La Patria tiene la fecha del 15 de marzo guardada en un lugar sagrado de su corazón. De sólo mencionarse, a nuestras mentes viene la figura del mayor general Antonio Maceo y Grajales y los hidalgos que le acompañaron a protestar contra un pacto leonino en aquél sitio de la región oriental conocido como Mangos de Baraguá.
José Martí calificó el acto como lo más hermoso de nuestra historia. Para que ocurriera Baraguá, donde se impuso la intransigencia revolucionaria ante la claudicación de los principios, tuvo que existir un Zanjón, otro sitio cubano pero de la geografía camagüeyana en el que sesionó el Comité Revolucionario del Centro, una fortuita organización surgida a la sazón que aupó los poderes constitucionales de la Cámara de Representantes y el Consejo de Gobierno que eran los órganos de la Revolución desde que se fundara la república en armas el 10 de abril de 1869.
En el Zanjón, se reunió ese comité con el capitán general español Arsenio Martínez Campos y con él, –que es decir, con la corona española y el poder colonial que representaba– firmó un pacto cuyas bases no representaban los intereses por los cuales se había luchado diez años en la manigua redentora: no se reconocía el derecho a la independencia del archipiélago ni a la abolición de la esclavitud.
En aquél pacto sólo se hablaba de establecer un gobierno autonómico sin sombras de independencia y declarar libres a los esclavos y culíes chinos que participaban de las filas del Ejército Libertador que, de hecho, ya estaban emancipados pero no, de abolir el oprobioso régimen esclavista.
Maceo en Baraguá aceptó reunirse con Martínez Campos para dejar constancia de la oposición al pacto y al documento pactado. Su expresión ante la autoridad hispana pasó a la historia:
__ ¡Guarde usted ese documento, no queremos saber de él! –le espetó al jefe español cuando éste intentaba mostrárselo.
__ Entonces… ¿No nos entendemos? –indagó sorprendido aquél como incomprendido.
__ ¡No, no nos entendemos!
Con aquella expresión renacía la patria cubana como un ave Fénix de entre las cenizas de sus muertos y sus glorias. Ese día supo el mundo que en Cuba los ideales de soberanía plena y justicia social no se cambiaban por cosméticas reformas ni se ponían en venta. El grito de ¡Independencia o muerte! con el que se selló la suerte en la finca Demajagua el 10 de octubre de 1868 encabezado por Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria en ese parto de una nación gestada durante siglos, tenía continuidad en los verdes bosques de Baraguá: primero sucumbir que traicionar el legado, lucharíamos por la vida digna y sin cadenas aunque la muerte fuera el precio.
No sabía el general Antonio probablemente que exactamente 66 años, un precursor se había pronunciado en armas contra la explotación colonial y la esclavitud y en un sitio geográficamente distante pero que quedaría enlazado para siempre en la historia con Baraguá.
Sucedió el 15 de marzo de 1812 y fue la sublevación de José Antonio y Ulabarra en los ingenios Peñas Altas y Trinidad, de la jurisdicción de Guanabacoa, en La Habana. Estaba planificado un tercer pronunciamiento en el ingenio Santa Ana de la propia región, pero éste no llegó a producirse por una delación que puso en alerta a las autoridades coloniales.
De acuerdo a la actual organización político-administrativa, las áreas del ingenio y cañaverales Peñas Altas se comparten entre los municipios de La Habana del Este y los mayabequenses de Jaruco y Santa Cruz del Norte. La zona del ingenio Trinidad, próxima al poblado de Peñalver sigue formando parte del municipio de Guanabacoa. En ambos, las sublevaciones ocurrieron dirigidas por Salvador Ternero, Juan Francisco Lisundia, Clemente Chacón, principales colaboradores de Aponte. El líder fue apresado cuando salía de su vivienda en Belascoaín y Jesús Peregrino para ponerse al frente de la rebelión.
El proceso de 1812 se había iniciado el 15 de enero con rebeliones en las haciendas Najasa, Daganal, San José, Santa Marta y Montalbán, de la región de Puerto Príncipe –hoy Camagüey- cruelmente reprimida por las fuerzas coloniales, siendo ahorcados sus principales dirigentes en la Plaza de Armas de la ciudad –hoy Parque Agramonte– como lo recuerda una tarja colocada en el lugar en el año del bicentenario del hecho. Ese mes se registraron rebeliones en varios sitios de la región oriental. Juan Neponucemo, se yergue como el líder en la localidad de Holguín y sufrió igualmente de la cruenta represión. En febrero continuaron levantamientos en la región central, destacándose los ocurridos en Remedios.
Retornando a los sucesos del 15 de marzo en La Habana, fue violenta la represión encabezada por el mayoral del Peñas Altas, Orihuela y por el Teniente Gobernador de Guanabacoa Martín de Ugarte. Los principales jefes de la sublevación fueron apresados incluyendo a Aponte y sometidos a un proceso por la Comisión Militar, órgano de triste recordación.
El proceso llegó hasta el 5 de abril en que se dictaron las sentencias y se cumplieron el 9 de ese mismo mes. Fueron ahorcados los líderes de la rebelión y una vez decapitados, sus cabezas fueron expuestas enjauladas en lugares públicos: en el propio ingenio Peñas Altas, en el puente de Chávez, en otros sitios de la ciudad y la de Aponte en su propia vivienda.
Recordando los acontecimientos de 1812, el historiador José Luciano Franco, calificó a la de Aponte como “la primera conspiración de carácter nacional” por lo extendido de su red desde La Habana hasta Baracoa.
Algunos historiadores que niegan el carácter independentista de la conspiración de Aponte, planteando que solo tenía propósitos abolicionistas respecto al régimen de la esclavitud, pero respetando esos criterios, Aponte planteaba no solo terminar con la oprobiosa esclavitud sino construir un “estado libre de discriminaciones” y la pregunta sería ¿este podría construirse dentro del esquema de la Capitanía General de Cuba, una colonia española?
Las evidencias durante el proceso judicial seguido al líder aquella primavera de 1812, se demostró que estaba profundamente influenciado por los jacobinos franceses y por los patriotas haitianos por lo que su pensamiento iba mucho más allá de un planteamiento abolicionista.
Aponte era criollo, negro, habanero. Vecino del entonces barrio periférico y extramural de La Guadalupe. Era de oficio carpintero tallador, maestro artesano en esos menesteres. También era militar, miliciano, cabo de uno de los batallones de milicias de pardos y morenos de La Habana, unidades que se destacaban en el cuartel de Dragones y el castillo de Atarés. Su padre y tíos también habían sido oficiales de esas unidades por lo que la familia era de tradición militar incluyendo acciones combativas. Esos batallones fueron muy valiosos en la defensa de la ciudad ante la invasión inglesa entre el 6 de junio y el 12 de agosto de 1762 y también se destacaron en la Guerra de Independencia de las trece colonias inglesas de la costa atlántica de la América del Norte (1775-1783) y como parte de ellas, en la reconquista española de La Florida. La familia Aponte estuvo en esos acontecimientos militares.
También era, de acuerdo a los conceptos contemporáneos, lo que pudiéramos llamar un intelectual empírico pues aunque no tenía estudios superiores evidenció con sus libros de dibujos destruidos después del proceso judicial, una gran inteligencia para reflejar la realidad del momento no solo en Cuba sino también en el contexto internacional y sus ideas acerca de cómo transformarla.
En el orden social era un hombre de tradición familiar libre, no habían sido esclavos ni sus padres ni sus abuelos, sus antepasados esclavos fueron a partir de una tercera generación. Fue miembro del cabildo Changó Tedeum, una sociedad de socorro mutuo y aunque no se inició en la masonería o al menos no hay evidencias de ello, si se relacionaba mucho con los miembros de la logia de los grandes trabajos teologales.
Sus ímpetus conspirativos contra el colonialismo español se iniciaron en 1808 cuando el acaudalado criollo Román de la Luz creó un grupo en el contexto de la invasión napoleónica a España a semejanza de los que comenzaron a lo largo de toda la geografía de la América española desde Nueva España hasta el Río de la Plata. Esta conspiración tenía como objetivo adherirse al movimiento juntista que entre 1809 y 1810 ocurrió en el continente, juntas de gobierno que proclamaron su adhesión al rey Fernando VII “El Deseado” y su oposición al falso rey José Bonaparte “Pepe Botella” impuesto por su hermano Napoleón y que terminaron con la proclamación de la independencia, pero en La Habana no llegó a ocurrir lo que en las colonias de tierra firme pues el Capitán General Salvador Muro y Salazar, Marqués de Someruelos, descubrió la conspiración, apresó a sus líderes, todos de la aristocracia criolla blanca.
Los principales colaboradores de Román de la Luz fueron Manuel Ramírez, Luis Francisco Basave y el abogado Joaquín Infante, este último escapó hacia Venezuela y se unió a las huestes de Miranda y Bolívar y allí elaboró en 1813 un proyecto de constitución para una Cuba republicana. Aponte formó parte de esta conspiración que, aunque era independentista no se pronunció por la abolición de la esclavitud pues no era objetivo para la clase social que la dirigía. Fue Basave quien lo iniciaría, este era oficial de milicias y tenía grandes relaciones con los oficiales y clases de los batallones de pardos y morenos y de ahí su vínculo con Aponte.
Fracasado el proyecto de Román de la Luz, José Antonio Aponte inicia su propia conspiración auxiliado por varios integrantes de los batallones de milicias de pardos y morenos: Salvador Ternero, Juan Francisco Lisundia, Clemente Chacón y otros más el propio aristócrata Luis Francisco Basave. Era una sociedad secreta cuyo hilo conspirador nacía en la propia casa de Aponte y de ahí por varias casas del barrio de La Guadalupe y otros barrios habaneros, cruzaba la bahía hacia los pueblos de Casablanca y Regla, la villa de Guanabacoa, los ingenios al este de esta hasta Matanzas, varios ingenios de la región matancera, seguía hacia Remedios, Trinidad, Puerto Príncipe, Las Tunas, Holguín, Bayamo y terminaba en Baracoa, en el extremo oriental de la isla.
La mayoría de los conspiradores eran esclavos, negros y mulatos libres, pero también participaron hombres blancos. .
Llama la atención que en el caso de la conspiración de Román de la Luz, siendo solo dos años antes, en el mismo contexto insular y continental y gobernando el mismo capitán general, solo fueron apresados sus líderes, pero se les respetó la vida y no fueron expuestos a ninguna humillación pública. Eran blancos, ricos y hacendados. En el caso de la conspiración y sublevación de Aponte, sus líderes negros fueron ahorcados y decapitados. Era el temor que existía por parte de las autoridades coloniales y la aristocracia criolla de que ocurriera en Cuba “un segundo Haití” y por ende el “miedo al negro”.
Pero Aponte abriría el camino en ese año 1812 en el que ya se luchaba por la independencia en las colonias españolas de la tierra firme continental y con un intervalo de 66 años se unen en la historia patria Peñas Altas y Baraguá, Aponte y Maceo en una fecha de reafirmación de principios libertarios y de intransigencia revolucionaria. Fidel Castro dejaría sentado en la firma del “Juramento de Baraguá” en medio de difíciles circunstancias históricas: “Cuba es y será un eterno Baraguá”.
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