El universo artístico del metal / Por Taissé Del Valle Valdés


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Lejos de la tradicional algarabía de las calles del centro histórico de la ciudad, colmado de transeúntes, bicitaxis y vendedores ambulantes, llegas a la calle San Ignacio entre Amargura y Teniente Rey, antiguos talleres de imprenta de la revista Mar y Pesca. Allí, un gran portón oxidado te da la bienvenida hacia un mundo, para muchos, interesante y desconocido. Llegas a la Cooperativa No Agropecuaria Metales Calflat, o la mayormente conocida como “cooperativa de los calvos”.

El nombre resulta gracioso, pero verídico cuando reparas en la ausencia del cabello de los tres trabajadores del lugar, tres jóvenes reconocidos como mejores graduados en la especialidad de Herrero Restaurador de la Escuela-Taller de La Habana ¨Gaspar Melchor Jovellanos¨, de la Oficina del Historiador de la Ciudad. Antaño estudiantes, hoy emprendedores muchachos que hacen de la forja, el acero y el metal gran parte de su universo.

Aunque quedan vestigios de la otrora imprenta, este sitio alberga grandes máquinas de fundición donadas en su mayoría por la Oficina de Cooperación Internacional del Historiador de la Ciudad.

Uno de los emprendedores es José Carlos Mesa González, alias el vikingo, mejor estudiante de la graduación número veinte de la escuela y quien con solo 28 años pertenece a la Sección de Metales de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas y al Fondo Cubano de Bienes Culturales. José Carlos tiene ocho años de graduado y de ellos, cinco como presidente de la cooperativa Calflat. Además, es el artesano que diseñó los bocetos del Premio de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro 2018.

“Dejé la carrera de Cultura Física en segundo año. Cuando entré a la Escuela-Taller del Conservador, realmente lo que quería era carpintería. En mi familia no hay artistas. Hay médicos. Mi papá era una especie de herrero, aunque su título era de Pailero-soldador. Él hacía piezas de repuesto para los centrales en Cuba. De ahí tengo referencia del metal, un poco más industrial. No es hasta que llego a la escuela que descubro otra visión del metal, la artística, por ejemplo, encontrar la herrería cuando caminamos por las calles de La Habana, algunas calles del Vedado. Ver el trabajo de la forja, de la fragua; o a la hora de calentar el metal ver el enriquecimiento de las distintas formas que puedes darle. A partir de ahí encuentro la forma de fusionar esas ideas que tenía”.

“Desde primer año, otro de los que trabaja conmigo y yo pasamos al Taller de Fundición Artística, adjunto a la escuela y que supervisan los maestros José Duvergel, vicepresidente de la sección de Escultura en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y Carlos Rojas, profesor de modelado en la Academia San Alejandro. Allí adquirimos conocimientos de fundición, trabajamos con ellos, sin dejar de lado nuestra formación como herreros. Ver al maestro Duvergel trabajar con plantillas me incitó a trabajar con moldes y desarrollar mi propia línea. Y es donde empiezo a arriesgarme. Busqué grupos comunitarios, estuve en uno en La Lisa y en el Amelia Peláez que dirige el profesor Varela en Diez de Octubre, en este proyecto —enfatiza—, ya había una curaduría”.

Una escuela para aprender el oficio

La prestigiosa Escuela-Taller “Gaspar Melchor de Jovellanos”, de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana se fundó en 1992. Cuenta con más de dos décadas de labor al servicio de la enseñanza de oficios imprescindibles para la restauración de bienes inmuebles: albañilería integral, carpintería general, forja para la restauración, pintura de obra, plomería, restaurador general y jardinería, para la restauración y la conservación de los valores patrimoniales del Centro Histórico de la ciudad.

“La escuela incluye dos años. En el primero se comparten las asignaturas básicas como Historia de la Arquitectura, Español, Carpintería ebanista... con las horas de taller. Y en el segundo solo se recibe taller. Los trabajos vienen llegando por encargo o por los propios profesores. Nosotros no nos graduamos como el herrero que mayormente conoce el cubano. Vamos más allá del herrero que hace rejas de cristales y un poco más atrás en el oficio con la forja, yunque, martillo en mano y el metal caliente. Hacemos botones, puntas de lanza, elementos distintivos de la herrería colonial cubana. La escuela enseña oficios como vitrales, carpintería. Siempre he estado interesado en querer aprender, afirma”.

En medio de las máquinas de fundición, de metales, acero, óxido y de un sitio hecho a la medida de un herrero, José Carlos sorprende con un chiste de su mundo: “cuando hacemos un botón, algo muy común en casi toda reja que lleva una curva de noventa y después recoge, cuando la curva está muy larga decimos esto te está quedando cabezón; es decir esta feo. Esto lo conoce el herero que sabe trabajar la fragua”.

La mayoría de los graduados, nos cuenta José Carlos, pasan a la Constructora Puerto Carena, principal fuerza constructiva de la Oficina del Historiador de la Ciudad. “En la escuela solo se exige tener 9no grado y mucha actitud. Si no tienes actitud quedas en el camino”, afirma. “Por ejemplo, en mi año entramos treinta y tres, pero solo nos graduamos trece”.

En sus aulas se han graduado centenares de jóvenes capacitados para las especialidades de albañilería, carpintería, arqueología, forja, pintura de obra, yeso, vidriería, cantería y pintura mural, entre otras. La Escuela-Taller, además ofrece asesoría metodológica a instituciones homólogas del país ubicadas en centros históricos de relevancia como Santiago de Cuba, Trinidad y Camagüey.

Calflat o la cooperativa de los calvos

Las cooperativas no agropecuarias son alternativas novedosas en la actualización del modelo socioeconómico cubano. Estas formas de gestión no estatal se implementaron en 2012. Al año siguiente, José Carlos Mesa se graduaba y un visionario como el Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de La Habana y fundador por antonomasia, sugirió que los graduados podían asociarse en cooperativas no agropecuarias, además de integrar la nómina de la Constructora Puerto Carena. Así tendrían más opciones de empleo.

“Eusebio Leal por el veinte aniversario de la escuela empezó a dar disertaciones sobre su historia y las sedes que había tenido, cómo era el salario en épocas anteriores. Él siempre citaba que la escuela había empezado en el convento de San Francisco de Asís, ahora Sala de Conciertos. Mi compañero Jorge Luis Pérez Prado y yo, empezamos a indagar en estas nuevas gestiones. Nos acercamos al profesor Juan, que en aquel momento tenía sesenta y cinco años y había aprendido herrería en México”.

“Después de consultar la opinión del profesor, vimos los temas legales con la Lic. Vivian González de la Consultoría Conabi. Finalmente comenzamos la cooperativa en septiembre de 2013 y a los nueve meses de graduados recibimos una donación de la Oficina de Cooperación Internacional del Historiador de la Ciudad. Empezamos en la cooperativa mi compañero y yo. Actualmente somos tres con Ernesto Gómez Capuchenco, quien también fue el mejor graduado de su año”.

José Carlos, además de herrero restaurador y presidente de Calflat, también desarrolla sus ambiciones artísticas en metal. Se trata de un trabajo extra a los encargos de la cooperativa y al que también le afecta la ausencia de un mercado mayorista de acero. Él ha participado en exposiciones colectivas, entre ellas Plan Jaba, en la Bienal de La Habana (2015); Partitura en Rojo, en la Galería Luz y Oficios (2016); Arte para Crecer (2017), y Xpresionarte, en la Galería Ángelus (2017).

Por su trabajo en el proyecto comunitario “Gente de Mi Barrio”, del municipio La Lisa, ha recibido varios reconocimientos, así como el del Ministerio de Cultura y Expocuba por contribuir con su obra artística a la exposición permanente del Pabellón Cuba en 2017. Hoy se confiesa un autodidacta devoto del steam punk, estilo que se acepta como retrofuturismo.

Surgido durante la segunda Revolución Industrial a mediados del siglo XIX, el retrofuturismo es un género estético y de la ciencia-ficción que rescata las visiones de futuro (acertadas o no) generadas en el pasado. El steam punk o retrofuturismo propone un arte crítico y optimista, basándose en la imaginación y la creatividad. Utiliza especialmente tecnología antigua como viejas maquinarias, obviando la obsolescencia programada y dotando a lo decimonónico de nuevas utopías creativas.

Desde luego, las creaciones de José Carlos abordan sobre todo la figura humana y los problemas que la circundan. Llevan explícitamente hasta el metal la concepción idealista de Platón; reutilizan elementos que va recolectando a su paso y la pieza Cargando sueños da fe de ello. “Paso mucho tiempo pensando, observando. Mirándolo todo”, concluye.

Agregaría más bien que habita universos paralelos, uno que desarrolla de lunes a viernes en horarios establecidos y que le exige hasta el cansancio; otro que también cansa, pero que no se abandona. Es como una idea fija que de repente resulta nube de inquietudes, espiral de sueños y aunque se esté en mil proyectos esa sensación de crear, de expresión, no abandona. Y si la ignoras, te mutila. Es este segundo universo lleno de riesgos, el que lo descubre ante el mundo artístico del metal. Le promete un futuro para nada fácil, le distingue del herrero, lo proclama artesano y le invita a recorrer el interminable camino de un artista.

 


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