Crónica de una república infausta (1902-1958) I Parte


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I

El 1ro. de enero de 1899, en cumplimiento del Tratado de París del 10 de diciembre de 1898, se arrió la bandera española de los edificios públicos en Cuba y se izaba la estadounidense, en algunos, se permitió que le acompañara como segunda, la bandera cubana. Lamentable hecho que reflejaba en sus encendidos versos el poeta matancero Bonifacio Byrne cuando, de regreso a su tierra natal procedente del exilio escribió en una estrofa: ¡Que no deben ondear dos banderas, donde basta con una: la mía!

Se iniciaba así la primera ocupación militar del archipiélago cubano por Estados Unidos y duraría hasta el 20 de mayo de 1902. Sesenta años exactos de aquella fecha en que se inició la ocupación, el 1ro. de enero de 1959, triunfó la revolución democrático-popular que llevó al poder al Ejército Rebelde y las organizaciones revolucionarias en representación de las grandes masas oprimidas. Sólo 60 años duró el dominio yanqui en Cuba, el actual poder revolucionario cumple ahora 62, ya lo superó en tiempo histórico a pesar de los vaticinios, realizados desde el mismo 1959 por el imperio neocolonizador y sus lacayos criollos del patio, de que duraría sólo unos meses.

Antecedentes mediatos del dominio norteamericano sobre Cuba

Los deseos de dominio de este archipiélago por la oligarquía anglonorteamericana, datan de varios años antes de que ésta iniciara su guerra de independencia en 1775 y surgiera como resultado, en 1787, la federación que denominaron: Estados Unidos de América.

Entre el 6 de junio y el 13 de agosto de 1762 los criollos habaneros y las tropas españolas de La Habana se batieron defendiendo esa ciudad de la invasión inglesa. Dos meses y medio de combates y resistencia en los que los habitantes de la capital de la colonia hicieron gala de valentía y pundonor. Rendida la plaza por el capitán general Juan del Prado, se produjo la ocupación militar británica del occidente cubano (las actuales provincias de Pinar del Río, Artemisa, La Habana, Mayabeque y Matanzas) durante once meses, hasta julio de 1763.

En ese período, los ocupantes abolieron el monopolio comercial que tenía la corona hispana a través de la Real Compañía de Comercio de La Habana y permitieron el libre comercio entre los hacendados y comerciantes de la isla con la metrópolis inglesa y sus colonias caribeñas y norteamericanas. Fue entonces que la burguesía comercial e industrial de las nueve colonias del norte y centro de las llamadas “Trece colonias” y los terratenientes esclavistas de las cuatro colonias del sur, conocieron a La Habana y a Cuba, viajaron a ella, disfrutaron de su clima tórrido, comprobaron la fertilidad de la llanura Habana-Matanzas, las potencialidades de la bahía habanera, la estratégica ubicación geográfica de la isla entre el estrecho de La Florida, el canal viejo de Bahamas, el golfo de México y el mar de las Antillas, verdadera llave entre la América del Norte y la del Sur. Compraron y consumieron el habano, el mejor tabaco del mundo, el azúcar con un dulce peculiar y sus jugosas frutas tropicales. Vendieron mucho arroz y productos manufacturados a la isla. Se enamoraron de Cuba y comenzaron a desearla.

Cuando España la recuperó, ya quedó marcado el futuro; aquella clase pudiente de las Trece colonias querían a Cuba. Hay historiadores que aseguran que George Washington y Benjamin Franklin, dos de los padres fundadores de la nueva nación que se fraguaba al norte, visitaron la isla en aquella época de dominio británico.

Cuando se constituyeron los Estados Unidos, en su geopolítica estaban grandes extensiones de territorios coloniales españoles: Las Floridas, La Luisiana, Oregón, la Nueva España o México, Centroamérica, Puerto Rico… y en esa estrategia expansionista, Cuba era la perla más deseada.

Se opusieron a lo largo del siglo XIX a la compra de la isla por Inglaterra, a los planes independentistas de los cubanos y el apoyo que recibían en sus pretensiones por parte de Haití, México y la Gran Colombia. Lo dejarían claro en sus criterios en torno a los planes bolivarianos de invasión a Cuba y Puerto Rico antes, durante y después del Congreso de Panamá de 1826.

Cuando se inició la Guerra de independencia en 1868 y a lo largo de treinta años de arduo batallar nunca reconocieron a la república en armas ni la beligerancia de los cubanos y después de la primera guerra, a partir de 1880 se inició la penetración dinámica del capital estadounidense en la industria azucarera, la tabacalera, la minería y las mejores tierras.

En 1898, cuando calcularon que “la fruta estaba madura” como diría el vaticinio de Jhon Quincy Adams en 1805, intervinieron en la Guerra de independencia cubana.

La primera guerra imperialista; historia compartida entre cuatro países insulares y antecedente inmediato de una república neocolonial en Cuba

La de 1898, no fue simplemente la intervención estadounidense en la guerra de independencia de Cuba, fue un conflicto de la nueva potencia imperialista del norte de América para un nuevo reparto territorial del mundo. Fue una contienda que libró Estados Unidos contra España en cuatro escenarios insulares: Cuba, Puerto Rico, Guam y Filipinas y en dos de ellos se incrustó en las guerras que desarrollaban sus patriotas contra el dominio colonial español desde 1868 en los dos casos: los archipiélagos de Cuba y las Filipinas.

En Cuba se estrenó una fantasía de gobierno autonómico el 1ro de enero de 1898 y el guión seguido por Estados Unidos se inició con el envío a la rada habanera del acorazado USS Maine y su explosión el 15 de febrero con 260 de sus tripulantes para acusar a España del hecho. Siguió con la Resolución Conjunta de ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos el 19 de abril en la que cínicamente planteaban que Cuba debía ser por derecho, libre e independiente. 

Las administraciones de aquél país jamás reconocieron en 30 años la beligerancia de los cubanos, aunque miles de estadounidenses voluntariamente habían participado en el Ejército Libertador Cubano (ELC). Habían perseguido a los conspiradores cubanos en su país y decomisado las armas y vituallas compradas con el sudor de los obreros cubanos emigrados, detenido expediciones y encarcelado a patriotas.

El guión continuó con un cruel bloqueo naval mediante el cual el archipiélago fue rodeado de la flota naval yanqui impidiendo que entrara o saliera nada del país, ahogando en hambre y miseria a sus pobladores que ya habían sufrido la “reconcentración” impuesta por el capitán general Valeriano Weyler” entre 1896 y 1897 y los efectos de 30 años de guerra.

A renglón seguido, se produjo el desembarco de sus tropas por el oriente desconociendo olímpicamente a las máximas figuras y todos los órganos representativos del pueblo cubano: al presidente de la república en armas mayor general Bartolomé Masó Márquez y su consejo de gobierno así como al alto mando del Ejército Libertador Cubano encabezado por su general en jefe, el mayor general Máximo Gómez Báez y el lugarteniente general mayor general Calixto García Íñiguez quien era además, jefe del departamento oriental. 

En cuanto al Partido Revolucionario Cubano (PRC), fundado por José Martí y Pérez en 1892 para hacer la independencia de Cuba y auxiliar la de Puerto Rico,  su delegado o sea, su máxima figura, Tomás Estrada Palma, traicionó el ideal martiano y se subordinó a los planes imperiales.

Destruida la escuadra naval española al mando del almirante Pascual Cervera en la bahía de Santiago de Cuba, tomados los fuertes del Viso, en el camino del Caney y el de la loma de San Juan, en el camino de Siboney, la toma de la ciudad de Santiago de Cuba fue un hecho. Las tropas invasoras entraron en la ciudad y prohibieron su entrada a los mambises (miembros del ELC). Más del habitual desconocimiento.

El 12 de agosto se firma un armisticio entre España y Estados Unidos, se negocia la evacuación de las tropas españolas y la ocupación de los cuarteles por los gringos mientras las tropas mambisas tenían que permanecer hambrientas en los alrededores de las poblaciones.

En Filipinas se libró otra batalla naval en la bahía de Manila pero los insurrectos contra España al mando de Aguinaldo, no apoyaron a los invasores norteamericanos, todo lo contrario, se enfrentaron a ellos por las armas pero la superioridad en armamento fue causa de su derrota y casi aniquilación.

Puerto Rico después del Grito de Lares el 23 de septiembre de 1868, aplastado por la represión colonial, no se había producido otro levantamiento. Dentro del Partido Revolucionario Cubano (PRC) se creó la Sección Puerto Rico con Eugenio María de Hostos y Emeterio Betances como dirigentes, se previó un levantamiento en la isla y se designó al mayor general del ELC Juan Rius Rivera, puertorriqueño, como general en jefe del futuro Ejército Libertador de Puerto Rico pero el levantamiento nunca ocurrió. El 25 de noviembre de 1897 España inauguró el gobierno autonómico en la isla y el 25 de julio de 1898 se produjo el desembarco estadounidense.

La isla de Guam, en Oceanía, contaba con una pequeña guarnición española que al llegar las tropas norteamericanas las saludaron y recibieron cordialmente creyendo que se trataba de una visita amistosa, no se habían enterado de la declaración de guerra que Estados Unidos le había hecho al reino español. Por tanto, el factor sorpresa propició la rápida rendición de las tropas españolas.

El 10 de diciembre de 1898 se firmó en París, la paz entre las dos potencias contendientes: España y Estados Unidos y la primera cedería a la otra, las cuatro colonias insulares.

Filipinas estuvo ocupada por Estados Unidos hasta que fue invadida por el Japón militarista en 1841 y ocupada por éste. En 1944 obtuvo su independencia gracias a la resistencia de los filipinos a los invasores nipones y a los estadounidenses pero llegó a su vida republicana repleta de bases aeronavales norteamericanas como para perpetuar su dominio.

Puerto Rico aún hoy mantiene un estatus colonial. Hasta 1915 se impuso el inglés como idioma oficial en la isla hasta que la lengua de Cervantes se impuso. En 1952, después del levantamiento armado fallido de Pedro Albizu Campos, se le otorgó el extraño status de “Estado libre asociado” que no le permite superar los postulados y condiciones de la colonialidad. Desde 1973 se presenta ante el Comité de descolonización de la Organización de Naciones Unidas (ONU) el caso colonial de Puerto Rico.

La pequeña Guam es un “territorio” de la Unión norteamericana, otra colonia. La historia de Cuba fue distinta.

Crónica de una república infausta

La burguesía anglonorteamericana logró en 1898 lo que deseaba desde 1762, hacía 136 años: el pleno dominio de Cuba. Deseo nacido catorce años antes de la firma de declaración de independencia de las Trece colonias el 4 de julio de 1776, veintiún años antes de la conclusión de la guerra por esa independencia en 1783 y veinticinco años antes de surgir los Estados Unidos de América con la Constitución de 1787. Sin embargo, un preciado deseo tan longevo, duró, en tiempo real, sólo sesenta años y he ahí el trauma que les produce a esa oligarquía, el triunfo de la Revolución Cubana.

La solución de dominio sobre Cuba no podía ser la de Puerto Rico o Filipinas. En las últimas décadas del siglo XIX el independentismo había superado en simpatía a otras corrientes ideológicas y políticas como el integrismo, el reformismo vistiendo ropajes de autonomismo y el anexionismo.

Las ideas de independencia habían sobrepasado la simpatía y se convirtieron en convicción por lo tanto, la anexión o la ocupación militar permanente no tendrían éxito a la larga y se decidió una especie de colonia con atuendos republicanos.

Se disolvió el Partido Revolucionario Cubano, de ello se encargó el propio delegado Estrada Palma; el Ejército Libertador Cubano, por decisión del gobierno de la república en armas tras las presiones de los ocupantes y definitivamente se disolvió el propio gobierno que había adoptado la forma de Asamblea de Representantes de la Revolución y celebró históricas reuniones en Santa Cruz del Sur, Marianao y el Cerro, donde se decidió su disolución. Desarmado el pueblo y disuelto sus órganos, el camino quedó expedito para la nueva colonización.

Se convocó en 1901 a una asamblea constituyente para darle a la nación una carta magna y a la misma se le obligó a aprobar un apéndice, aprobado por el congreso de los Estados Unidos y conocido como Enmienda Platt por el apellido de su promotor Orville Platt que establecía en siete artículos las relaciones futuras entre Cuba y Estados Unidos. No fue aprobada en dos votaciones hasta que el gobernador militar gringo Leonardo Wood se presentó en las sesiones de los asambleístas y dejó claro que la opción era: constitución con la referida enmienda o no se retiraba la ocupación extranjera. Se impuso entonces la lógica posible de Juan Gualberto Gómez: mejor poca que ninguna independencia aunque a Cuba le quedaba casi ninguna, era como entregar las llaves de su casa al vecino para que hiciera con ella lo que quisiera.

Cuba no podía celebrar tratados o pactos de ningún tipo con terceros países sin el permiso de los Estados Unidos. Los Estados Unidos podían intervenir militarmente en Cuba siempre que consideraran que se veía amenazada su independencia. La Isla de Pinos sería omitida de los límites de Cuba. La República de Cuba cedería o arrendará los puertos necesarios para que Estados Unidos estableciera bases navales o carboneras. ¿Qué república sería aquella?

El historiador Oscar Pino Santos la calificó de protectorado, otros le han llamado república mediatizada, neocolonial, semicolonial o pseudorrepública. Ningún historiador serio admite que fuera una república soberana.

 

Continuará...


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