Corina Mestre: “Para mí nada ha sido contradictorio” (Primera parte)


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Fotos: Alejandro Lóriga Santos.

Indiscutible Maestra de la actuación cubana, Corina Mestre sorprende cuando se le ve en la televisión, el cine o cuando su voz llega a través de la radio. Educadora y fiel a sus principios, Corina aborrece todo tipo de pose ficticia; es una cubana de a pie, aun cuando todos a su alrededor admiren el talento que posee. Conversamos en un estudio de Habana Radio y en más de una hora evoca recuerdos y reflexiona sobre la Cuba de hoy y los retos del arte. La Maestra Mestre se define como una artista más que actriz.

¿Cómo le lleva la cotidianidad?

A mí la cotidianidad nunca me ha aplastado. Es fuerte pero no me aplasta, porque la mayor parte de las cosas las hago por amor y entonces eso te alimenta otras zonas que creo son más importantes. No es un secreto para nadie que yo trabajo en las escuelas y no cobro ni un centavo por eso. Y en Habana Radio por ser actriz, es el sitio donde con regularidad gano un salario. Pero la cotidianidad me lleva como a cualquier cubano de a pie, eso es lo que soy: una cubana de a pie.

Quien revisa su biografía, sus datos… descubre que usted domina tres lenguas…

No, no las domino, sino que “tiro con la cara” (Se Ríe).

Las conoce…

Yo creo que los actores debemos tener una gran capacidad para escuchar. Por esta razón es vital no sólo conocer sino imitar la musicalidad de distintos idiomas.

Ahora bien, los idiomas, una vida militar, ¿cómo mezclar todo eso?

Para mí nada ha sido contradictorio. Cuando triunfa la Revolución yo estaba exiliada en Venezuela, porque a mi papá lo había torturado Ventura, uno de los sicarios de Batista. A mi mamá la estaban buscando para matarla también y meses después el Movimiento 26 de Julio nos envió para Venezuela en un barco. Yo tenía cuatro años. En ese momento me doy cuenta, aparte de que era una niña muy avispada, que uno estaba metido en una vorágine muy particular, viendo cosas alrededor muy fuertes y eso hace que uno madure mucho más rápido.

Llegamos a La Habana justamente el 8 de enero, cuando Fidel entra a la capital. Mis padres estaban consagrados a la Revolución y eso fue lo que aprendí, en mi casa, en la cuna. Yo era una muchacha que me gustaba mucho leer y las cosas las aprendía muy fácil.

¿Cuándo entra en el Ministerio del Interior?

Soy captada para el Ministerio del Interior (MINIT) en el año 69, no había cumplido 15 años todavía y entro definitivamente en el año 72. Al principio pensé que había entrado por esa supuesta alma de aventurera y decía: voy a vivir otras vidas.

¿Era un compromiso más político que familiar?

Después de los años veo las cosas diferentes. No era un compromiso familiar, porque mis padres querían que yo estudiara. Pero me sentía obligada, comprometida. También andaba con la gente de la Nueva Trova porque Noel Nicola era mi mejor amigo. Sus padres tenían excelentes relaciones con los míos. Con Noel me dejaban salir hasta las once de la noche, era mi hermano. De hecho, no he superado su pérdida.

Y como todo el mundo estaba viviendo una epopeya, porque era la época de la heroicidad cotidiana y tenía que formar parte de todo aquello. A nosotros no nos había tocado luchar en la Sierra Maestra para hacer la Revolución, entonces sentíamos la necesidad de hacer, hacer y hacer y aprender, aprender. Teníamos muy claro que en ese momento lo más importante era la cultura del saber, que no es la cultura del tener de hoy.

Cuando entro a trabajar en el MINIT conozco a Humberto Rodríguez, el director de teatro, nos hacemos amigos y por casualidad me encaramo al escenario a hacer una obra con él.

¿Por qué lo hizo?

Porque una niña que trabajaba con él se había enfermado con varicela antes de ir al Festival de Aficionados. Entonces estaba en la Nueva Trova, en el MINIT… era como un tren, no paraba. Todo el día me la pasaba trabajando, participaba en los conciertos, también en Teatro Estudio… era como la necesidad de estar en todas partes y de aprender.

Como dice la mayoría: desde chiquitica tenía ese “bichito por la actuación” …

No, ningún chiquitica. Ese cuento de que yo me disfrazaba, no. Yo desde niña recité poesías, estuve en la Nueva Trova, viví, que es lo más importante. Mi casa estaba al lado de Teatro Estudio, mi mamá hacía guardia con Raquel Revuelta.

A veces me permitían hacer la guardia con ellas, buscar ladrones, en esa época se hacían muchas cosas y yo metida en todos esos “shows”. Luego me presenté en el Instituto Superior de Arte, en el curso para trabajadores.

Cuando vi que estaba aprobada empecé a pedir la baja en el MINIT y salí definitivamente en diciembre del 80. Te repito, yo siempre estuve en Teatro Estudio, era como la mascotica de allí, viendo los ensayos…

¿Totalmente aceptada esa decisión en la casa?

Recuerdo que un día mi mamá le pide a Raquel Revuelta ver una de las obras donde yo participaba para que le dijera que yo no tenía ninguna condición para ser actriz. Ese día fueron a ver la obra Berta Martínez, Vicente y Raquel Revuelta. Quería morirme, ni salir del camerino. Pero bueno, al final hice la obra y cuando se terminó me fui para el camerino hasta que se fueran. Cuando bajo todos estaban allí y Raquel Revuelta me dice: tú vas a hacer actriz. Vicente y Berta me felicitaron y cuando llego a la casa mi mamá me dijo un montón de cosas y hasta se peleó con Raquel. Nada, después se le pasó.

Cuando dejé el MINIT donde ganaba cerca de 300 pesos y empiezo en Teatro Estudio con cerca de ciento y tantos pesos, mi mamá se disgustó mucho porque decía que ser actriz era la última carta de la baraja.

¿Superó todo aquello?

Sí, mi madre es una mujer brillante, con una capacidad increíble. Yo la admiro mucho y te das cuenta que cuando hablo de ella se me iluminan los ojos.

Continuará…


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