El silencio de los 500


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Cuando el viernes 11 de septiembre de 2009 la presidencia de la Uneac nos encargó la tarea de constituir una Comisión Contra el Racismo y la Discriminación Racial, al principio, tal vez por esa manía de clasificarlo todo, ignorábamos qué nombre ponerle. Transcurrido cierto tiempo, de repente, gracias al fiel José Luciano Franco, descubrimos que en la historia de Cuba había existido un héroe negro desconocido por casi todo el mundo.

¿Qué se sabía del negro conspirador Aponte, muerto en 1812, con ocho de sus compañeros? Vivía en la Calle de Jesús Peregrino”. José Martí.

Fue justamente que con motivo del 200 aniversario de su vil asesinato cuando en medio de todo un despliegue de acciones para conmemorar tan memorable acontecimiento organizamos una conferencia en lo que había sido la Escuela de Artes y Oficios de La Habana. Asistieron alrededor de cien estudiantes. Al comenzar preguntamos quién había sido José Antonio Aponte, solo una joven levantó la mano para decirnos que había muerto en el Morrillo. Se refería al venezolano Carlos Aponte, caído en combate junto a Antonio Guiteras el 8 de mayo de 1933.

Algo similar nos ocurrió al inolvidable Fernando Martínez Heredia y a quien suscribe cuando asistimos a un encuentro con estudiantes de una escuela formadora de maestros: desconocían quién fue José Antonio Aponte y Ulabarra. Y así fue sucesivamente en diferentes colectivo de intelectuales, estudiantiles y de trabajo a lo largo de toda la Isla durante los talleres que organizamos para abordar el tema de la problemática racial en nuestro país.

La conmemoración del bicentenario nos sirvió para que un puñado de escritores académicos e historiadores escribieran valiosos y significativos artículos sobre Aponte y lo que ha sido calificado como conspiración, conjura, movimiento, insurrección, rebelión, revolución.

Pero es como si nos persiguiera una maldición gitana, el nombre de José Antonio Aponte y la gran rebelión que organizó y dirigió, la primera contra la esclavitud y contra el régimen colonial español, sí, así como se escribe y lee; la primera en Cuba y dirigida por un descendiente africano apenas se conoce. De ello no se dice nada, o casi nada. No basta con un evento o una exposición.

Hoy, cuando plausible resulta todo cuanto se hace y dice por la conmemoración del 500 aniversario de la fundación de La Habana, una vez más reina el silencio sobre quien ha sido calificado como precursor de la independencia nacional cubana, un historiador, un estratega y un teórico que visualizaba la historia, incluida la de su tiempo y su gente, a fin de imaginar un mundo radical, subversivo, más allá de la revolución: el próximo reino negro de su mundo; el primero en abogar por una cultura de poder entre los negros.

Tenía más cultura que sus captores.

Una inteligencia superior no solo a los hombres de su raza sino de su época.

Sus imágenes son lecciones de historia política, universal y regional.

El profesor Elías Entralgo llegó a calificarlo como una figura histórica semejante a Espartaco.

“Al analizar la rebelión de Aponte dentro del contexto de la ‘Gran Cimarronada de siempre’ de que nos habla Carpentier, debemos compararla con la Revolución de Haití (1791-1804), la Conspiración de Gabriel en Virginia (1800), la Rebelión de Demerara (1823), la Guerra Bautista de Jamaica) (1831) y la Rebelión Malè en Bahía, Brasil (1835)”. Matt D. Childs. 

Carbonell, en su libro de 1961 Cómo surgió la cultura nacional, denunciaba cómo algunos panegiristas que pasaban por radicales elogiaban a Arango y Parreño y a Saco, “en tanto que silencian el nombre de José Antonio Aponte, el primer gran batallador por la nacionalidad sin esclavitud ni coloniaje”, y enfatizaba:

“Aponte, que preparó una conspiración para barrer con el sistema esclavista y la dominación y sus consejeros letrados; conspiración que de haber triunfado nos hubiera ahorrado casi un siglo de colonialismo y de incultura, su nombre es silenciado; es silenciado en tanto que los maestros y forjadores del sistema esclavista que se esforzaron por todos los medios de apuntalar la dominación colonial, son glorificados”.

¿Quién fue José Antonio Aponte?

“Era José Antonio Aponte un negro libre que tenía, entre otros oficios, el de carpintero. Casado, con seis hijos, había sido cabo; primero de las milicias habaneras en el batallón de morenos, del cual ya se hallaba retirado cuando fue descubierto como conspirador. La leyenda popular le atribuye haber participado en las tropas negras de La Habana que dirigía el general Gálvez durante la guerra de independencia de Estados Unidos. Algunos aseguran que participó en la batalla definitiva de Yorktown”. Eduardo Torres-Cuevas.

“Aponte era de ascendencia yoruba, lucumí de innegables dotes organizativas, por lo que logró reunir bajo su liderazgo a hombres procedentes de otras zonas culturales africanas, denominadas en Cuba: mandingas, ararás, congos, carabalíes, macuá, bibis. Ocupó una posición privilegiada entre los africanos y sus descendientes como hombre libre. Aponte dirigía el cabildo habanero Shangó -Tedum. “Por su origen era un ogboni… Miembro de la más poderosa de las sociedades secretas de Nigeria, y también en el orden religioso lucumí (yoruba) tenía la categoría de un Oni-Shangó”. José Luciano Franco.

“José Antonio Aponte era un hombre libre, inteligente, astuto e ilustrado, tenía el oficio de carpintero pero esculpía tallas con singular arte; al igual que sus antepasados formaba parte del Batallón de Morenos de La Habana; su tío Nicolás y su abuelo Joaquín, criollos y capitanes de ese cuerpo, habían luchado contra los ingleses durante el sitio a la capital, en Bacuranao el primero y en la Chorrera y Puentes Grandes el segundo, éste fue condecorado más tarde con la medalla de oro de la Real Efigie”. Carmen Barcia.

Poseedor de una cultura autodidacta, Aponte había seguido los acontecimientos de Haití con los cuales simpatizaba. Lo más significativo de esta conspiración es que no fue regional. A ella estaban vinculados hombres de Puerto Príncipe, Bayamo y Remedios. Los objetivos eran la abolición de la esclavitud, la supresión de la trata, el derrocamiento de la tiranía colonial y la creación de una sociedad sin discriminaciones. Eduardo Torres-Cuevas y Oscar Loyola.

“Su movimiento se considera nacional, no solo porque logró completarlo a lo largo de toda la isla y alzamiento en varias regiones, sino también porque a él pertenecieron por igual cubanos negros, mestizos y blancos de distintos estamentos sociales, libres y esclavos (...)”. Elías Entralgo.

Pero qué significado histórico tiene La Habana en esta primera gran epopeya por la independencia nacional.

Aquí fue donde se engendró y tuvo su mayor epicentro.

“Cuando la policía de La Habana registró la casa de José Antonio Aponte, se encontró una curiosa colección de documentos y artefactos: leyes publicadas sobre las milicias negras, estampas de la Virgen María y del rey haitiano, copias del Quijote, guías de La Habana y de Roma, manuales de gramática, libros de arte, y compendios de historia universal. En la vivienda, bien oculto en un baúl lleno de ropas, había una caja de pino con tapa deslizante. En su interior, había otro libro, en este caso escrito por el propio Aponte. Este era el así llamado “libro de pinturas”. Ada Ferrer.

“Entre las láminas de su libro Aponte representa elementos del sistema defensivo de La Habana: el Castillo de la Chorrera, el Castillo de Santa Clara, el Torreón de San Lázaro, la Punta y el Morro. Aponte determina que la ciudad de La Habana sea representada simbólicamente como mujer, cerca de la Punta, sosteniendo el escudo de la ciudad”. Linda Rodríguez.

“Prueba de la capacidad organizativa de Aponte es que la conspiración se extendió por los barrios habaneros de Salud, La Punta, Jesús María y José, por la plaza del Santo Cristo, la Alameda de Paula, La Plaza de Armas, Casablanca, Guanabacoa, Bacuranao, Guanabo; alcanzaba Aguacate, Jaruco, Río Blanco del Norte”. Silvio Castro.

“Aponte poseía especial prestigio entre la población de negros y mulatos libres de La Habana por dirigir el cabildo negro Shangó Tedum y por poseer en el orden religioso lucumí la categoría de Oni-Shangó”. Eduardo Torres-Cuevas.

Según Elías Entralgo, “el hilo conductor de la conspiración comenzaba en su propia casa del extramureño barrio habanero de Guadalupe, de ahí iba a San Antonio de los Baños, Alquízar y Güira de Melena, volvía a la residencia del hilador y pasaba del barrio de La Salud al de Jesús María, a la plazuela de Santo Cristo, a la Punta, a la Plaza de Armas, a la Alameda de Paula y al muelle de Luz; atravesaba la bahía y continuaba su trayectoria con más rigor para Casablanca, Guanabacoa y sus barrios rurales - Bacuranao, Guanabo…. Por Jaruco, Río Blanco del Norte y Aguacate”.

“En la tarde del 17 de marzo Aponte convocó a una reunión en su casa, en la que participaron seis de sus compañeros; fue directo al asunto: esa noche tomarían el castillo de Atarés y el cuartel de Dragones. Ternero dijo que no podía cumplir su promesa, pues se hallaba sin los hombres necesarios. A continuación, indagó si era aquella toda la gente con que podían contar, Aponte respondió que resultaban suficientes; él repuso que eran muy pocos. Entonces el jefe del movimiento aseveró con firmeza: «No importa, en el Guárico [Haití] los de nuestra clase hicieron la revolución y consiguieron lo que deseaban». Ernesto Limia.

“Para distraer la atención de las autoridades, un grupo prendería fuego a los barrios de extramuros al anochecer del martes 17; en paralelo, tomarían el castillo de Atarés y el cuartel de Dragones. La señal para comenzar la daría Aponte desde su casa.

“Como estaba previsto, en la madrugada del 15 de marzo fue colocada la proclama elaborada por Aponte en una puerta del Palacio de los Capitanes Generales, ubicada en la actual calle de O’Reilly. En la propia morada del marqués de Someruelos los revolucionarios desafiaban al régimen colonial:

Fidelísimos habaneros y compatriotas, llegó el tiempo de nuestra infeliz o feliz ventura, mis deseos son bastante de buena felicidad. Vosotros me haréis a mí feliz, para esto necesito de vuestra buena armonía, la paz entre los de la clase, la buena fe, religión y temor a dios, que así podremos alcanzar buen éxito según nuestras buenas disposiciones. […] os encargo que al sonido de una caja y trompeta os encuentre listos y sin temor para acabar este imperio de esta tiranía y así podremos vencer la soberbia de estos enemigos, y así os encargo no tener temor que yo os ofrezco que con vuestra ayuda podré lograr la felicidad. Invocar a todos, en primer lugar, a María Santísima, que es el estandarte de nuestro remedio, y rogar a dios por vuestro caudillo, que él de su parte lo hará por vosotros“. Limia.

El 9 de abril de 1812 fueron ahorcados y decapitados José Antonio Aponte, junto a ocho de sus compañeros. La cabeza cortada de quien fue el primero en convocar a los habaneros a alzarse contra el régimen colonial español fue exhibida en una jaula de hierro en lo que es hoy Belascoaín y Carlos III, lugar cercano a su vivienda.

“Estos primeros rebeldes de Cuba, estos pioneros, tienen sus monumentos, aunque no los tengan de piedra ni mármol ni bronce. Esos monumentos son las revoluciones y los revolucionarios”. Fernando Martínez Heredia.

 

FUENTES CONSULTADAS:

—Ramón Valdés Galarraga. Diccionario del pensamiento Martiano.. Editorial Ciencias Sociales, 2007.

—José Luciano Franco. La conspiración de Aponte. Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 2006.

—Matt Childe. La rebelión de Aponte. Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 2011.

Manual de Historia de Cuba. Dirección Política de las FAR, 1968.

—José Antonio Aponte: perspectivas interdisciplinarias. Instituto Cubano de Investigación Juan Marinello, 2019

—Dossier José Antonio Aponte, recopilado por el autor.


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