Conocer La Habana


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Ahora que retorna el turismo y renace la vida de la ciudad, recordamos que nuestro Alejo Carpentier nos alertaba acerca de que mucha gente se queja de aburrimiento por no saber qué hacer en esta bella y amable capital.

El escritor cubano considera que a los visitantes y caminantes de la ciudad les puede faltar curiosidad, porque “La Habana tiene el privilegio que solo conocen las grandes capitales del mundo. Y es que el aburrimiento no vive en sus calles.

Foto:Juan C Borjas

“La calle habanera es un constante espectáculo perenne: teatro, caricatura, drama, comedia o lo que sea, Pero hay en ella materia viva, humanidad, contrastes que pueden hacer las delicias de cualquier observador. ¡No hablemos de ciertos suburbios capitalinos! ¡No hablemos del puerto!... Porque en este caso penetramos en los dominios del cuento de hadas. Por unos centavos una lancha, sin atribuciones de alfombra mágica, puede atravesar la bahía y llevarnos a Regla, la ciudad el misterio, reina constantemente una atmosfera de prodigio”.

Foto:Juan C Borjas

La Habana, como muchas ciudades son muchas Habana: Comenzamos por La Habana Vieja, el Centro Histórico, Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 1982, se trata de una ciudad intacta, de los espacios más conservados y protegidos.

En ella encontraremos plazas coloniales que harán las delicias de un recorrido. Como decía el Historiador Eusebio Leal “La Habana es una ciudad pensada. Como si esto hubiera sido una coincidencia de deseos a lo largo del tiempo. No es un caos reunido, sino que tiene la gracia de las grandes ciudades. La gracia que tiene París, la gracia veneciana, la gracia de Madrid, la gracia de muchas ciudades del mundo. Quiere decir que La Habana tiene muchas cosas”.

Musicalmente, en la zona de La Habana Vieja y sus alrededores aparecen los coros de clave, la conga y la rumba de origen africano. Los cafés, bares y tabernas con la música y los bailes más trepidantes de la colonia en toda América.

En esos cuatro kilómetros cuadrados de La Habana Vieja resalta el restaurante La Bodeguita del Medio, la última bohemia donde se come la sabrosa comida criolla, se toma la bebida el mojito (ron, agua, limón y yerba buena), estampan su firma y colocan su foto, los grandes todos.

Por la calle Obispo, la más céntrica, encontramos al final el Bar El Floridita, donde el Premio Nobel Ernest Hemingway tenía su cuartel general y allí degustaba el Daiquirí (ron batido con hielo, limón)

La Habana se puede recorrer a través de su litoral, en solamente seis kilómetros siguiendo por el Malecón, frente al mar del Golfo donde pescaba el novelista Hemingway.

Después de La Habana Vieja, dividido por el Paseo del Prado (especie de los Campos Elíseos habanero), le sigue La Habana más moderna que la antigua, llamada el Centro de La Habana. Zona de mercados, tiendas comerciales, bulevar, decenas de teatros fastuosos, cines, cafés, restaurantes.

Esta es la zona de la vida nocturna de los cuarenta y cincuenta del siglo XX. En ella se asentaron la mayoría de los músicos que producen el mambo (danzón de Nuevo Ritmo) con Arcaño y los Cachaos. El movimiento feeling de la canción y el chachachá, esencialmente en los salones de Prado y Neptuno.

En este recorrido hay que hacer un aparte para visitar el Barrio Chino (China Twon) que fuera el más grande de América Latina, espacio asiático muy pintoresco y encantador.

En esta franja de teatros y centros nocturnos, en el siglo XIX y XX, la ópera conoció en La Habana un auge fabuloso, según describe Carpentier.

“A la ópera vinieron compañías que no se han vuelto a ver en ninguna parte, ni siquiera en el Metropolitan Opera House de Nueva York, ni en la Scala de Milán. Porque especulando sobre el cambio, Bracal, el empresario, podía tener la misma noche ocho estrellas de primera magnitud, de fama mundial en el escenario. Y claro, el espectáculo era tan bueno que la gente se gastaba el dinero en la ópera y no iba a los conciertos sinfónicos; eso era entre los años 1912 y la época de las vacas flacas, que empezó en el año 1921”.

Foto:Juan C Borjas

Siguiendo el curso del Malecón, llegamos a la moderna zona de El Vedado, área de rascacielos de la década de 1950, de la llamada La Rampa (Calle 23 que recorre buena parte del corazón de la ciudad, como la Séptima de Bogotá o el Broadway de Manhattan Nueva York).

Los grandes hoteles: Hotel Nacional, Capri, Habana Libre cuentan con sus propios cabarets que hicieron época en los años de 1950 y 1960. Todo lleno de tiendas, bares, cafés, cafeterías, un área de espíritu bohemio. La Rampa desemboca en el Malecón, frente al mar, donde los enamorados y las familias se sientan a tomar el fresco, escuchar el cañonazo de las 9 y ver salir los barcos de la bahía.

El espacio más rutilante lo constituyen la calle 23 desde G hasta Malecón: diez cuadras, un kilómetro de largo. Esta calle se ubica con forma paralela a la calle 21, donde se encuentran el hotel Capri y en el final el Hotel Nacional, entre los más famosos del mundo donde han estado las más grandes luminarias del orbe.

Mención especial merece la barriada de Marianao, al oeste, donde está enclavado uno de los cabarets más famosos del mundo: Tropicana.

Foto:Juan C Borjas

Lo menos que uno debe hacer cuando visita o camina una ciudad es conocer sus valores, su encanto, misterio y glamour. Tomar con toda curiosidad, siguiendo el consejo de Carpentier, y revivir la memoria y el rostro de las ciudades, las esquinas de sus principales arterias.

Hay que dejar latir el viejo corazón de la ciudad, renovarlo cada día.


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