Eduardo Rivero Walker: entrega y pasión por la danza


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Eduardo Rivero Walker (13 de octubre de 1936 - 1 de noviembre de 2012)  habría cumplido este 13 de octubre 85 años, fue una de las figuras imprescindibles del movimiento danzario cubano quien por su entrega y constancia a la escena nacional puso en alto a la danza cubana y alcanzó el reconocimiento internacional. 

A nueve de su partida, su impronta y legado palpita por sus grandes aportes y contribuciones desde el magisterio y  la profesionalidad con la que siempre defendió el arte.

Profesor, bailarín y coreógrafo cubano, Walker fue merecedor del Premio Nacional de Danza, y se nutrió de herramientas imprescindibles para asumir la danza como parte de su vida.

El bailarín cubano Eduardo Rivero Walker, durante una actuación.

Él supo apropiarse de experiencias y herramientas de importantes maestros para emprender un largo camino con la Compañía Teatro de la Danza del Caribe, en la que influenciado por la cultura del Caribe a través de las relaciones con amigos y familiares, asumió la defensa de las esencias y raíces caribeñas desde la manifestación artística que cultivó. 

En Danza Contemporánea de Cuba encontró una escuela y un espacio y junto a la guía del maestro Ramiro Guerra en la compañía madre de la danza moderna en la Isla no le fue difícil el éxito, gracias a su constancia y pasión por este arte. 

Walker asumió a Danza Contemporánea como parte de su vida, y con esa compañía prestigió múltiples escenarios de Cuba y el mundo con sus interpretaciones de la célebre Suite Yoruba, con coreografía y dirección de Ramiro. 

 

Cuando en junio de 1960 se estrenó la obra, Guerra encomendó a él el rol del dios de los metales: Oggún. Su interpretación quedó como referente antológico para la danza cubana, pues trascendió como un verdadero dios danzante, inmortalizado en el filme Historia de un ballet, de José Massip, producido por El Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), dos años más tarde. 

Su impronta en el panorama danzario quedó marcado por la singularidad con la que asumió cada rol, y la estética con la que defendió cada personaje asumido, unido a la limpieza de sus movimientos y la típica elegancia que le aportó a sus gestos y movimientos interpretativos. 

Como bailarín trascendió y como coreógrafo mereció el reconocimiento de la crítica especializada y el público. Fue autor de obras como Súlkary, pieza considerada un clásico de la danza contemporánea cubana, que ha sido interpretada por compañías nacionales y extranjeras. A su fértil inspiración se deben además otros temas como: Okantomi, Duo a Lam, Tributo, Elogio de la Danza, Destellos, Ceremonial de la Danza, Balada de los dos abuelos, Tributo, Trío y Lambarena, entre otras.

 


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