Hay en un intrincado lugar por las inmediaciones del municipio Cueto, en la provincia de Holguín, una cueva Monumento Nacional. Es la de Sao Corona, desde donde el 3 de agosto de 1895 se editó el primer número del periódico El Cubano Libre, bajo la égida de Antonio Maceo.
Tiene un honroso antecedente: entre manifiestos, circulares y programas que vieron la luz en la manigua, la prensa periódica se destacó por la importancia que se le concedía en el mundo moderno; son registrados más de una veintena de títulos, el primero de ellos El Cubano Libre, órgano oficial de la Revolución. Nació el 17 de octubre de 1868, justo a siete días del levantamiento de la Demajagua, y debe su existencia al entonces General en Jefe del Ejército Libertador, Carlos Manuel de Céspedes. Circuló hasta el incendio de Bayamo en enero de 1869, y después se trasladó a la Sierra Maestra y Camagüey, hasta mediados de 1871; en sus páginas –leídas siempre en voz alta para beneficio de los analfabetos– aparecieron documentos trascendentes como la proclama que abolía la esclavitud, las actas de la Asamblea de Guáimaro y la marcha La Bayamesa, que hoy es nuestro Himno Nacional.
En los comienzos de la Guerra Necesaria, el entonces Lugarteniente General Antonio Maceo, en un recorrido de rutina por la zona norte de la región oriental, encontró una imprenta abandonada y, en contra de muchos que pensaron fundir sus letras de plomo para convertirlas en muy necesarios proyectiles, la recogió para reeditar El Cubano Libre. Se cumplía con ello, una vez más, el ejemplo de la aseveración de José Martí: “Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo”; frase que ha quedado, por demás, enmarcada en el argot popular para designar a quien tiene la capacidad de disponer con adecuada lógica tanto la teoría como la práctica.
Era el periódico un arma de combate, sin dudas, en el plano de las ideas; una batalla muy dura de ganar, tan importante como la que se realizaba al filo del machete. Era, como lo consideró el propio Maceo, “un cuerpo de ejército compuesto por 12 columnas, que se bate, se bate bien, diariamente por la causa de Cuba”.
Para Director fue escogido Mariano Corona Ferrer, con capacidad política abiertamente comprometida con la corriente separatista, quien llegó a formar parte de la Cámara de Representantes y obtener por sus méritos el grado de Comandante del Ejército Libertador. Logró la publicación de casi 100 ediciones incluyendo los suplementos, hasta que terminó la guerra. En las páginas de El Cubano Libre aparecieron textos de Martí, José María Heredia, Federico Pérez Carbo, José Miró Argenter y el doctor Joaquín Castillo Duany, entre otros pensadores que definieron la posición francamente independentista del periódico, ese que comenzó siendo órgano de los revolucionarios de Oriente y alcanzó calibre nacional. Fue acicate en los momentos difíciles del afianzamiento de la guerra tras la caída de Martí en combate de en Dos Ríos, y una gran amenaza para el interventor norteamericano Leonardo Wood.
El Cubano Libre de Maceo dejó de publicarse en 1914, pero ese no fue el fin de su encomienda. Cuarenta y tres años después, resurge en El Hombrito, Sierra Maestra, de las manos de Ernesto Ché Guevara y, una vez más, luchando por la libertad de Cuba, ahora en manos del Ejército Rebelde contra el dictador Fulgencio Batista; en su primera entrega, hacía una declaración heroica: “con la sangre entusiasta de su pueblo, se apresta ahora [Cuba] a dejar este estado caótico y ser una nación libre, independiente y soberana”.
En su paso por la Historia, El Cubano Libre pone en alta valía el ejemplo de una prensa comprometida con su identidad y sus ideas, que llega a nuestros días en indudable expresión de continuidad. Corrobora, además, la afirmación de Martí, objetiva y literalmente aplicable: “Un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército”.
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