Dania Pérez Rubio, la editora / Por Pedro Pablo Rodríguez


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El pasado domingo 3 de junio falleció en La Habana una de las editoras de mayor experiencia y más títulos preparados del país. Dania Pérez Rubio dedicó su vida al trabajo editorial prácticamente desde que terminó sus estudios en la antigua Escuela de Letras de la Universidad de La Habana y su larga ejecutoria la convitió en indudable puntal de la Editrorial de Arte y Literatura.

Quizás la proliferación actual de editoriales en nuestra nación permite comprender a plenitud la importancia que tuvo la creación del Instituto Cubano del Libro, continuador de la Editorial Nacional de Cuba, conformador de un verdadero ámbito editorial en el país en el que destaca con indudable brillantez y óptimos resultados la que me atrevería a nombrar una escuela de editores, profesión con escasa experiencia en la Cuba prerrevolucionaria, donde la  impresión de libros no solía ser precedida por el cuidadoso laboreo con el texto y la definición del diseño y de las artes finales. Lo cierto es que en el mundo del libro cubano hace mucho tiempo que se ha alcanzado una notable maduración al concebirse el libro como un objeto no solo de interés mercantil sino, y sobre todo, como un producto artístico que ha de ser cuidado en todos sus detalles. Y para ello, desde luego, el editor es figura clave del proceso conducente a tal resultado, puesto que, además de la difícil tarea de cuidar lo escrito por el autor y de garantizar que el texto impreso respete la voluntad autoral, es también el encargado de ajustar esta con el diseñador de la cubierta y del interior del libro.

Por todo ello, un buen editor no solo ha de ser un conocedor actualizado del tipo de obras con que trabaja usualmente sino también ha de tener el dominio de la lengua española y de su gramática, además de un saber acerca de la impresión y de una sensibilidad aguzada, tanto desde el punto de vista artístico como del trato para llevar a feliz término el trabajo del conjunto de personas que interevienen en la confección del libro hasta su tirada en la imprenta.

Todos estos requisitos indican que, junto a las cualidades propias de quien ha de trabajar en primer lugar con un texto y su autor, el editor mejor será aquel que pueda organizar adecuadamente a ese pequeño colectivo que interviene en cada libro.  

Dania Pérez Rubio fue de esa clase especial de editores. Su labor fue esencialmente con libros de autores extranjeros, en la mayorìa de los casos que escribían con otras lenguas, lo cual implicaba a menudo incorporar al traductor al equipo editorial, a menos que se tomase algún traslado previo al español. Muchas de las obras a su cargo fueron piezas literarias, sustancialmente de narrativa, tarea que le impuso en más de un caso el estudio de la producción del escritor. Y a más de un autor cubano le he escuchado referir su satisfacción porque un libro suyo haya pasado por las  manos de ella. 

Dos cosas sobresalían en ella: sus extraordinarias disciplina y capacidad de trabajo. Dania organizaba sus jornadas de labor con horarios que cumplía estrictamente y era capaz de editar más de un título a la vez, lo cual, me decía, le servía para descansar entre uno y otro. Fue de esa generación que, desde hace medio siglo se entregó a la noble causa editorial y levantó con su serio desempeño cotidiano el prestigio del libro cubano.

Estoy convencido de que su alegría de vivir, que la ayudó a sobrepasasar cuaquier contingencia, se manifestaba en su contentura ante un libro terminado y bien logrado. En cada libro dejaba algo de ella y ese particular modo de darse otorgaba sentido a su existencia.

Sé que muchas de las personas que se iniciaban en su editorial contaron con su consejo, con su opinión, con la observación a tiempo. 

La conocí cuando ambos estudiábamos en la Univresidad de La Habana. Era una muchacha atractiva que sabía encauzar hacia la amistad sincera a los que se relacionaban con ella. Fue una buena estudiante sin pujos de vanidad, como fue una buena editora que no alardeó de sus  bondades. Pienso que quizás no se le reconoció su entrega del modo debido, algo tristemente muy común para quienes desempeñan la profesión de editor, mal retribuida económicamente, oscurecida en comparación con el autor y a veces hasta negada en su importancia.     

Fue buena amiga y mejor madre, de conversación amena, de intereses intelectuales muy variados, divertida en un grupo, de fino humor y cubana sin excesos ni aspavientos, firme en sus convicciones revolucionarias.   

La cultura cubana ha perdido una representante útil y dedicada, de esas que, cuando ya no están, se extrañan. 

Dania Pérez Rubio estará siempre, merecidamente, en mis recuerdos, en mi intimidad.


1 comentarios

Eva Contreras
9 de Julio de 2018 a las 07:08

Excelente profesional y gran ser humano. El articulo hace justicia a su personalidad. Tuve el honor de conocerla en su intimidad hogarena, en el periodo mas duro de Cuba y siempre mostro su fortaleza y convicciones. Su pasion por el trabajo de calidad y amor por su adorable HABANA. Gracias Dania Perez Rubio por los momentos compartidos! Las letras cubanas te extrañarán!

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