Portal Cubarte  -  De la africanía en Cuba. Osa Ure. Otura

De la africanía en Cuba. Osa Ure. Otura


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Olofin tenía al herrero Obtusiano Arére como un hombre de su confianza, pero continuamente recibía quejas sobre la conducta de este. Le informaban de lo que era y lo que no era; que variaba mucho de pensamiento y no escuchaba consejos; que era un despilfarrador y no cuidaba de sus asuntos con seriedad; que desobedecía a los santos y que mientras más miraba, menos veía.

Cansado de tantas quejas, un día Olofin, mandó a buscar a Orunmila para que se llevara a Obtusiano Arére y lo desapareciera. Orunmila, conociendo que Obtusiano, además de obtuso era noble y bueno, lo llevó para su casa y decidió registrarlo.

Fue entonces que salió el signo Osa Turá y Orunmila le dijo:

- Mira muchacho, aquí Ifá habla de los tres caminos: el de la enfermedad, el de la intranquilidad y el de felicidad; si no eres obediente solo vivirás los dos primeros. En ciertas circunstancias el objetivo alcanzado pude verse malogrado, porque la demora en cristalizar pude hacer frustrar la validez del logro.

Ifá dice también que tendrás problemas del corazón y de respiración y si no te cuidas te sorprenderá Ikú en menos de lo que canta un akukó. Habla de una suerte compartida; el que la recibe, para no perderla, tiene que ayudar a sus hermanos y jamás olvidarlos; y siempre tendrá que ayudar a su madre.

Y Orunmila le dijo más y le confesó de la orden dada por Olofin, pero que no la cumpliría si el dejaba de ser desobediente y cumplía con el sacrificio correspondiente; y Obtusiano cumplió e hizo lo que le mandaron y entonces Orunmila lo escondió en el sótano de su casa y le dijo que aguardara allí hasta una señal que él le daría.

Al día siguiente Orula mató a la chiva para el ebó, limpiando su Ilé con Efún y Orí (cascarilla y manteca de cacao).

Al poco rato llegó Olofin y vio como la sangre del chivo corría por debajo de la puerta cerrada. “Orunmila cumplió mi orden”. Pensó y se retiró. Olofin decidió no entrar; no le gustaba ver sangre.

Pasado unos días Olofin visitó varias veces la casa de Orunmila quejándose de que nunca debió deshacerse de Obtusiano Ogún Arére, el único que podría salvarlo.

Orunmila, mientras se abanicaba en su sillón, se limitaba a escucharlo sin hacer comentario alguno.

Un día en que Olofin volvió con el mismo lamento, el sabio del oráculo le dijo calmadamente:

- Padre, tanto tienes, tanto vales; nada tienes, nada vale. El que da lo que tiene, a pedir se queda. No obstante, te ayudaré y te prometo encontrarte a otro como Ogún Arére.

- Dudo que puedas encontrar otro igual a él, dijo Olofin.

Tres golpes se escucharon y de pronto debajo del sótano emergió la figura de Obtusiano Arére con un gorro aplastado y ropa morada.

Olofin, al ver al hombre del cual se quería deshacer, lo abrazó con gran emoción y dijo:

- ¡No puedo creerlo, estás vivo! Nunca debí separarte de mí.

Orunmila, con los ojos cerrados y pensativo, dirigiéndose a Obtusiano le dijo:

- Y tú, recuerda que la brevedad de lo logrado puede atentar contra tu mejor provecho y que puedes confiar en el mejoramiento de tu existencia, pero ello también implica ser consecuente con las buenas ideas de un viejo sabio. A partir de ahora mucho cuidado con tus cosas que no están muy seguras y no te confíes de nadie. En tu camino está el que puedes llegar a ser rey por un día.

Mientras tanto Olofin no sabía cómo agradecerle a Orula el beneficio que le había hecho.

Orunmila abriendo los ojos y mirando hacia la pared donde colgaban 16 platos de diferentes colores entonces expresó:

- Dice Osa Ure que nosotros conocemos las cosas de nuestro destino, pero cuando arribamos a la tierra nos mostramos impacientes. Recuerden lo que dice este Odu: El que da lo que tiene a pedir se queda. Tanto tienes, tanto vales; nada tienes, nada vales.


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