De la africanía en Cuba: Oshe Meyi


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REFRANES

No hay mañana que deje de convertirse en ayer.

Hijo de gato caza ratón.

La aguja lleva al hilo

A Diluviano Augurio no se le conocía por ser pacífico, ni por haber hecho nada excepcional en el cielo; él era más bien conocido por su larga vista, por su larga vida y por oír los consejos de su mujer, Madan Kankasa. Fue Diluviano Augurio de la Concepción quien reveló cómo un día el dinero vino del cielo a la tierra. El owó bajó en forma de cauris (caracoles) y formando una cadena que crecía mientras bajaba.

Fue él quien conocía que el dinero traía tragedia y que venía para bien y para mal y que tenía más defectos que virtudes, y que el mismo padecía de una maltrecha enfermedad contagiosa, mortal para quien la contrajera, que además de felicidad traía tristeza y llanto para quién no estuviera preparado.

Fue por eso que cuando el awó Diluviano adivinó para las deidades que vendrían a poblar la Tierra les dijo lo que les dijo.

Él le dijo a cada una de las divinidades que si querían el dinero para el buen vivir tenían que realizar una ofrenda con 16 palomas, 16 gallinas, 16 ratas, 16 pescados, 16 panecillos de frijol y 16 tamales.

Ocurrió que las divinidades en lugar de hacer el sacrificio individualmente como se les había dicho, decidieron hacerlo todas juntas.

Dicen que cuando el dinero viajó del cielo a la tierra nadie lo estaba esperando, pero ya las divinidades sabían de su poder y tan pronto como sintieron el impacto al caer se reunieron para deliberar qué hacer con el owó.

“Yo propongo darle candela”, dijo una.

“Y yo tirarlo en un río”, dijo otra.

“Yo propongo olvidarnos del dinero y vivir de lo que inventemos”, dijo la tercera divinidad al intervenir.

Finalmente, después de horas y horas de discusiones, decidieron cómo llevarse cada una el owó para sus respectivas casas.

Dicen que Orunmila les dijo que no hicieran eso sin antes hacer sacrificio, pero ellas no hicieron caso.

“Quien no mira hacia adelante, atrás se queda”, dijo Ogún y diciendo esto cogió pico y pala y marchó hacía el círculo del dinero.

Dicen que Ogún excavó y excavó hasta que una parte del dinero se precipitó y lo sepultó en el kutún (hueco) que él excavaba. Cuatro cauris quedaron visibles sobre su tumba.

Pero ya desde la era Lukumí el dinero casi todo lo podía.

Shakpana (Babalú Ayé), olvidándose de su estado de salud fue el próximo en dirigirse al círculo del infierno, terminando del mismo modo que Ogún, esta vez con 16 cauris sobre su pecho.

Lo mismo ocurrió con Shangó, Olokun y demás divinidades.

Orunmila, viendo que los orishas no regresaban, se preguntaba: ¿qué les habrá sucedido? Y entonces decidió salir en su búsqueda, encontrándolos a todos muertos y sepultados bajo del dinero.

Es por eso que se dice que fue la avaricia la que envió de regreso al cielo a la primera generación de divinidades.

Más que el valor del dinero vale el saber vivir sin él.


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