Dime, bruja que destellas


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Dime, bruja que destellas

La escritora Elaine Vilar Madruga es la autora de la obra Dime, bruja que destellas, laureada con el Premio Calendario 2013 (Narrativa Infantil), y  publicada por la Casa Editora Abril.

En dicho volumen, estructurado en cuatro relatos, la narradora habanera libera su yo niña y deja volar la imaginación y la fantasía; componentes subjetivos que, alimentados por el candor y la ternura que mediatizan la «edad de la inocencia», le facilitan apropiarse de los códigos utilizados por los «pequeños príncipes» para comunicarse entre sí, y consecuentemente, poder nutrirles el intelecto y el espíritu a esas personitas encantadoras, a quienes hay que amar por ser quienes son y como son, y además, respetarles su inviolable dignidad humana, porque le son tan necesarias a la célula fundamental de la sociedad como la luz a las plantas, el agua a los peces y el aire a las aves.

La autora elabora un paradigma, que lleva su sello muy personal, y donde combina —con conocimiento de causa— humor y sátira para llamar la atención de los «príncipes enanos» acerca de la importancia que adquiere el hecho de cuidar la fauna y no exterminar impunemente las especies animales que conviven con el homo sapiens, ya que, en un momento determinado de la evolución humana, la existencia de dichas especies nos puede salvar del holocausto al que está expuesto el planeta donde vivimos, amamos, soñamos y creamos.

Según mi apreciación, ese es —sin duda alguna— el sentido del mensaje ecológico que, por vía subliminal y a través de un mundo mágico habitado por princesas, caballeros andantes y «serpientes del cielo» (dragones), Vilar Madruga les transmite a los lectores en el cuento «Aunque tarde cien años…»

En «Ofensas literarias y otros asuntos» formula una acerba crítica a los seudoescritores infanto-juveniles, que lejos de enriquecer la mente y el alma de los «que saben querer», lo único que logran con sus historias mal narradas, y en no pocas ocasiones, mal hilvanadas desde la vertiente estilístico-literaria, es insultar la inteligencia global y emocional de los infantes, y por ende, violar de forma flagrante un aforismo martiano: «a un niño hay que amarlo por lo que es, y respetarlo por lo que puede llegar a ser».

«Ojos rojos que me quieran» es un llamamiento a la aceptación de la realidad, tal cual es, no como quisiéramos que fuera…, ni siquiera como debiera ser. Con otras palabras, es una advertencia a no querer algo que no existe o no que no es real.

La génesis del sufrimiento humano se encuentra, precisamente, en negar la realidad o en aspirar a obtener prebendas o beneficios que solo tienen un pálido u oscuro reflejo en el cerebro de la persona… que anhela lo que le está vedado por múltiples razones.

La lectura de Dime, bruja que destellas…, cuento que le da título al libro premiado, nos enseña a amarnos tal cual somos, o lo que es lo mismo, a cultivar la autoestima (amor y respeto que sentimos por nosotros mismos), el autoapoyo (en nuestro mundo interior se encuentra la energía necesaria para enfrentar cualquier contingencia, por adversa u hostil que sea, y vencerla sin necesidad de recibir ayuda proveniente del exterior); el autorreconocimiento (caricia que nos autoproporcionamos por ser nosotros mismos, personas únicas e irrepetibles); y la autorrealización (dosis de amor que ponemos en todo aquello que hacemos…, por sencillo o insignificante que pudiera parecer). Esas son las bases fundamentales en que descansa la salud psíquica y espiritual del ser humano.

Ese texto nos devela a una escritora con intenciones marcadamente transgresoras que, en su obra literaria, revisita los cuentos clásicos, donde prevalecen las princesas rebeldes, prendadas —desde el punto de vista afectivo-sentimental— de dragones «salvadores» de maleficios, criaturas que les impugnan a sus creadores las necedades que escriben o brujas devenidas víctimas de sus propios hechizos.

Con ello, logra que los niños, los adolescentes y los jóvenes que decidan sumergirse en las páginas de Dime, bruja que destellas… queden atrapados en los hilos invisibles de su controversial prosa, que rescata las figuras del modelo literario infanto-juvenil; figuras impregnadas, tanto de magia, como de motivos para la meditación serena y profunda.

Elaine Vilar Madruga, coordinadora del Taller Espacio Abierto, ha obtenido disímiles premios nacionales e internacionales, y ha publicado Al límite de los olivos (Ediciones Extramuros, 2009), que bordea la confinia (frontera) entre el cuento y la novela.  


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