El tambor de Chano Pozo. Misterioso músico, misterioso poder


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De las más grandes leyendas dentro de la música del Jazz cubano el nombre de Chano Pozo destaca en Cuba y el mundo. Polémica e impresionante su vida, pero sobre todo su muerte, un 3 de diciembre de 1948.

Recordamos en estas páginas al artista, a “el tamborero más grande que he visto en mi vida” al decir de Dizzie Gillespie quien lo impulsó a la fama. Cualquiera diría que fue una ironía de la vida que el rey de los tambores muriera escuchando música, la misma que hizo de él un artista para recodar. Cuentan que le gustaba mucho escuchar música y bailar al compás de las victrolas de los bares de Nueva York.

Una noche, mientras disfrutaba uno de sus mejores placeres llegó al bar donde estaba el portorriqueño Eusebio Muñoz, quien era ex francotirador del Ejército Norteamericano de la Segunda Guerra Mundial quien al pedirle una satisfacción a Chano, tras una discusión sostenida anteriormente y este negársela, le disparó con una pistola.

Sin embargo, esta curiosidad sobre la muerte de Chano Pozo poco se conoce, quizás porque lo relevante fue la vida y obra del artista y todo lo que dejó archivado en el panorama de la música nacional e internacional. Como muchos músicos negros nacidos por los años antes del triunfo de la Revolución la infancia de Chano Pozo fue difícil al punto de llegar a permanecer en reformatorios donde pretendieron reformar su conducta.

Cierto es que el ambiente del solar le propició empezar a tocar tambor hasta formarse como bailador y compositor. Así comenzó a integrarse en las comparsas habaneras y en el conjunto Los Dandys del Barrio, donde interactuó con el destacado Chapotín, donde se popularizó: Siento un bombo mamita me está llamando Sí, sí, son los Dandys. De las creaciones de esta etapa recordamos Blem, Blem, Blem, Nagüe, Parampampín, Manteca y otras.

A Chano Pozo se le atribuye la fusión de la música cubana con el Jazz a partir de su unión con Dizzie Gillespie, quien por aquellos tiempos necesitaba un tocador de tumbadoras para su orquesta. Así debuta Chano Pozo, por primera vez, en el Carnegie Hall de Nueva York, de ahí surge el conocido disco Manteca.

Luciano Pozo Gonzáles nació en la Habana el 7 de enero de 1915. Probablemente jamás imagino este hombre, que cuando niño limpió zapatos y vendió periódicos a donde llegaría con su talento. El hecho de haber pertenecido a la Sociedad Secreta Abakuá explica el dominio perfecto que tuvo de los tambores propios del rito, de los cuales salían ritmos sagrados que formaban parte de sus congas.

Chano Pozo es conocido como el más relevante introductor de la percusión afrocubana en el Jazz, de la mano de Dizzie Gillespie por los años 1917 y 1993. En su trayectoria musical integró la orquesta de los Hermanos Palau. En 1946 se traslada a los Estados Unidos donde interactuó con grandes músicos como Miguelito Valdés y Frank Grillo.

Cuenta la historia musical que, respaldado por el metal de una banda ocre y hambrienta, Pozo se agachó en el centro del escenario y batió un tambor conga con muchas voces con sus manos encallecidas de ampollas. Mantuvo al público en un silencio de sobrecogido respeto durante treinta minutos, cantando en un dialecto de África occidental, mientras lo subía y bajaba de un murmullo el alarido y volvía a su punto de partida “El tamborero más grande que he oído en mi vida” dijo Gillespie quien a pesar de que empleo varios percusionistas en su banda jamás logró los efectos que del tambor sacaba Chano. Misterioso músico y misterioso poder rítmico que acompañan para siempre a la música cubana.


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