El cuento de las comadrejas, una auténtica fábula darwiniana sobre la supervivencia


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La divertida comedia negra argentina El cuento de las comadrejas que concursa por el Premio Coral es un remake del filme de 1976 Los muchachos de antes no usaban arsénico, de José Martínez Suárez.  

El conflicto entre lo viejo y lo nuevo siempre ha estado presente en el cine del argentino Juan José Campanella y aquí convierte a un grupo de ancianos en los defensores de una visión del mundo que está a punto de desaparecer a manos de la progresiva deshumanización y pérdida de valores. Pero quizás lo significativo es el tributo del director a los actores que hacen posibles sus películas, situándolos en el centro de un mecanismo en el que ellos son los verdaderos protagonistas. También a la necesidad de seguir contando historias, en este caso truculentas, de seguir divirtiéndose con el juego del cine, que también se convierte en aterrador espejo de las miserias humanas.

La película transcurre casi totalmente en una impresionante casona que parece anclada en el tiempo. Allí viven desde hace 40 años Mara Ordaz (Graciela Borges), una diva de la época de oro del cine argentino con su preciada estatuilla bien visible en la entrada y decenas de objetos que rememoran su pasado esplendoroso; su marido postrado Pedro De Córdova (Luis Brandoni), un ex actor sin demasiado éxito devenido artista plástico; Norberto Imbert (Oscar Martínez), quien dirigiera varias películas de Mara, y el otrora famoso guionista Martín Saravia (Marcos Mundstock).

Entre una desbordante mordacidad, un cinismo contiguo con la crueldad y una concentración de resentimientos que a ratos parece tornarse en odio, esta suerte de clan sobrevive con su nostalgia y una particular dinámica de convivencia. Sin embargo, la llegada de Francisco y Bárbara, atractivos en un principio pero pronto convertidos en una amenaza a partir de la idea de concretar en esa propiedad un negocio inmobiliario, genera en los moradores una reacción de imprevisibles consecuencias lo que posibilita una magistral lección de interpretación a cargo de un cuarteto de actores en estado de gracia.

Una década ha pasado desde que Campanella firmara el mayor éxito de su carrera, El secreto de sus ojos. Y ahora con El cuento de las comadrejas, su octavo largometraje en 30 años, erige un sentido homenaje al cine argentino, en especial a la gran actriz Graciela Borges, y al cine clásico hollywoodiense. Logrando, de paso, una exaltación de la vida, la bondad y la inteligencia, a la vez que constituye una denuncia sin rodeos de la especulación que genera el capitalismo irracional.


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