Dos celebraciones equivocadas


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Fotos: Archivos del autor.

Desde el surgimiento del formato orquestal más universal de Cuba, los sextetos de sones, en los inicios del siglo pasado y tal vez antes en La Habana, estos se hicieron nombrar por los emblemas de los barrios a que pertenecían y no pocos adicionaban el nombre de su organizador, especificando el año de su creación, costumbre que los pioneros del género sabiamente sistematizaron.

Muchos son los ejemplos de esas agrupaciones soneras: Sexteto Botón de oro de 1926; Septeto Habana 1932; Septeto Favorito de 1947; Septeto Sonora Piñón 1939; Sonora Nacional Septeto Espinosa y Piñón; Sexteto Lírico Musical Invasores de Guanabacoa; Septeto Antiguo Terry; Sexteto de Belén, Septeto Cauto de Manuel “Mozo” Borguellá, entre otros, estableciéndose el uso de la bandera o estandarte que identificaba a la agrupación, generalmente con los colores de los “santos” que lo apadrinaban. Quien tuviera la custodia del estandarte era poseedor de la propiedad de la “sociedad musical”, según la escritura legal en la oficina de registro del Gobierno Provincial de La Habana.

Los formatos instrumentales de sextetos de sones son creación del movimiento musical de La Habana, correspondiéndole, por su orden, al Quinteto Típico de Boloña en 1916 y la Orquesta Típica Habanera de Godínez en 1918, ser los dos primeros sextetos de sones organizados profesionalmente e impresos en la fonografía de la historia musical cubana.

Sexteto Habanero

Entre los pioneros de estas agrupaciones soneras, en 1919, está el Sexteto Habanero dirigido por Guillermo Castillo García (guitarra, segunda voz), que tuvo su antecesor, un año antes, en el Sexteto Oriental de Ricardo Martínez Martínez, tresista oriental que perdiera la dirección por manejos indebidos de las finanzas de la agrupación.

Ya para 1920 fue sustituido por otro eminente tresista habanero, Carlos Godínez Facenda. La formación del Sexteto Habanero de 1920 quedó integrada por Guillermo Castillo García (director); Carlos Godínez Facenda (tres); Gerardo Martínez Rivero (voz prima, claves); Felipe Nery Cabrera (maracas); Antonio Bacallao Alcázar (botija) y Oscar Sotolongo (bongó). Hasta que en 1924, estos dos últimos integrantes abandonaron la agrupación por desacuerdos con Felipe Nery Cabrera Urrutia, quien era propietario del Sexteto Habanero y lo había registrado a su nombre mediante el proceso legal de inscripción en el Gobierno Provincial de La Habana, debido a la negativa del resto de sus compañeros a pagar los impuestos correspondientes.

El “Rey de las maracas”, Felipe Nery Cabrera, mantuvo en su poder la bandera y la propiedad del Sexteto Habanero, convertido en 1927 a septeto, hasta su fallecimiento el 24 de junio de 1936, cuando delegó en su esposa, Juana González de Cabrera, ambos atributos.

La situación económica del país y la decadencia de los septetos de sones en 1935, unido a las pugnas internas entre los integrantes fundadores, Guillermo Castillo-Gerardo Martínez, y estos con el propietario Felipe Nery, hacen que Carlos Godínez se reincorpore al Ejército Nacional como integrante de la Banda de Música, así como Castillo deje la dirección musical del emblemático Septeto Habanero abandonando definitivamente la agrupación y Martínez organice su agrupación musical, nombrándola Conjunto Típico Habanero RCA Víctor, debido al impedimento de utilizar el nombre y la bandera del Septeto Habanero en poder de Nery Cabrera. Con la muerte de Felipe Nery definitivamente desaparece el mítico Septeto Habanero, fundado en 1920 por Ricardo Martínez.

La compositora Juana González de Cabrera, al fallecer su esposo, sigue la línea dura de exigir retribución económica por el uso del nombre Septeto Habanero, lo que explica la disolución de la agrupación. Esta exigencia fue mantenida por la viuda hasta su muerte en 1983. Aunque en la década de 1940 autorizó a la casa discográfica RCA Víctor, en su afán por aumentar las ventas de sus producciones discográficas, a realizar varias grabaciones empleando el nombre de Septeto Habanero a cambio de un generoso pago, pero sin la participación de sus fundadores, reclamando se grabaran temas de su autoría y de su difunto esposo. El destino final de la propiedad y la bandera del Septeto Habanero es un misterio que se llevó a la tumba Juana González de Cabrera.

Después de 47 años de desaparecido el Septeto Habanero de Felipe Nery Cabrera y la  fallecida Juana González de Cabrera, el Conjunto Típico Habanero RCA Víctor de Gerardo Martínez, renombrado por Manolo Furé en 1962 como Conjunto Típico Habanero, bajo la guía de Pedro Ibáñez y con la autorización del Consejo Artístico Técnico del Centro Provincial de la Música “Ignacio Piñeiro”, dirigido por Ricardo Prado, toman la decisión en 1984 de convertir el Conjunto Típico Habanero en Septeto Habanero, con la reducción a una trompeta y la omisión de la tumbadora, quedando integrado el nuevo Septeto Habanero por ocho integrantes, una vez que se mantienen los tres cantantes del formato de conjunto. ¡Un septeto de ocho que suena a conjunto, con un repertorio mayoritariamente de Pedrito Ibáñez!

Siguiendo la tradición de los pioneros de las agrupaciones soneras de nombrar a los sextetos y septetos de sones por su título, nombre del dueño y/o director y el año de su formación, cabría preguntarse: ¿en este año 2015 los cubanos estaríamos celebrando el 95 aniversario de la fundación del Septeto Habanero 1920 de Felipe Nery Cabrera —disuelto en 1936—, o los 32 años de la desaparición del Conjunto Típico Habanero renombrado Septeto Habanero 1983 de Pedrito Ibáñez, que ahora toma como suyo el inicio de aquel legendario Septeto de 1920?

Septeto Típico de Sones

La incorporación del contrabajo en el Sexteto Habanero, tocado por Gerardo Martínez, en 1924 provoca la salida de Antonio Bacallao Alcázar, ejecutante de la botija de barro y Oscar Sotolongo, bongosero, en solidaridad con su amigo. Abandonan la agrupación con la idea de crear su propia formación, proyecto que se vio frustrado por la falta de recursos. En la historiografía de la música cubana no se han encontrado evidencias ni testimonios de la creación de una agrupación de sones dirigida por estos dos exintegrantes del Sexteto Habanero.

El bongosero Oscar Sotolongo tuvo una vida artística muy activa formando parte de distintos grupos musicales como el Septeto Agabama, de Abelardo Barroso, y Septeto Mora, entre otras. Por su parte, Antonio Bacallao Alcázar, de oficio carpintero ebanista, se dedica a vivir de su trabajo desvinculándose de la música, hasta que en 1959 se crea el Consejo Nacional de Cultura (CNC) y bajo la óptica de Odilio Urfé y la asesoría de Ignacio Piñeiro se rescatan y crean agrupaciones folclóricas y tradicionales. Entre estas se funda el Conjunto Típico Cubano, bajo la dirección de Oscar Sotolongo y con la colaboración de Antonio Bacallao Alcázar, realizando así su viejo sueño. Esta agrupación sonera conformada por ocho músicos —por su composición instrumental que emplea botija y marímbula—, en 1965 es renombrada Septeto Típico de Sones, integrado en distintas etapas por prestigiosos músicos: Victorino Barroso (fundador), Miguelito García, Manuel P. Furé Serquera, Víctor Planché, Alfredo “Ñato” Dulfo, René de la Rosa y Mario Alán. Desde su organización, Antonio “Bebo” Bacallao Villaverde ejecutaba la marímbula y al jubilarse su padre en 1967 lo sustituyó en la ejecución de la botija de barro y la dirección.

En la actualidad el Septeto Típico de Sones celebró con un concierto en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes el 90 Aniversario, como lleva impreso en su estandarte amarillo de ribetes blancos: 1924; en realidad, ¿estaremos celebrando el 55 Aniversario de su fundación o los 90 años de su idea en este 2015?

En la actualidad el Septeto Habanero de Pedrito Ibáñez y el Septeto Típico de Sones de Sotolongo y Bacallao, siguen la tradición sonera, prestigian y mantienen la música tradicional cubana ante las nuevas corrientes nacionales y foráneas. Celebremos entonces la existencia de estas dos agrupaciones, glorias de la cultura cubana, aunque sean ¡dos celebraciones equivocadas!


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