El Bosque Fósil de Najasa: una singularidad de la naturaleza cubana


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Constitutivo de unas de las rarezas naturales más extraordinarias de Cuba y del mundo, el Bosque Fósil de Najasa es el mejor conservado de las cuatro agrupaciones arbóreas de este tipo en Cuba.

Aprobado como Monumento Nacional el 22 de diciembre de 2005 por la Comisión Nacional de Monumentos, órgano adscrito al Consejo Nacional de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, este Bosque Fósil es una joya que la naturaleza le entregó a toda Cuba, el cual también ha sido declarado como Elemento Natural Destacado (END) dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente.

Najasa es voz indígena que se refiere a un árbol muy común hacia el oriente del país utilizado para las construcciones de viviendas y que da frutos parecidos al cacao. Este vocablo es también el nombre de un municipio de la actual provincia de Camagüey. Ciudad que fuera una de las primeras siete villas fundadas durante la colonización española nombrada entonces Santa María del Puerto del Príncipe (1514) y que se trasladó hacia las márgenes del Río Caonao en el año 1516 debido a la hostilidad indígena. Posteriormente, alrededor del año 1528, la villa se traslada hacia el pueblo indio de Camagüey, en el centro del territorio, donde alcanzó el ulterior desarrollo.

Puerto Príncipe fue fundado en el Siglo XVI por el Gobernador de la Isla Diego Velázquez, cuando este realizó la campaña de colonización de oriente a occidente. De este periplo irregular, que duró varios años, de 1511 a 1515, nacieron las siete primeras villas coloniales cubanas: Baracoa, Bayamo, Trinidad, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba, Puerto Príncipe (hoy Camagüey) y La Habana que, aunque se considera su nacimiento definitivo el 16 de noviembre de 1519, se fundó inicialmente en 1515.

Antiguamente la región que hoy ocupa la provincia de Camagüey estuvo dividida en tres zonas, bajo el control de los cacicazgos de Camagüey o Camagüeybax, Camaguayo y Guáimaro, donde hasta el momento se han detectado dos grupos aborígenes: pre-agroalfareros y agroalfareros. Estos primitivos pobladores de las Antillas, se presume fueron descendientes de un tronco étnico común suramericano.

Con la Llegada de los colonizadores en 1492, cambió el sistema de vida en esa región, comenzando el maltrato y la violencia, lo que provocó la extinción de sus moradores, quiénes no dejaron de rebelarse, o suicidarse por las condiciones de explotación a las que eran sometidos.

En particular el territorio de Najasa, además de su bosque fósil vegetal, es rico en historia y en cultura. Entre sus diversos valores se pueden mencionar los siguientes hechos:

Durante la guerra anticolonialista sirvió de refugio y abrigo al Ejército Libertador; allí el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, instaló talleres, armerías, almacenes y otras técnicas, además de fundar centros de entrenamientos militares para la preparación de los combatientes en la lucha por alcanzar la Cuba Libre que el pueblo deseaba. La región también fue utilizada por el Generalísimo, Máximo Gómez Báez, para acampar con sus tropas y sirvió de protección a la columna invasora bajo las órdenes del Lugar Teniente General Antonio Maceo Grajales.

En Najasa radicó el más importante hospital de guerra bajo la dirección de la capitana Rosa Castellanos (La Bayamesa) y en una las cuevas de su Sierra también se imprimió el periódico “El Cubano Libre”. En este territorio además fue escrito el Himno Invasor por el General Enrique Loynaz del Castillo. Entre los combates más gloriosos librados por las tropas mambisas contra la metrópolis española se encuentran los del Naranjo, Mojacasabe y La Sacra.

Más recientemente, durante la última guerra de liberación sus lomas sirvieron de abrigo a las columnas 11 y 13 del Ejército Rebelde en su lucha contra la dictadura batistiana.

Además de todos estos valores Najasa se destaca por sus fósiles de plantas cuyos restos son un excepcional tesoro del patrimonio natural. Por los estudios realizados se considera que fueron cubiertos por capas de arcilla y que, debido a la pendiente del lugar, la erosión fue desnudando el yacimiento hasta quedar expuestos de manera parcial. Su descubrimiento se le atribuye a Pío Galtes (sic) en 1887, el cual encontró variados ejemplares de fósiles vegetales.

Según se explica en el libro publicado por el Centro Nacional de Áreas Protegidas (CNAP) Las áreas protegidas de Cuba los sitios ocupados por los yacimientos han sido históricamente muy degradados por el manejo ganadero, pero aun así registran 33 familias de plantas, de las cuales Fabaceae, Asteraceae, Meliaceae y Solanaceae son las mejor representadas. Entre un total de 53 géneros y 64 especies; se destacan la palma real (Roystonea regia), el cedro (Cedrela odorata), la caoba (Swietenia mahagoni), la ácana (Manilkara valenzuelana) y la guásima (Guazuma ulmifolia).

En general, diversas formas, numerosos fragmentos y organismos vegetales íntegros, procedentes de tiempos geológicos arcaicos, se conservaron de forma natural, constituyendo una rareza universal.

El Bosque Fósil de Najasa es de primordial interés científico por su carácter geológico, paleontológico y botánico, debido a la cualidad geológica del singular fenómeno de petrificación, lo que le otorga inestimables valores culturales y patrimoniales de preservación.

En consecuencia diversas disciplinas deberán integrarse para estudiarlo bajo un enfoque transdisciplinar, en especial deberán ampliarse los estudios, entre otros, culturales, químico-físicos, meteorológicos, históricos y paleobotánicos (del griego paleo, antiguo y botanikos, de las hierbas). Esta última especialidad es de suma importancia, ya que es la disciplina directamente asociada al estudio de los fósiles vegetales, es un saber compartido e integrado por la Botánica y la Paleontología, ella estudia los restos de vegetales que vivieron en el pasado. También contempla el uso de los restos para la reconstrucción de ambientes antiguos y la historia de la vida. Incluye el estudio de los fósiles de las plantas terrestres, y los autótrofos marinos como las algas.

Este bosque fósil, ubicado en la Finca La Caridad del Chorrillo, que se encuentra al sureste de la provincia de Camagüey, en el ya mencionado municipio de Najasa; tiene su yacimiento más lejano, Santa Rosa, a 6 km de la entrada principal de la también Área Protegida Sierra del Chorrillo (La Belén), a 18,5 km de la ciudad de Najasa y a 79 km de la capital provincial.

El Decreto Ley 201 de 1999, Del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, determina, entre otros aspectos, las diferentes categorías de manejo de las áreas protegidas en Cuba y establece que un Elemento Natural Destacado (categoría 4 de las área protegidas en Cuba y categoría III de la UICN[1]) es el “área que contiene una o más características naturales de valor destacado o excepcional, por su rareza implícita y sus cualidades representativas o estéticas y que puede contener valores histórico-culturales asociados, siendo manejada con el fin de conservar dichas características y valores”.

Pero este patrimonio natural es mucho más que fósiles vegetales, es historia, es condiciones meteorológicas, es nuevo saber construido desde las informaciones que muestran condiciones de épocas remotas, es cultura.

Según se explica en el libro sobre los Monumentos Nacionales en Cuba elaborado por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural en territorios como este, que abarca, sitios de esta significación, trascienden fronteras y atraen a curiosos, a científicos y a todo aquel con sensibilidad estética, histórica, y entendedor de la excepcionalidad del fenómeno producido y la exclusividad de la oportunidad de la contemplación real y directa.

Comprenderlo es coincidir en espacio, fusionando en tiempo real, lo arcaico, lo presente y lo futuro.

Todos los estudios realizados sobre el sitio indican la necesidad de protegerlo y conservarlo como herencia natural y cultural, como objeto de estudio de futuras investigaciones científicas, como atractivo turístico, y admiración estética, todo lo cual es de mucho interés para el país y el mundo.

Podría decirse que no basta solo con visitarlo, sino es necesario sentirlo y pensarlo, es como viajar por tiempos remotos, es abstraerse para vivir momentos oníricos cuando el verde de sus copas protegía a organismos que atraídos por su sombra, o por el ofrecimiento de refugios se guarecían bajo sus ramas, o al cual acudían en busca del alimento de sus hojas y de sus frutos, o incluso de los propios consumidores primarios que atraídos por la comida, se arriesgaban a ser dieta de sus depredadores, los consumidores secundarios.

Quien duda que más de un aborigen debió formar parte entonces de la trama de relaciones de todos aquellos componentes de ese ecosistema.

Conservarlo y apreciarlo como testigos llenos de información aún por desentrañar, debe ser la divisa de siempre.

 

 

Notas:

[1] Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.


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