubano que es Fresa y chocolate.

La historia del guión se presenta como inspirada en hechos reales y uno de los personajes centrales, muy bien interpretado por Isabel Santos, toma el nombre del primer travesti que fue operado en Cuba para cambiarle el sexo. Pero la debutante directora y guionista no se ha conformado con testimoniar una historia real, sino que ha montado la historia de ese personaje —Sissy, es su nombre en el filme—  con la otra, todavía más dramática de Rosa Elena, diseñado con maestría por Laura de la Uz, que consigue el dramatismo, muchas veces subido de tono, que la cinta no ha temido encarar.

En este filme, como también en Conducta, se advierte a una directora que ha asimilado perfectamente el proceso creativo que la ha conducido a la plena realización estética que la película consigue. Y esa asimilación se siente más conseguida porque la forma no se ha enfatizado en Vestido de novia. La fuerza de la historia contada, ha conseguido que la comunicación con el público domine absolutamente en la cinta.

Quiero subrayar como este filme entronca con el pasado fundacional del ICAIC, al que me refería al inicio de este comentario: entre los grandes técnicos que han participado en te filme, hay que mencionar a Julio Simoneau, a Raúl Pérez Ureta y a una auténtica maestra del montaje como es Miriam Talavera. Finalmente, no quiero dejar de señalar la asesoría en el guión del escritor Eliseo Altunaga, que el público cubano conoce por el muy buen guión de aquella serie que se llamó Algo más que soñar. Me parece una sabia concertación de experiencia y juventud, que ha rendido frutos como es Vestido de novia. No la pierda el espectador cubano.


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