Día de Muertos: de México a La Habana


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Día de Muertos en la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, en La Habana antigua

Cada año, alrededor del 2 denoviembre, se hace sentir el Día de Muertos en la Casa del Benemérito de las Américas Benito Juárez, en La Habana antigua. A modo de réplica, en esa institución se levanta un altar que esta vez se dedicó a los arqueólogos Alfonso Caso Andrade, de México, y Manuel Rivero de la Calle, de Cuba.

La celebración, una de las más arraigadas y perdurables tradiciones del pueblo mexicano, se remonta a la época de los antiguos pueblos aztecas, mayas, purépechas, nahuas y totonacas, y se vincula indisolublemente a las esencias del México profundo, que toca las raíces de su identidad y cultura.

Como parte de esta costumbre, el primero de noviembre a las 12 del día suenan las campanas de las iglesias y se espera que las almas de los muertos lleguen a sus antiguas casas, donde los espera el altar con ofrendas y alimentos, y durante todo el día “los muertitos están junto a sus familiares”.

Los retablos hablan del gozo del reencuentro y todos los presentes se dejan envolver por los aromas del incienso, el mole, el tequila y el chocolate, que se comparten con los antepasados. Se alejan el luto y el recogimiento, para disfrutar de momentos festivos y de alegría; se trata de un tributo a la memoria contra el olvido y el abandono.

A las 12 de la noche, o antes, comienzan las personas a llegar a los cementerios para adornar las tumbas con flores y pasar allí la madrugada. El día 2, ya en las casas, se levantan los altares; se presume que la esencia de los alimentos ha sido consumida por las almas, y estos también se ofrecen a los allí reunidos.

Hay retablos más modestos, otros más suntuosos, pero nunca faltan las fotos de los familiares fallecidos; permanecen iluminados con velas durante varios días y en ellos se mezclan imágenes de santos, de los muertos y ofrendas con platos típicos de la cocina mexicana. Resaltan también los adornos de papel y coronas de rosas, girasoles, y principalmente de cempaxóchitl, pues se cree que estas flores atraen y guían las almas de los muertos.

En la festividad abundan el pan de muerto, "panecillo dulce elaborado a base de huevo que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas hasta cráneos", vasos de agua, cigarros y se entregan juguetes para las almas de los niños.

Las calaveras de dulce, símbolos comunes de estas ceremonias, son consumidas por parientes o amigos; pueden exhibir los nombres de los difuntos en la frente y, en algunos casos, de personas vivas en forma de broma modesta, con lo cual nadie se ofende.

En torno al tema de la muerte se teje una trama magnífica desde el punto de vista social y cultural. Por ejemplo, los nahuas consideraban que el fallecimiento no era fin, sino transición, y esta festividad es hija de esa premisa y de una concepción del mundo en la cual la muerte se desliga del pavor.

Se afirma, además, que en el período prehispánico era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos en la festividad, como símbolo de la muerte y el renacimiento.

Desde hace casi 20 años, el Día de Muertos se celebra en la bautizada popularmente como Casa de México, en La Habana, que tiene su sede en una construcción de finales del siglo XVIII, situada en Obrapía esquina a Mercaderes, en el Centro Histórico. La institución es el principal centro difusor de la cultura de ese país en Cuba.

En 2003, en París, la UNESCO reconoció a esa celebración como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, por ser "...una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país".


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