¡Dale Mambo! Esencia de la música cubana


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Es poco lo que se diga sobre el Rey del vibrante ritmo que sentó pautas para otras sonoridades que hoy se escuchan entre los salseros cubanos cuando se exclama ¡Dale Mambo! Tan colosal fue la obra de su autor, al cual hoy evocamos en estas páginas, que Igor Stravinski, compositor y director de orquesta ruso lo reconoció como genio de la música. Dámaso Pérez Prado y el Mambo, han trascendido en el tiempo como algo de los más relevante que ha ocurrido en la Música cubana e internacional.

Este pianista, compositor y director de orquesta inició su carrera musical en la provincia de Matanzas y entró a la Habana por la puerta ancha con apenas 20 años en medio del auge extraordinario que tenía el Son en la época.

Su talento, junto a las ambiciones musicales y sus ideas renovadoras le abrieron paso en el competitivo mundo del espectáculo y consiguió colocarse en importantes agrupaciones musicales que tocaban en famosos lugares nocturnos donde comenzó a darse a conocer por sus extraordinarias aptitudes para tocar el piano.

Así transitó por Los Hermanos Palau, Cubaney y la agrupación de Paulina Álvarez hasta que logró integrarse a la de mayor fama en el país Casino de la Playa. Su paso por las filas de esta banda fue una especie de laboratorio musical para Pérez Prado, aquí comenzó a experimentar nuevas sonoridades y estructuras armónicas incorporando el del Jazz, fue aquí donde hizo sonar en plena fusión el piano, la batería, el bajo, los instrumentos de viento y la percusión afrocubana.

Estas ideas renovadoras en cuanto a la música y su fusión con elementos del Jazz y la Rumba le proporcionaron un sello distintivo a la agrupación que más tarde creó en México. Algunos musicólogos afirman que sus interpretaciones estaban sobre la base de saxofones, trompetas, trombones, teclados y percusión que le proporcionaron una sonoridad mayor y un sello distintivo a su agrupación.

Cuentan que fue en la nación azteca donde a finales de los años 40 y principio de los 50 Dámaso Pérez Prado conquistó la cúspide de su celebridad con un ritmo cuya sonoridad puso en movimiento a toda una generación de bailadores y logró éxitos al hacerse visible en diversas películas de la época con actuaciones de bailarinas de primera línea como es el caso de la destacada Ninón Sevilla, llamada “la diosa rumbera”.

En estos escenarios internacionales tuvo la oportunidad estar acompañado por importantes músicos y compositores cubanos como el sonero y compatriota Benny Moré, el bárbaro del ritmo, cuya voz quedó grabada en innumerables temas musicales así como la posibilidad de hacer escena con prominentes personalidades de la música de Estados Unidos como Stan Kenton, Dizzy Gillespie y Artie Shaw, quienes se interesaron por conocerlo y saludarlo personalmente.

La afirmación del autor de Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez, escritor colombiano, Premio Nobel de Literatura, describió la sagacidad musical del denominado el Rey del Mambo, como uno de los grandes del pentagrama cubano, latinoamericano e internacional:

“El inmortal Pérez Prado puso patas arriba, desalojó a todos los ritmos del planeta, por eso es uno de mis ídolos más antiguos y tenaces.”

Dicen que, aunque regaló su música en innumerables países de Latinoamérica, México lo atrapó con su cariño e inspiración. Esta nación, en la cual permaneció por mucho tiempo, fue testigo de la creación de sus obras más famosas por la década de 1950, Rico Mambo, Mambo No 5, Pianolo, Caballo Negro, El ruletero, Mambo en saxo, y Mambo No 8.

Por siempre archiva la historia musical del mundo el afecto y la admiración por quien fuera uno de los más grandes músicos de Cuba, quien alcanzó la inmortalidad en la vida musical del continente y otras latitudes el 14 de septiembre de 1989, día su fallecimiento, por Dámaso Pérez Prado… El Rey el Mambo.


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