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De la africanía en Cuba. Osalo Fobeyó


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En la tierra Labilarga había una vez una mujer que tenía los senos más soberbios del mundo. Todos los hombres la pretendían y ninguno la conquistaba. Dicen los que la conocían que era bella, frígida y sin deseos. Andaba siempre vestida de limpio sin una mancha en el vestir ni en su manera de hablar. Era casta, tersa y pura.

Ella dirigía el reino de su Ará (tierra) con la fuerza de un opresor y el pueblo sufría al ver a la reina Oshiwere (botón de oro) siendo tan bella y hermosa, fría y dura como una roca fina.

Cuentan que, atraído por los comentarios sobre una reina de tan singular carácter, un día llegó al pueblo de Labilarga, un Olúo Osain nombrado Osá Sheweré, quien al ver a la mujer de senos más hermosos que ojos humanos hayan visto, de inmediato quiso casarse con ella.

Pero es el caso que en esa situación también se encontraban grandes guerreros y reyes. Osá Sheweré al percatarse lo difícil de sus caras pretensiones, decidió pedirle ayuda a su padre Osain y con la ayuda de éste realizó una obra que dejó boquiabierto a todo el mundo.

Resultó que en Labilarga los espíritus obsesos no dejaban dormir a los pobladores y a través de un conjuro con ewé abirikunlo (hierba espanta muerto) Osá Sheweré logró apaciguar a los egun.  La fama del awó osainista pronto llegó a oídos de la reina quien por entonces se disponía a conquistar otras tierras.

Ante la inseguridad de que su plan de conquista tuviera éxito la ayabá (reina) mandó a buscar a su Aafin (palacio) al famoso sacerdote de Ifá.

Osá Sheweré no cabía de alegría. Extrayendo de su bolso el Ekuele y demás instrumentos destinados a la interpretación, procedió a hacerle Osodé ni Ifá (consulta) a la reina, saliéndole el Odu, Osalo Fobeyó.

- Mire señora mía, en este Odu es donde Olofin mandó a Orunmila a la tierra para que después que la arreglara regresara al cielo, pero Orunmila se enamoró y no regresó. Lo mismo me sucede a mí.

Aquí también Orunmila dice que usted sabe el precio de todas las cosas, pero no sabe el valor de ninguna.

También dice Orula que si usted quiere iná en esa ijá (vencer en esa guerra), tendrá que darle de comer a Shangó, Elewá y Osain.

La reina que no creía en los santos sino en los muertos, se negó a hacer el ebó y decidió llevar adelante su plan de guerra.

Aquella imponente mujer estaba acostumbraba a combatir con el pecho todo desnudo; su arma favorita.  Sus senos eran dos empinados capullos de piel tersa y dura coronados por par de pezones, que a más tensión más crecían y se enrojecían. Sus enemigos al ver aquello quedaban seducidos y dispuestos a rendirse de rodillas ante semejante tentación.

El día que Oshiwere se disponía a salir a combatir, llegó un insecto y le picó sus desafiantes senos.

La picada del monstruoso insecto fue terrible, la reina sudaba y temblaba de fiebre. Sus senos se engarrotaban y palidecían. Los vasallos del Aafin   recordando la consulta con el awó, lo mandaron a buscar de inmediato. Osá Sheweré se presentó y dijo:

- Hay que hacer ebó. La reina estuvo de acuerdo.

Encerrados ya en una habitación Osá Sheweré se echó ashé en la lengua, se paró frente a los pezones de la reina y rezó el Odu Osalo Fobeyó, en nombre de Olofin y Osain, mientras rezaba, mamú mamu (succionaba) los senos de la reina.

La Ayabá empezó a sentir una sensación de placer nunca antes experimentado que la sanó del mal que padecía y de esa forma quedó rota su frigidez para siempre.

Maravillada por el ashé de Sheweré la virgen reina hizo ofikale trupon (acto sexual con él) y así surgió de la gran sensación amorosa y materna el comienzo del amor.


1 comentarios

Raquel arismendi
24 de Mayo de 2019 a las 18:28

Muy bonita esa historia

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