El personal de la salud en nuestra última guerra libertadora (1956-1958) visto en el patrimonio fotográfico


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El final de los primeros veinte años del siglo XXI ha estado  invadido por una pandemia que ha provocado reacciones diversas en la comunidad internacional; un arco que se extiende desde la actualización  de bloqueos económicos, comerciales y financieros por parte de Estados Unidos y  sus aliados a Irán, Siria, Cuba y Venezuela, la acentuación de políticas neoliberales  en países donde llevaban años instituidas,   el asesinato y arresto de líderes comunitarios y sindicales, principalmente en América Latina, que denuncian el  status quo, entre otros actos  que pudieran resumirse en la preferencia de los centros de poder  por la lógica del capital frente a la lógica de la vida; hasta muestras de solidaridad a nivel local e internacional en donde Cuba, Rusia y China, cada una desde aristas diferentes, han desempeñado un papel fundamental.

En el caso de nuestro país se destaca, por sus brigadas médicas dispersas por el mundo, algo consustancial a una cultura política socialista, esta vez en puntos del planeta como las industrializadas regiones italianas de Lombardía y el Piamonte y el principado de Andorra.  Pero en realidad este estoicismo y desinterés viene de años anteriores al triunfo revolucionario en momentos de una Cuba de estructura colonial y neocolonial en el que la medicina   era un lujo al alcance de unos cuantos. Durante las gestas independentistas de 1868 y 1895 una parte del escaso personal de la salud existente se lanzó a las contiendas bélicas, trabajaron en los hospitales de sangre en condiciones inimaginables y realizaron aportes a la ciencia médica.

Estas actitudes revolucionarias tuvieron continuidad durante nuestra última guerra de liberación (1956-1958) la cual tuvo la característica que junto a un pensamiento militar innovador cuyo estratega fue Fidel Castro Ruz hubo uno civil-administrativo de carácter contrahegemonico que se materializó en el desarrollo de la medicina rural, en la creación de escuelas, la policía rebelde, centros de asesoría jurídica, publicaciones periódicas y radiales etc. En todos los frentes guerrilleros hubo hospitales que contaron con la presencia de médicos conocidos por los cubanos y otros lamentablemente olvidados o escasamente recordados: Julio Martínez Páez, Manuel (Piti) Fajardo, René Vallejo, Bernabé Ordaz; también los doctores Ángel Campa, Eduardo Ruiz, las enfermeras Ernestina Mason y Gladys Castañeda entre muchos otros que esperan por un mayor reconocimiento.

                       
                                                                       Bernabé Ordaz, Manuel Piti Fajardo y Rene Vallejo

 Las huellas de la labor realizada por estos combatientes quedó plasmada en las numerosas fotografías tomadas en aquellos años gracias a que, hacia la segunda mitad del siglo XX las cámaras fotográficas tuvieron un uso muy generalizado lo que permitió que el personal de la salud se pudiera representar en múltiples dimensiones.  Esto le fue  muy limitado a los combatientes de la centuria anterior debido no solamente al atraso tecnológico sino por la preferencia estética de la época de privilegiar al retrato personal y al  paisaje antes que la crudeza de una guerra.  Los sanitarios del Ejército Rebelde  están representados en tres aristas fundamentales: atendiendo a la población civil sobre todo tras los bombardeos norteamericanos a los poblados campesinos de la Sierra Maestra, realizando reuniones entre ellos, personalizados en  retratos y en  medio de las batallas donde además de atender a los rebeldes heridos de guerra  se asistía a los enemigos capturados y a sus familias en ese sentido humanista  que  acompañó a la guerra de liberación.  Hay que destacar a algunos fotógrafos a los que les debemos estas imágenes como Carlos Orozco, Rollin, Oscar LLul y Celso Llerena.

En cambio no se conocen, hasta el momento, representaciones donde este personal de la salud se vea afectado por las duras condiciones existentes  o donde estuviera presente la decepción, el dolor o la incertidumbre emociones estas que, como seres humanos en medio de la épica, también debieron acompañarlos. Lo que ha llegado hasta nosotros son las representaciones de alegría en medio de la dureza del ambiente, heroicidad y sacrificio valores necesarios para ganar la tan ansiada libertad de Cuba.

Tenemos el pasado contenido en el presente, la huella que afirma esto se encuentra en el caudal documental existente en nuestros archivos, museos y bibliotecas que atesoran fondos y colecciones los cuales urgen de nuevas contextualizaciones y usos porque son portadores de discursos que contienen valores éticos y estéticos. En la sistemática revisión de nuestro patrimonio en sentido general y  el fotográfico en particular se hallan las evidencias de que el altruismo de nuestro personal de la salud en la compleja actualidad que vivimos tiene sus raíces antes de 1959 y es a partir de esa fecha que la revolución capitalizó todo ese sentimiento disperso y lo institucionalizó para perfeccionarlo e imprimirle un verdadero sentido público a la salud que prioriza la lógica de la vida sobre la lógica de la exclusión social.


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