Eliseo Diego la luz en la memoria


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Hace setenta años, salió a la luz, el primer número de la revistaOrígenes, fundada por José Lezama Lima y José Rodríguez Feo. También Eliseo Diego, junto a Cintio, Fina, Smith, Gaztelu, Gastón Baquero, Virgilio Piñera y otros prestigiosos poetas y artistas de la época constituyeron después el llamado “Grupo Orígenes”.

En el prólogo a la Obra Poética de Eliseo Diego, publicada hace algunos años, el distinguido crítico Enrique Saínz expresaba: “A estos poemas vendrán una y otra vez sucesivos lectores. Serán elogiados o no por críticos más o menos sagaces, quizás durante muchos años permanezcan cerradas estas páginas, pero ciertamente volverán a abrirse de nuevo para llegar a otros que van a encontrar aquí su propia existencia”.

Hoy a veinte años del fallecimiento de este creador de muy especial espiritualidad,  que le imprime un original sello a su escritura, he vuelto a abrir las páginas del libro y me he encontrado, una vez más, con rasgos comunes a mi propia existencia.

De toda la obra de Eliseo en esta recordación, me referiré a su poemario En la Calzada de Jesús del Monte, publicado en 1949. Estudiaba yo en el Instituto de la Víbora y la Calzada, la enorme calzada que da título a este inolvidable texto, era la vía por la que transitaba en aquellos años de adolescencia, y también, el camino para  muchos de aquellos inolvidables amigos que siempre me acompañaban.

Raimundo Lazo, comentaba en los años cincuenta del pasado siglo, que Eliseo era un poeta de llano y viviente lirismo, de evocación y de nostalgia, que humanizaba la poesía de la época

Calzada, reino, sueño mío

de veras tú me comprendes

cuando la demasiada luz forma

 nuevas paredes con el polvo

y mi costumbre me abruma

 y en ti ciego me descanso.

Calzada de portales y columnas, de la paz del domingo en la Iglesia, de nostalgias y poesía.

Cuentan que Octavio Paz, al enterarse de la muerte del poeta cubano exclamó: “Solo le faltaba la muerte a Eliseo Diego para convertirse en leyenda de la literatura latinoamericana”

Fue orgullo que fuera nuestro, que naciera en nuestra tierra, que cantara a la memoria de sus umbrales, la misma memoria de muchos que lo amamos y nos identificamos con su poesía.

Más de veinte  textos en ediciones y reediciones, prosas poéticas, traducciones de sus textos, cuentos, conferencias, lo convierten en un intelectual reconocido en muchas partes del mundo.

Viajó por Estados Unidos, la URSS, Hungría, Suecia, Bulgaria, Nicaragua, Venezuela, Colombia y México, donde dejó su último suspiro.

Y una vez más en su Calzada, al centro de su noche, ante el hervor callado de la luna, embriagándole los ojos, con la gracia cruel de las distancias y la fugacidad de la vida latente, en cada uno de sus evocaciones.

Siempre la calzada, y la casa, la familia, la esposa, los hijos y el humilde cáliz de su parque y de vuelta a la finca, a los padres y abuelos, y el fuerte bregar contra el polvo y  la muerte que no lo abandona.

No podría decirles nunca:

esto fue un sueño, y esto fue mi vida.

Pero en un principio no fue así.

En un principio la mesa estuvo realmente puesta,

 y mi padre cruzó las manos sobre el mantel realmente,

y el agua santificó mi garganta

Aunque vinieran otros libros más adelante, En la Calzada de Jesús del Monte está la esencia fundacional de su poética. El oscuro esplendor y Los días de tu vida para recordar algunos de sus poemarios, resultan profundizaciones  poéticas de esa espiritualidad que lo acerca cada día más a si mismo, a   ese ser aprensivo  ante la fugacidad de la vida y a la soledad  el sueño.

A medida que avanza su creación, se va produciendo una agudización de su mundo poético, imágenes, tesoros y oraciones.

Es un rey, una giba

de púrpura, una bestia

de garra suave,

una colina

Es un barco feliz, una victoria,

Una ciudad, el árbol mismo

de la vida, un  paraíso,

tumulto de la nube que se va

por el oro final hacia el silencio!

Lleva el verso de Diego una marca indeleble de originalidad. Su verso es historia y es alma, su verso es vida y es muerte, es pasado y es presente  y el futuro es soledad y ruina:

“Y la Calzada de Jesús del Monte estaba hecha, aquel día cuando ascendí por la contemplación de la miseria, a ver la pobreza de mi lugar naciendo, estaba hecha de tres materias diferentes, la piedra de sus columnas, la penumbra del Paso de Agua Dulce y el polvo que acumulaban sus portales.”

La fuerza del día a día, del instante preciso, del olor de la noche como un recuerdo  no lo abandona.

Pienso como Mario Benedetti que: En la Calzada de Jesús del Monte, es un libro fundamental, ejemplar en más de un sentido y considero que, en la irradiación a las más jóvenes promociones cubanas, su lección de autenticidad es verdaderamente inapreciable.

Basta repasar los títulos de sus libros y poemas para pensar en una integridad poética imposible de disgregar.

Virgilio López Lemus en su Antología “Doscientos Años de Poesía Cubana “ con gran acierto comenta; “Es autor de una obra homogénea, no fácil de antologar, porque toda ella guarda unidad y relación”.

“Por los Extraños pueblos”, de  1958,  escrito para la madre y para sus hijos,  el propio autor define sus propósitos poéticos:
“No es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio. A lo que Dios me dio en herencia he atendido tan intensamente como pude: a los colores y sombras de mi patria: a las costumbres de sus familias y a la manera  en que se dicen las cosas; y a las cosas  mismas-oscuras a veces y a veces leves.”

Fue en 1986 cuando obtiene el Premio Nacional de Literatura y en 1993 obtiene el Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”, otorgado por diferentes instituciones económicas y culturales de la hermana República de México

Muchos de sus poemarios,  habían obtenido en Cuba el Premio de la Crítica.

Me encantaría poderles decir con pocas palabrea lo que se desprende de su texto “Muestrario del Mundo o el Libro de la Maravillas de Boloña”, o tal vez hacerlos meditar con “ A través del espejo” o  con cualquiera de otras  páginas que mientras más uno las abre,  más lo sorprende, pero, son tanta y tan latentes , que merecen especiales atenciones. Son asuntos poéticos del sueño y la memoria, habilidades de una pluma en su mundo, el del Caribe, en la Habana la Vieja  o en  la nueva,  de versos a la vida y al tumulto  y en conjunto,  elevados hacia la constelación de Hércules.

 Era muy joven cuando escribe sus primeros cuentos para niños. Aún no se había graduado de Bachiller en el Instituto de la Habana. Era amigo de Cintio Vitier y juntos ya andaban en trajines culturales en el Colegio La luz. Le gustaba enseñar. No culminó sus estudios de Leyes pero si se graduó de Pedagogía. En Cali, Colombia, en la Universidad del Valle,  recibió el Titulo de Dr. Honoris Causa. Y siempre junto a él Bella y Fina  y sus hijos y sus nietos, tomándoles las manos dirían,  como él poetizara de su padre, que se haría viejo de pronto y sería un recuerdo, una  “luz en la memoria”.

La Universidad de la Habana, la Casa de las Américas, la UNEAC y su revista Unión e Instituciones de otras latitudes,  sintieron muy de cerca su voz y su experiencia.

Junto al poeta,  ahí en él,  estaba presente su fuerza magisterial.

Es el creador que desde la vieja luna, ofrece la oda a la contemplación de la tierra, el  del responso a Rubén Darío y el de la vista de una granja del crepúsculo. En definitiva es el poeta del inventario de asombros, que muy bien, me viene el título. Y esta vez para recordarlo, acudo a su Testamento, cuando la penumbra ya no le consuela, ni le apocan los presagios pequeños, con estos versos para todos los que le admiramos siempre conscientes como él decía, que en su país, la luz resiste a la memoria:

Y no poseyendo más que este tiempo

no poseyendo más, en fin,

que mi memoria de las noches y

su vibrante delicadeza enorme;

 

No poseyendo más

entre cielo y tierra que

mi  memoria, que este tiempo,

decido hacer mi testamento

es este: le dejo

El tiempo, todo el tiempo.         


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