El padre Varela y su empeño por crear «la base del gran edificio de nuestra felicidad»


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El Padre Félix Varela y Morales, falleció un día como hoy del año 1853 en San Agustín, en la Florida estadounidense, donde se había refugiado en busca de un mejor clima para su salud.

Moría así el reconocido como el cubano «que nos enseñó primero en pensar», y a la par inculcó a sus compatriotas, ideales de independentismo, soberanía, igualdad, y también fue el primero que en la isla caribeña habló de derechos humanos.

Había nacido el 20 de noviembre de 1788, en La Habana, hijo de un español y de una santiaguera; muy pronto al quedar huérfano fue criado por su abuelo que lo llevó a San Agustín de la Florida, Estados Unidos, donde cursó sus primeros estudios; a los catorce años regresa a Cuba; su abuelo soñaba con verlo convertido en un militar de prestigio, según la tradición familiar, pero Varela quería consagrase a la enseñanza y a Dios.

De esta suerte ingresa en 1801 en el prestigioso Seminario de San Carlos y San Ambrosio, donde estudia Filosofía y Teología, y es alumno del sacerdote y maestro José Agustín Caballero.

En 1804 matricula en la Universidad de La Habana recibe el grado de Bachiller en Filosofía y Artes y de Bachiller en Teología y, con posterioridad el de Licenciado en Filosofía.

En 1807, comienza su servicio religioso en el Monasterio de Santa Catalina y luego, en diciembre de 1810 alcanza el diaconado; al año siguiente, por dispensa de edad canónica, es ordenado presbítero y desarrolla sus profundas prédicas en la Catedral de La Habana, y en las iglesias de, Santa Teresa, San Agustín, la parroquial de La Salud y la del Santo Cristo del Buen Viaje, entre otras.

En 1812, con solo 24 años es nombrado por el Obispo Espada, profesor de Filosofía, Física y Ética en el Seminario, donde monta el primer laboratorio de Física y Química de la isla, con el propósito de enseñar las ciencias mediante la experimentación, y comienza a aplicar los métodos pedagógicos más adelantados de la época; se le reconoce como el primer autor de un Libro de Física en Cuba.

En sus clases, superó el escolasticismo al uso, con la adopción de la filosofía electiva, y hace énfasis en que sus educandos logren un razonamiento personal, a que aprendan a pensar y a decidir por sí mismos, actitud que da paso a la célebre frase de José de la Luz y Caballero (La Habana 11 de julio de 1800- 22 de junio de 1862), discípulo de Varela: «mientras se piense en la Isla de Cuba, se pensará en quien nos enseñó primero en pensar».

Creó y condujo unas tertulias con sus alumnos donde trataban temas de cultura, filosofía, ciencia, y hablaban de la Patria, y en estos momentos comenzaba a infundiren los jóvenes sus ideas cardinales sobre la libertad, la ética y el humanismo.

«La necesidad de instruir a un pueblo es como la de darle de comer, que no admite demora»; es esta una de las sentencias del Padre Varela que más ilustran su empeño en aras de la educación y la formación de los jóvenes en la profundidad del pensamiento y el humanismo; por eso contribuyó a la formación de cubanos íntegros como José Antonio Saco, Domingo del Monte, el propio José de la Luz y Caballero y Rafael María de Mendive, el maestro de Martí, qu sin dudas trasmitió al que sería el Apóstol cubano todas sus enseñanzas morales y patrióticas.

El Padre Varela fue un gestor cultural incansable y acometió múltiples acciones con este fin como la fundación de la primera Sociedad Filarmónica de La Habana; desarrolló una importante labor como miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País; escribió obras de teatro que se presentan en escenarios habaneros, y escribe libros de textos para estudiantes de Filosofía.

A los 32 años, el 18 de enero de 1821, Varela inaugura en el Seminario de San Carlos, lo que resultó ser la primera Cátedra de Derecho de América Latina, donde de manera inédita, se enseña en la isla la legalidad, la responsabilidad civil y el freno del poder absoluto; se fomenta el amor a la Patria, la libertad, la dignidad nacional y la soberanía y a la vez, se condena el absolutismo y el totalitarismo. El propio Varela considera que esta es «la Cátedra de la Libertad y de los Derechos Humanos, la fuente de las Virtudes Cívicas y la base del gran edificio de nuestra felicidad».

En 1822, fue electo   diputado a las Cortes de Madrid en representación de Cuba, por lo que solo por tres meses dirigió la primera Cátedra de Derecho de América Latina, pero su huella fue patente en la conciencia de la joven nación cubana por su aporte al desarrollo del derecho constitucional y su defensa de los derechos humanos frente al despotismo colonial.

En su función de diputado, presentó el 22 de diciembre de 1822, a las Cortes de Madrid, una proposición pidiendo un gobierno económico y político para las Provincias de Ultramar, así como presentó un documento similar reclamando el reconocimiento de la independencia de Hispanoamérica y escribió una Memoria que demostraba la necesidad de extinguir la esclavitud de los negros en la Isla de Cuba, que no llegó a presentar, pues al reimplantarse el absolutismo por el rey Fernando VII, se vio obligado a exiliarse en Gibraltar, pues fue condenado a muerte por sus ideas de vanguardia.

Luego, parte hacia Estados Unidos, donde permanece el resto de su vida, tanto en Filadelfia como en Nueva York y por último en la Florida, pero nunca abandonó sus ideas ni cesó en su empeño de ver a Cuba libre del colonialismo español y sus secuelas.

Colaboró con diversas publicaciones como el periódico independentista El Habanero, que entraba secretamente en Cuba; fundó escuelas, desplegó una amplia labor religiosa y publicó varios títulos como Máximas Morales y Sociales, Instrucciones sociales y morales para la juventud e Instrucciones morales y sociales para el uso de los niños.

En 1837 fue nombrado vicario general de Nueva York, y en 1841 el claustro de Teología del Seminario de Santa María de Baltimore le confirió el grado de Doctor de la Facultad

Su marcado interés por las ciencias lo llevó a crear y patentar dos inventos en Estados Unidos: un aparato para el asma capaz de acondicionar el aire, librarlo de la contaminación ambiental y mantenerlo a temperatura uniforme, y una rueda que facilitaba el movimiento, preservaba el pavimento y no producía ruido, ya que sin estar soldados los elementos que la componían estaban recubiertos de acero.

Los restos del Padre Félix Varela fueron trasladados a Cuba al ser instaurada la República mediatizada en 1902, y descansan, desde ese momento, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, unos de los templos del pensamiento independentista cubano que el presbítero con su ejemplo ayudó a fomentar.


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