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El libro, un buen amigo


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Ahora que en el mundo desarrollado de hoy nos inundan los avances tecnológicos, el libro impreso, ese conjunto de palabras organizadas que llega a nuestra vida con una vitalidad incuestionable, continúa siendo para muchos, como uno de los mejores amigos que nos ha acompañado siempre.

Para un buen lector, su libro de cabecera, resulta imprescindible. Hay momentos en que necesita volver en muchas ocasiones a sus páginas, en ellas encuentra todo lo que necesita para poder seguir adelante y vencer cualquier obstáculo que le imponga la existencia.

Mi padre, por ejemplo, había hecho del Quijote, ese extraordinario texto de Miguel de Cervantes y Saavedra, una especie de credo. Yo era muy joven cuando tuve conciencia de esta preferencia de mi progenitor. A medida que han ido pasando los años, he comprendido mucho mejor el sentido de esta especie de mitificación de esta obra literaria. Leer el Quijote, y hacerlo suyo, es vivir a plenitud y extraer de la vida toda la sabia maravillosa que nos permite enriquecer el conocimiento y crecer ampliamente como seres humanos.

Y eso es solo un libro. Si después se leen muchos buenos libros, yo pienso que es una manera muy provechosa de disfrutar la vida en toda su dimensión y plena profundidad.

Alguien una vez dijo que el que no lee, no sabe lo que es la vida. Yo pienso que esa es una realidad que no tiene discusión.

Efectivamente, el que no lee, yo diría que está perdiendo una buena parte de su vida. Nadie imagina lo que todo hombre o mujer pierde, por no leer. Es como vivir con una venda en los ojos, y sometido a un encierro rodeado de una soledad absoluta, alejado de todo contacto con un mundo que le resulta inalcanzable. Ese es el hombre que no lee.

No creo realmente que a nadie le guste vivir de este modo. Por eso, ahí está, entre otras muchas cosas, ese libro, que por cierto en Cuba, se ofrece, siempre, para que todo nuestro pueblo tenga toda la posibilidad de elevar su cultura y ser más fuerte e invulnerable.

Hay que aprender a leer. Por eso la literatura para niños, adolescentes y jóvenes resulta una necesidad imperiosa en nuestra sociedad socialista.

Hay muchísimos autores que están conscientes de esta necesidad y dedican todos sus esfuerzos a la escritura para los pequeños lectores.

No es que no queramos que las nuevas generaciones no disfruten de las posibilidades del desarrollo electrónico, por supuesto que no; ahora bien, lo que no debe ocurrir es que la tecnología desplace totalmente la lectura de un buen libro impreso.

Me sentí muy feliz cuando escuché, hace pocos días, a unos padres regalarle a su hija que arribaba a los quince años, una pequeña biblioteca. Eso no quiere decir que la muchachita no tenga un cel, su compu, y algún que otro entretenimiento electrónico; al contrario, puede disfrutar de todo ello, pero sin abandonar esos libros que nos hacen soñar y que después que los leemos, comprendemos que somos mejores personas.

Claro que yo soy de otra época, pero sepa usted, para mí, el mejor regalo es un buen libro.

El libro llega a convertirse en el mejor amigo. Cuando ya está viejito, muy deteriorado, no podemos desprendernos de él. A mí me ha pasado. Tengo un librero para todos esos libros de muchos años, que no puedo deshacerme de ellos porque son parte de mi propia existencia. Algunos, los he leído varias veces en distintos momentos de la vida y los he disfrutado como la primera vez, inclusive, he descubierto que aún esos textos tienen mucho que decirme. Parece algo mágico, pero así es.

Indudablemente un libro bueno tiene una intensa vida que hay que respetar.

Y si no, pruébelo por usted mismo y me dirá.

Escuché el otro día algunas opiniones sobre que ya no se leía como en tiempos pasados, a tal punto, que la familia, entusiasmada por la Feria del Libro, se gastaba el dinero y esos libros ni se tocaban. No sé realmente si esto sea cierto, pero vale la pena hacer en este sentido algunas conjeturas.

Yo soy de las que pienso que siempre habrá libros y siempre habrá lectores. Conozco muchos jóvenes que leen y leen bien, inclusive a pesar de sus pocas edades, y otros que saben escoger en INTERNET, lo que realmente vale y desechar lo que no les aporta algo útil.

Son jóvenes inteligentes que saben seleccionar sus textos, como escogen a sus buenos amigos. Creo que el inglés Chaucer dijo algo parecido.

Es tan importante que la familia, la escuela, la sociedad en su conjunto, haga de un buen libro, un instrumento de amor y crecimiento; un ente imprescindible en la vida de todos y el mejor de los caminos para elevar la cultura y la espiritualidad del ser humano.

Si observamos el mundo y leemos el periódico donde hay muchas noticias que espantan, es necesario trabajar por elevar las conciencias hacia estratos superiores alejadas del odio, la guerra, la corrupción, el dolor y la miseria.

Las nuevas generaciones deben heredar un mundo limpio de estas malsanas intenciones. El alma debe enrumbarse por senderos de paz, tranquilidad y amor.

Los escritores cubanos tenemos mucho que hacer en este sentido. ¡Son tantas las cosas que podemos lograr!

Los encuentros, por ejemplo, entre valiosos creadores tanto de la UNEAC como de la Brigada Hermanos Saíz, deben proliferar en todos los espacios; las convocatorias literarias para estudiantes en los diferentes niveles de enseñanza, deben mantenerse sistemáticamente para estimular la participación de los niños, adolescentes y jóvenes, siempre reconociendo sus esfuerzos, para que continúen desarrollándose con celeridad, en ciudades y campos del país.

La 26 Feria Internacional del Libro de La Habana, ahora en otros territorios nacionales, sigue siendo un buen incentivo para continuar alcanzando mayores y mejores resultados en el campo de la lectura y la creación.

Tenemos que mantener bien vivo el sueño fundacional de Fidel, en relación con la necesidad de hacer crecer la fortaleza espiritual de nuestro pueblo.

Cuba es justamente el lugar ideal para sembrar y cosechar esos frutos que engrandecen nuestra Cultura

Sobre este asunto, ya dije en una ocasión, hay que volver una y otra vez. ¡No tenemos el menor derecho a descansar!


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