Diago Querol: memorable artífice (II)


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La Academia de Artes San Alejandro, prestigiosa y primera institución de su tipo en Latinoamérica, coadyuvó al desarrollo del arte cubano, sobre todo a inicios del pasado siglo. Además de José Martí, en el siglo XIX, allí posteriormente estudiaron figuras como Wifredo Lam, Amelia Peláez, Víctor Manuel García, René Portocarrero, Rita Longa, Antonia Eiriz y Carmelo González, junto a otros propulsores del significativo renacer de las artes plásticas insulares.

Esa evolución del arte cubano igualmente fue impulsada por Eduardo Abela (Eduardo Félix Abela Villarreal, artista y pintor cuyo primer trabajo fue el de tabaquero), quien en 1937 creó el Estudio Libre de Pintura y Escultura, como muestra de ese proceso renovador acontecido a partir de la década de los años 20 de la anterior centuria.

En ese ambiente de reformas y confrontaciones entre la academia y la figuración academicista Juan Roberto Diago Querol comenzó a ocupar un destacado lugar dentro del profuso panorama del arte de vanguardia, para luego emprender un paulatino tránsito en cuyos cuadros se hacían evidentes las influencias abstraccionistas de Pablo Picasso. Su recurrente participación en los salones anuales del Círculo de Bellas Artes de La Habana, le propiciaron varios premios.

De esa fructífera etapa de los años 40 del pasado siglo se destacan sus cuadros titulados La silla (1944), Naturaleza muerta (1946), Tinta (1948) y Figura (1948).

Martí y las luchas independentistas en la obra de Diago

De su legado a la figuración académica, anterior a su obra vanguardista, se destacan varios cuadros inspirados en el Héroe Nacional José Martí, conservados con celo en el Centro de Estudios Martianos (CEM) hermosa casona —Patrimonio Nacional—, situada en la calle Calzada nro. 807, entre 2 y 4, en El Vedado habanero, otrora residencia del único hijo del matrimonio del Apóstol con Carmen Zayas-Bazan,  José Francisco, más conocido como El Ismaelillo, quien vivió allí hasta su muerte.

En la galería principal de ese inmueble existen varios cuadros de Diago Querol recreados en temas históricos, entre ellos sucesos cardinales relacionados con las luchas independentistas, como la reunión de La Mejorana, con las figuras de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez, y la caída en combate del legendario fundador del Partido Revolucionario Cubano.

El Museo Biblioteca Servando Cabrera Moreno (Paseo y 13, Vedado), expuso parte de esas iconografías en una muestra realizada allí con el título de Sobre la tela del tiempo.

En el año 1947 Diago —así firmaba sus cuadros—  realizó una gira por Estados Unidos (Washington, Nueva York, Boston) y Canadá, para concluir en Haití, donde estudió durante varios meses y quedó impresionado por el arte naif que identifica a esa nación. Allí conoció a Alfred H. Barr Jr., primer director del Museo de Arte Moderno de Nueva York, quien se interesó por su arte y le adquirió una tinta de su serie Cabezas para la Colección Latinoamericana de esa reconocida institución.

Al siguiente año, en 1948, visitó México donde adquirió conocimientos sobre diversos movimientos artísticos, entre ellos los relacionados con la Escuela Mexicana de Pintura, encabezada por Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco; así como de la geométrica-constructivista, el informalismo y el expresionismo abstracto.

El neo-surrealismo

Luego de aprehender de todas esas corrientes y estilos, Diago consolidó aún más su producción iconográfica, gracias a su experimentación constante, hasta que el año 1950 marcó su inclinación hacia el neo-surrealismo, en tanto se apuntalaba su interés por la abstracción.

Poco tiempo después, en 1953, en la Pan American Union, de Washington D.C., realizó una notable exposición que tituló Roberto Diago, la cual estuvo conformada por óleos, dibujos, collages y proyectos para cerámica, ampliamente elogiada por el público y la crítica. 

También expuso en Argentina, Suecia, Guatemala, Francia y en la antigua Unión Soviética, en tanto realizó viajes, con igual fin, a varios lugares de Estados Unidos, Haití, México y España, en los que llevó consigo sus trabajos.

De antes y después de su muerte, de Diago se ha realizado una docena de exposiciones personales, entre las que se destacan, además de las ya mencionadas, Cuarenta Dibujos de Diago (1956),  Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana; Selecciones de la Colección Permanente, en el Museo de Arte Moderno de América Latina, en Washington (1974);  Roberto Diago: Tercera Bienal de La Habana, Fondo Cubano de Bienes Culturales (1986); El negro y el puro, galería Espacio Abierto, Revista Revolución y Cultura, La Habana (2001); y Pinturas del silencio, galería La Acacia (1997); además de unas diez colectivas en importantes galerías de distintos países.

Obras de este prestigioso maestro se encuentran en colecciones privadas e institucionales, entre las que se destacan los museos de Arte Moderno, Nueva York; Nacional de Bellas Artes, La Plata, Argentina; Nacional de Bellas Artes, La Habana; de Arte Moderno Latinoamericano, Washington D.C.; la Casa Museo Lezama Lima, La Habana, y Cernuda Art, Coral Gables, Florida, Estados Unidos.

En la primera mitad de la década de los años 50 del siglo precedente Diago Querol se trasladó a Madrid, España —donde ya era reconocido por la crítica especializada—, con el fin de promover su obra en Europa y realizar estudios que le permitieran fortalecer su ya sólido prestigio internacional.  Con innumerables proyectos, tanto artísticos como de vida, en plena efervescencia de su creación plástica y con solo 35 años de edad, el 20 de febrero de 1955, la muerte lo sorprende de un modo trágico y nunca bien esclarecido, para pasar a la historia de la cultura cubana como uno de sus más grandiosos exponentes. Valdría la pena escudriñar y reflejar mejor su obra a partir de este año en que celebramos el centenario de su nacimiento.


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