El primer partido político independentista de Cuba: Partido Revolucionario Cubano (1892 a 1895)


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La proximidad a la celebración del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba, las circunstancias sanitarias excepcionales impuestas por el Covid-19, en que se ha desenvuelto Cuba en el año 2020, complicadas por el continuo castigo a la población, causado por el cruel incremento de las medidas del bloqueo estadounidense,  nos sugieren compartir con los lectores y lectoras una mirada de retroalimentación hacia la historia del primer partido político independentista, el Partido Revolucionario Cubano (PRC) fundado, como es sabido, por José Martí y Pérez, precisamente en el seno de las emigraciones cubanas en los Estados Unidos de América.  

Con tal propósito y desde mi casa, elegí la lectura de algunos textos de autores cubanos que se refieren al mentado tema y que comentaré en distintos momentos. La obra más antigua de las consultadas por mí, es el titulado De la Guerra Grande al Partido Revolucionario Cubano (Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995) de la doctora Diana Abad Muñoz (La Habana, 1943, e infelizmente fallecida en 2020).

La doctora Abad, graduada de la Licenciatura en Sociología, proyectó una larga y fructífera trayectoria profesional, como ferviente estudiosa de la obra martiana, docente de Historia de Cuba en la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, e investigadora acuciosa de hechos históricos trascendentales vinculados a José Martí y Pérez. Publicó, entre 1988 y 1991, “Documentos del PRC” en la Revista de la Universidad de La Habana (nos. 231 al 240), lo cual respalda su opinión y valoraciones sobre la cuestión a que he referido el título de esta reseña historiográfica.

De la Guerra Grande al Partido Revolucionario Cubano, reune distintos trabajos publicados desde los años 80´s hasta 1994, reordenados por la Autora para su presentación en formato de libro.  El centro temático del conjunto gira en torno a las emigraciones cubanas y sus labores políticas a favor de la lucha por la “independencia total” de su amada patria, Cuba, durante el período de 1868 a 1895.  

Las actividades políticas de la emigración cubana, enfocadas en el envío de expediciones que aportaron hombres y municiones y en la diplomacia ejercida por los  representantes de la República de Cuba en Armas con el fin de solicitar y promover en el gobierno de los Estados Unidos de América el reconocimiento de la beligerancia cubana contra España,  nacieron principalmente al calor de la Guerra de los Diez Años o Guerra Grande; evolucionaron al final de esta última, en sentido ascendente, logrando una mejor  organización, mayor integración y poder político decisor.

La autora enmarca tales actividades, durante los grandes períodos comprendidos entre 1868-1892 y 1892-1898, desglosados por ella en: 1868-1878, 1878-1892 (incluida en este la Guerra Chiquita) y 1892-1898, determinado por la fundación del PRC y la Guerra del 95 hasta la intervención estadounidense en el conflicto bélico hispano-cubano. La emigración revolucionaria cubana es la atmósfera natural en la cual se creó el PRC.

De manera que, el análisis de Abad sobre “Las emigraciones cubanas en la Guerra de los Diez Años” está a la cabeza de esta pequeña compilación de 10 artículos, en 260 páginas. Le siguen: “Notas para el estudio de la Guerra Chiquita”, donde se desarrolla la tesis de la crisis de la unidad revolucionaria, que es causa del final de la Guerra Grande y al propio tiempo, encuentra continuidad en la Guerra Chiquita.  “Para el estudio del Partido Liberal (Autonomista), sitúa históricamente una ideología contrapuesta a la que lucha por la independencia total de Cuba.  “Gómez: los inicios de un movimiento revolucionario”, reflexiona sobre la mencionada personalidad y su autoridad reconocida en el seno del grupo militar en el exilio.

“El Partido Revolucionario Cubano: organización, funcionamiento y democracia”, un estudio de la estructura y funciones del PRC desarrollado sobre una sólida base metodológica, en el que se detallan a través de ejemplos, tomados directamente de fuentes primarias, cuál fue el proceso de organización definitiva del partido, cuál fue la concepción martiana de sus objetivos y fines en relación con los conceptos esenciales: revolución, guerra, democracia y centralismo. Acerca de la composición social del mismo, la Autora señala:

Como es conocido, el Partido Revolucionario Cubano se organizó y radicó en el exterior, en las emigraciones. En la Isla, en la etapa anterior al inicio de la contienda bélica, no se establecieron clubes adscriptos al Partido.  En la Isla se fomentó la conspiración. Las razones que explican dicha particularidad se advierten, en gran medida, en que para organizar la guerra contra España los cubanos fuera de la Isla cuentan, al menos con una relativa libertad de acción.

 También se debe apuntar como factor de especial consideración la calidad revolucionaria de la emigración… A esos emigrados, Martí los calificaba como la representación del pueblo libre de Cuba… Ellos, en escala menor, reproducen las clases y sectores interesados en el propósito nacional-liberador… (pp. 154-155)

“José Martí y la elección de General en Jefe”, es un ejemplo del empleo de la democracia partidista para llevar adelante un tema muy delicado, la elección y el reconocimiento de la autoridad del jefe en el aparato militar dedicado a la organización y dirección de la Guerra del 95.

Por otro lado, cuestiones del debate ideológico interno se plantean en “La creación del PRC y la Convención Cubana", donde la Autora objeta convincentemente aspectos confusos de la historiografía cubana relacionados con el apoyo recibido por Martí de una institución importante, secreta, durante el proceso de creación del PRC. De igual modo, el firme ejercicio de la autoridad del PRC, una vez establecida su existencia, así como la del Delegado, se desprende del estudio realizado sobre la publicación en el periódico Patria (órgano oficial del PRC), del manifiesto “El Partido Revolucionario a Cuba”, un mes después de ocurrir el extemporáneo levantamiento de Purnio (Holguín),  el 25 de abril de 1893; sin tener en cuenta la conveniencia o no del mismo para el proceso organizativo, en pleno desarrollo, de la “guerra necesaria”.

“De las conmemoraciones patrióticas en la emigraciones y de un 10 de abril en Nueva York: Gómez y Martí”, destaca la importancia educativa de dichas actividades para fomentar la unidad de pensamiento y acción… “primó el culto a los símbolos, sucesos y figuras que representativos de la identidad nacional y de la causa que la sustentaba: bandera, himno, constitución republicana, batallas mambisas, mártires, héroes, regiones natales , notaciones aborígenes…, cual savia del independentismo” (p. 228). Aunque, también, fueron en ciertos casos la cobertura perfecta para acciones que requerían de   discreción total. Tal fue el caso de la conferencia Gómez-Martí, efectuada al abrigo de la conmemoración del 10 de abril, en esa fecha de 1894, en Nueva York. 

“El Manifiesto de Montecristi” cierra el libro, con un breve análisis del documento o manifiesto El Partido Revolucionario Cubano a Cuba, firmado por José Martí y Máximo Gómez, en total comunión de ideas los representantes del poder civil y militar respectivamente. Es indiscutible el orden histórico-lógico que primó en la estructuración de la obra, e igualmente evidente la profundidad de la reflexión que acompaña a la selección de los trabajos,

Las conexiones existentes entre los artículos son imprescindibles para revelar y comprender el proceso político ideológico que sostiene al PRC, desde su punto de partida; a sus ineludibles contradicciones internas y externas, así como sus íntimas relaciones históricas con la “revolución social” y la “guerra necesaria” iniciada el 24 de febrero 1895.  Además, debo resaltar el conocimiento acumulado y las reflexiones que maduró la investigadora durante los 10 años, o más (1981 a 1994), en que produce dichos artículos y posteriormente los junta en el libro. 

La obra comentada es clave con mira a elevar nuestro bagaje histórico politico, ante las actuales y futuras circunstancias históricas de Cuba.

Finalmente: doy fe de mi admiración por Diana Abad, la autora, mi amiga desde muchos años atrás; colega del Diplomado del Tabaco de la Oficina del Historiador de la Ciudad, por casi 20 años, y en otros espacios culturales. Fiel seguidora del ejemplo martiano, por su modestia y sabiduría. ¡Hasta siempre!     


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