Portal Cubarte  -  El puño cerrado de la Dimensión Latina, desde otra orilla Caribe: Aventura habanera

El puño cerrado de la Dimensión Latina, desde otra orilla Caribe: Aventura habanera


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Dimensión Latina

Cuba reaccionó tarde al movimiento de la música salsa que se establecía en el continente. Esa reacción tardía estuvo marcada por condicionantes ideológicas y algunas incomprensiones. Después de todo era un buen negocio que los cubanos de la isla estuvieran fuera del asunto. Eso lo sabían los ejecutivos de la Fania y del resto de los sellos discográficos que participaron de tal asunto. Cuba era necesaria solamente, y solo sí así se requiere, como punto de partida; y el sonido cubano a reconocer era el de los cincuenta; alimentar la nostalgia y edulcorar aquellos años daba buenos dividendos a algunos. Decir que los músicos avalaron este proceder sería faltar a la verdad histórica; y en este río revuelto todos ganan; siempre a la espera de que los cubanos de la Isla regresaran.

Es innegable que la salsa cambió el modo de hacer la música en el continente. Se escribía y se tocaba de otra forma. Había de bomba, de plena, de merengue, de jazz y otros sonidos afrocaribeños; y lo cubano en forma de son y rumba. Y aunque las Estrellas de Fania eran el pináculo de esta historia, había otros actores no menos importantes.

En Cuba, en esos mismos años, se comenzaban a desarrollar nuevas formas musicales, se abrían nuevos talentos creativos y en todos estaba presente el antecedente de una historia casi centenaria; solo que esta vez muy influenciada por el jazz. Sencillamente los cubanos encontraron en el jazz la nueva piedra filosofal de su música al futuro. Una piedra que era pulida a golpe de rumba; una rumba que comenzaba una evolución indetenible y que costará trabajo en los años siguientes al resto de los percusionistas descifrarla.

Es lo que podemos definir como el síndrome Irakere dentro de la música cubana.

La banda que funda Chucho Valdés en el año 1973 se convertirá en el patrón a seguir por la gran mayoría de las agrupaciones y los músicos cubanos que fueron surgiendo. Irakere era la Universidad de aquellos tiempos, la ruta hacia el Dorado musical.

Nunca antes se habían reunido en una misma agrupación tantos músicos talentosos de una misma generación para dar una nueva dimensión a la música cubana. Nunca antes. Y ese nunca antes convocará a lo mejor del talento musical cubano en cada instrumento que se requiriera hasta el último día de existencia de la banda. Irakere, será, como afirmó José Luis Cortes: “… la mejor banda de todos los tiempos… desde los indios hasta mañana…”

A la impronta de Chucho y sus músicos se sumará el talento de Juan Formell y su orquesta Los Van Van y todo su trabajo de renovación dentro del formato charanguero (algo similar con ese formato habían comenzado a hacer desde los años sesenta en NY los hermanos Palmieri). Si Irakere era la virtud en su máxima expresión, Los Van Van serán la expresión de lo que se ha llamado la evolución del son hacía nuevas formas de expresión.

Formell será el cronista de estos tiempos y su música, que estaba lejos de la influencia jazzística del momento, el sonido que definirá a la Cuba de la segunda mitad del siglo XX y al que nombrará Songo.

Habrá otras orquestas, otros compositores y arreglistas. Se vivirán algunas influencias venidas desde otras partes del mundo y del continente en particular. Adalberto Álvarez aportará nuevos elementos al son; pero aun así los cubanos nunca entrarán de a lleno en el sonido de la salsa. Ellos con su proverbial propensión a imponer sus presupuestos se atrincherarán en la timba y ella será la bandera a enarbolar para demostrar al mundo hasta dónde pueden llegar; y cómo adelantados o indianos, al más puro estilo de la conquista, enviarán talentos a recorrer el mundo; ora como instrumentistas, ora como productores, ora simplemente como profesores.

Para comienzos del segundo milenio de la era cristiana los músicos cubanos volvían al camino con el instrumento, el talento y unas ganas de comerse el mundo, bajo el brazo. Algo debía cambiar.

La Dimensión Latina había estado en Cuba en el año 1978, estuvo en Santiago y tras aquella visita su nombre ingresó en la mitología popular. De hecho, su lugar lo ocuparon otros y otras preferencias dentro de la salsa; sobre todo venidas de Puerto Rico o New York. La Dimensión era de los tiempos duros, de cuando la salsa era cosa de “machos”, de cuando el barrio y sus historias importaban más que las cuitas de amor edulcorado. Ellos eran del arrabal y estos son tiempos de algún que otro galán engomado.

Habrá que esperar a septiembre del 2015 para que la Dimensión Latina cumpla el sueño de volver a tocar en Cuba. Fue una presentación única que sirvió de detonante a esta historia que habrá de terminar en un CD que demostrará hasta dónde lo cubano, de estos tiempos, cabe en la salsa y la salsa cabe en la timba cuando el talento funciona.

En los años noventa algunos músicos cubanos apostaron por productores extranjeros de probado prestigio, para lograr determinados visos de internacionalización de su trabajo; algo así ocurrió con los grabadores. Solo que aquella buena fe estuvo viciada de origen; la falta de comprensión del sonido –la yunfa, la bomba, el swing, la cuchara, ¡el chequendegue! – que se había generado durante años. Sin embargo, la experiencia fue provechosa a pesar de que no logró todos los efectos esperados. Lo cubano no cabe en fórmulas trilladas que ha definido el mercado. El talento no cabe en azucarera; aunque esta sea una isla donde el azúcar definió su espacio geopolítico y social.

Era hora de que Genaro tomara desquite de la mula y para confirmar esta aseveración la Dimensión Latina dejará en manos de un productor cubano la responsabilidad de pensar y organizar el disco de su reencuentro con Cuba. Y esa tarea confirmará el talento de Manolito Simonet y junto a él la visión de futuro y la confianza de BIS MUSIC en la música popular cubana como una de sus líneas más sólidas de trabajo.

La Dimensión regresará en mayo de 2016 a La Habana para cerrar el puño y saltar al futuro. De una parte, la tradición salsera más raigal y de otra la visión de un músico cubano que reúne y resume, en su música, vanguardia y tradición. Un hijo de la timba.

¡Hemos vuelto!…


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