De la Africanía en Cuba: Ojuani Hermoso


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Josefina Pomposo estaba muy preocupada porque todo le salía muy mal. Un día, al pasar por un parque, una señora sentada con un pañuelo blanco en la cabeza le dijo: “Quiérete a ti misma, porque si no te quieres no podrás querer a los demás. Cuídate y atiende tus cosas pues si no lo haces no vas a tener adelanto en la vida.¡Ojo, que te están haciendo brujería!”.

Josefina despertó sobresaltada por el sueño que había tenido. Pronto se lo contó a su vecina. Ella deseaba tener seguridad de un asunto que le interesaba y tal vez esta sería la oportunidad de saberlo. “Mira mija, ante esas cosas lo mejor es ir a ver a una santera. Yo tú iría a ver a María Kankasa, profesora de música como tú y tremenda Iyalosha”, le dijo la vecina.

—¿Qué es eso?, preguntó Josefina.

—Una santera.

Josefina Pomposo se fue a consultar con la profesora de música, quien le dijo que ella tenía enemigos fuertes y obstinados. “Eres muy despreocupada, deja de ser soberbia porque eso te puede hacer daño, ten cuidado con la candela porque te puedes quemar, atiende tus sueños, ellos te salvarán de malos momentos. Ud. desea ir a un lugar y desea saber si le saldrá bien, y si le dará resultado. Donde Ud. piensa ir encontrará el bien, pero la salida será mala. Ud. sabe lo que es hoy pero no lo que será mañana”.

Josefina Pomposo se quedó más preocupada por lo que le dijo la Kankasa. Ella le preguntó a la profesora de música qué es lo que podría hacer. La santera le dijo que “lo que se ensucia lavándose se limpia”, y le aconsejó que atendiera a sus espíritus tal como hacía su marido, quien compartía su desayuno y almuerzo con los eggun familiares. Le sugirió que evitara la amargura y las peleas en su casa y que hiciera las cosas completas para vencer en la vida. Por último le dijo: “enciende velas a tus muertos y pide lo que quieres”.

Sucedió que la Pomposo era despreocupada y algo descreída. Hizo las cosas a su manera y sin ponerle fe a lo que hacía. No lograba avanzar en nada. La relación con su pareja se deterioraba cada vez más, el viaje que deseaba realizar a otro país se dificultaba, las enfermedades se iban y volvían. Josefina no sabía qué hacer.

Un día volvió a hablar con su vecina y esta entonces la remitió a un babalawo con más poderes que la santera. Era la época en que algunos babalawos cometían desmanes y solo les interesaba ganar dinero. La época en que carecían los animales y sin embargo, ante cualquier situación, te mandaban a matar un chivo, un gallo o dos gallinas. Época en que los animales no se morían y los hombres sí, pues los animales tenían más virtud que ellos.

Josefina se fue a ver Evaristo Kijarrota, un awó conocido en el barrio. Este le dijo que tenía que buscar un aura tiñosa para sacrificársela a Ifá para progresar. Josefina así lo hizo, pero nada, no avanzaba.

El marido de Josefina —que la consideraba una mujer melodramática, con un saco invaciable de energías negativas sobre sus espaldas—, decidió llevarla a un babalawo del grupo de los buenos, de esos que no especulan con la religión y abogan por la seriedad y el respeto de la tradición. Josefina Pomposo le contó a Eleuterio Kimbao lo que había hecho anteriormente.

—¿Qué ustedes le dieron de comer una tiñosa a Ifá? ¡Qué bárbaros! Le has dado de comer a Ifá la mensajera de Olofin.

Josefina Pomposo hizo lo mismo que le había dicho María Kankasa, decidió consagrarse a sus espíritus y atender a sus muertos. Hizo misas y todas las mañanas les ponía agua y café, con ellos compartía sus comidas. Fue así como finalmente Josefina Pomposo pudo progresar y avanzar en su vida. Dicen que ya hoy se encuentra en otro país cuidando y criando a los hijos de su sobrina, era lo que más ella quería.


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