Domingo Ramos Enríquez, paisajista y maestro excepcional


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Las Artes Plásticas en Cuba cuenta con grandes exponentes que a lo largo de la historia han hechos visible desde el arte, la nacionalidad, la sociedad, las costumbres y la naturaleza que nos caracteriza.

Pareciera que con esta misión nació un 6 de noviembre de 1894 el pintor cubano, considerado uno de los más grandes cultivadores del paisajismo en los tiempos de la república, especialmente pos sus vistas del famoso valle de Viñales y otros escenarios físicos de la isla, Domingo Ramos Enríquez.

Nacido en Güines en la provincia de Mayabeque en 1894 y fallecido en la Habana el 23 de diciembre de 1956.

Cuentan que ya desde sus cuadernos escolares se manifestaba su vocación artística con dibujos que nacían de su propia inspiración sin embargo fue, cuando intentó pintar el paisaje próximo a su pueblo cuando su padre, descubriendo el talento de quien fuera después un gran artista decidiera facilitarle una verdadera formación.

Domingo Ramos Enríquez estudió en la Academia de Arte San Alejandro bajo la tutela de grandes maestros como Armando Menocal y Leopoldo Romañach. Aunque incursionó en otras corrientes lo caracterizó el paisaje influenciado por artistas representativos como Santiago Rusiñol, Aureliano de Beruete, entre otros grandes paisajistas de la época.

Gracias a diversos reconocimientos durante sus estudios, como el recibido en Concursos de Bellas Artes por su pieza “Estudio de Paisaje” su padre le otorgó estudiar en Europa donde pudo conocer sobre la naturaleza y los paisajes de esta región del mundo.

Sin embargo, su verdadera impronta llega con el regreso a Cuba donde su creatividad aflora descubriendo, sobre todo el atractivo y variedad cromática del valle de Viñales, la cual se convirtió en su línea temática original, la más tratada por el autor, a tal punto de poner en enero de 1923, a disposición del público habanero, 38 lienzos que impresionaron a todos, los cuales advertían una visión novedosa y exclusiva de del paisaje.

Luminosidad, y claroscuro mezclados con detalles insospechados del paisaje caracteriza la labor de Domingo Ramos Enríquez, un artista cuyas obras se guardan en importantes museos del mundo como el Museo de Arte Moderno que tiene en su haber a una de las más sobresalientes, “El coloso en la Cumbre”, medalla de Oro y Diploma de Honor en la exposición Iberoamericana en Sevilla.

En Cuba varios premios nacionales avalan su prestigio, así como la labor educativa que desplegó en la Academia de Artes San Alejandro, formando a generaciones de artistas.

En esta importante institución fue declarado titular de la cátedra de Anatomía Artística y estuvo también frente a la cátedra de Paisaje.

Captar la luz, y el color desde el impresionismo, fueron esencias fundamentales de Domingo Ramos, pionero del Paisaje como género, en el siglo XX, cuando el paisaje siguió dos caminos fundamentales, el académico y el adscrito a las nuevas tendencias expresivas. La obra de Domingo se sitúa en la primera de estas rutas, convirtiéndose así en valía esencial para las figuras cimeras del paisajismo cubano como Romañach, Menocal, entre otros grandes paisajistas de la época.

De Domingo Ramos ha quedado en la historia del arte cubano, para siempre, su técnica firme, su alto sentido analítico del objeto, y su férrea laboriosidad.

Su extensa producción, dispersa por todo el mundo, con 43 piezas expuestas de manera permanente en el Museo Nacional de Bellas Artes, dan muestra del afán de este cronista de hacer visible la belleza natural de su país, el mismo que en un aniversario más de su natalicio, lo recuerda como un artista genuino y excepcional.


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